No sorprende para nada la noticia, difundida el sábado pasado, de que el propio Presidente de la Federación Rusa, Dimitri Anatolievich Medvedev presentó al actual Primr Ministro y ex Presidente Vladimir Vladimirovich putin como candidato del Partido Rusia Unida para los próximos comicios para la renovación de la primera magistratura del gigante eslavo a celebrarse el próximo marzo. La verdad es que todo esto estaba planeado, y que la estancia de Medvedev en el Kremlin fue un mero mandato interino, dado que Putin no podía reelegirse para un tercer periodo presidencial consecutivo, así que su discípulo y protegido ocupó el tenebroso palacio amurallado mientras el ex agente del KGB continuaba ejerciendo el poder, aunque desde la llamada "Casa Blanca", sede del Gabinete y el Parlamento, ubicada a unas calles de la Plaza Roja en Moscú.
De inmediato se produjeron muchas reacciones, sobre todo en nuestro atribulado Occidente, donde abundaron las descalificaciones: que el congreso del partido se semejaba en imagen, ovaciones y aplausos a los Congresos del antiguo PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), el carácter autoritario de Putin, la farsa de la presidencia de Medvedev, o sus extravagantes tácticas de propaganda electoral, como doblar sartenes, nadar en aguas heladas, presumir la musculatura adquirida en los gimnasios y entrenamientos de la miteriosa y temible policía secreta rusa, cazar osos y tigres o aprovechar que goza del favor del público femenino en su país.
Es cierto: Putin no es un demócrata ni un liberal, pero tampoco es un monstruo ni un nuevo Stalin, es cierto que Rusia tiene multitud de problemas y que su resurgimiento actual es superficial o incipiente, pero también lo es que Putin ha sentado las bases para que el gigante eslavo remonte la cuesta del foso en el que cayó tras 70 años de economía ineficiente, ya de por sí atrasada por el medievalismo zarista antes de la Revolución, y la catástrofe de las matanzas de las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil y las purgas estalinistas.
Debemos tomar en cuenta que el experimento democratizador de Rusia bajo el gobierno de Yeltsin en los años 90 fue un fracaso que conducía al país a la disolución, para los Occidentales, sin embargo, representaba todo un éxito, pues debilitaba a la potencia que, desde la época de Pedro el Grande, aparecía como la mayor amenaza para el Viejo Continente tras el debilitamiento del Islam Otomano. Internamente, el país se sumía en la miseria, conflictos étnicos intensos, como el de Chechenia y el poder en realidad lo ejercían ex-comunistas beneficiados con las privatizaciones y el control del mercado negro y la corrupción: los Oligarcas; al exterior, Rusia quedaba reducida a la irrelevancia y a ser desdeñada, aunque con un arsenal nuclear obsoleto en su mayor parte y sin la capacidad financiera para repararlo; entre tanto, las pérdidas territoriales de las otras 14 repúblicas soviéticas impactaron fuertemente en su viabilidad económica y su importancia estratégica.
Desde que tomó el poder, Putin decidió saltarse las recetas para el desarrollo que le habìan sido impuestas a Rusia por Occidente bajo el mandato del alcohólico siberiano, y a la vez, buscó reiniciar el proceso de reformas que se habían despeñado con Gorbachov y producido un capitalismo salvaje y descontrolado que redundó en el caos económico, criminalidad desbocada, trata de blancas, miseria y desigualdad extrema así como deterioro ecológico entre otras cosas, para reconducirlas hacia un modelo que semeja al chino.en que el Estado no pierde el control de la Economía pero instaura un sistema de libre mercado y atrae inversiones extranjeras. Así, renacionalizó la industria de los hidrocarburos y encarceló o exilió a varios de los oligarcas que amenazaban la existencia misma del Estado y que muchas veces representaban intereses poco claros, aún así, no desdeñó la posibilidad de coinversión con entes privados en el sector, ni la colaboración con empresas petroleras de otros países.
En el aspecto político, Putin se ha dedicado a reconstruir el poder del Estado: sofocó la rebelión chechena y aunque continúan atentados terroristas y una gran tensión en el Cáucaso, pero la situación no es comparable al casi desmoronamiento que se dio a lo largo de los años 90, en que parecía que la fragmentación rusa continuaría màs allá de la separación de las otras repúblicas soviéticas. Se tacha a Putin de autoritario, pero una democratización de golpe devino en la anarquía casi absoluta y la aparición de partidos políticos hasta lo infinito, con ideas disparatadas y propuestas absurdas, mientras que Rusia es una nación que fue edificada por tres autocracias: la de los Riurikovich, los Romanov y finalmente los Comunistas, y donde la sociedad gira en torno al poder del Estado, al pretender debilitarse ese poder, la sociedad comenzó a disolverse.
Putin rescató a la Religión Ortodoxa Cristiana como la base ideológica de la nueva Rusia tras el fracaso del credo marxista, no porque sea creyente como aduce serlo--su formación como centinela del comunismo en el KGB hace poco probable que sea un hombre religioso--sino porque la sociedad necesitaba de un referente ético, cultural e ideológico y decidió volver a las raíces históricas del país; poco a poco, las propiedades incautadas a la Iglesia por los Bolcheviques regresan a sus manos, aunque se mantiene la relación de dependencia y mutua conveniencia con el Estado, característica del cristianismo oriental desde Bizancio, igualmente, aumentan las vocaciones religiosas y la gente regresa a los templos gradualmente, mientras se persiguen creencias esotéricas y neopaganas que se habían extendido tras el vacío espiritual dejado por el colapso comunista y se obstaculiza la difusión y extension de las corrientes cristianas occidentales como son el catolicismo y el protestantismo.
Igualmente, Rusia se encuentra avocada a una importante reforma militar de alcances tan grandes quizá como las anteriores llevadas a cabo por Iván el Terrible, Pedro el Grande, Trotzky y Tujachevsky, lo que le permitirá contar con un ejército adecuado para la nueva época, al mismo tiempo, la Guerra de Georgia y las "independencias" de Ossetia del Sur y Abkhazia (casi más bien anexiones) respecto de la patria chica de Stalin volvieron a poner a Rusia en primer plano.
En cuanto a las credenciales democráticas de su partido, Rusia Unida es ciertamente una especie de clon modernizado del Partido Comunista, en su estructura y su cada vez mayor hegemonía, sin embargo, tal y como lo indica el nombre, el gigante eslavo requiere en estos momentos de unidad y evitar las tendencias disgregadoras que se han dado en momentos diferentes de su historia: los " Tiempos Turbulentos" tras la extinción de los Riurikovich y la imposibilidad de Boris Goudunov de asentarse en el poder, la Guerra Civil tras la Revolución del 17 y finalmente, la disolución de la URSS. Ideológicamente, parece pretender para Rusia una fusión de lo mejor del Zarismo: ideales y valores religiosos y morales, tradición, honor, con los de la época Soviética: disciplina, progreso, orden. Lejos de romper con el pasado de una era y otra, Putin ha estado consiguiendo una reconciliación entre ambas: se mantiene la momia de Lenin en su mausoleo a la vez que se canoniza a Nicolás II, se recuerda la victoria estalinista en la Segunda Guerra Mundial a la vez que se reconstruye la Iglesia de Cristo Salvador al lado del Kremlin, cruzando el Río Moskova que recuerda el triunfo sobre Napoleón.
Putin ha comprendido correctamente la capacidad de la Democracia para generar divisiones y enconos, y más en países con poca o nula tradición en ese aspecto, donde las diferencias y luchas de partidos terminan por dividir y enfrentar a sectores de la sociedad; por ello, apela a la unidad y a recabar en el seno de su partido a todas las corrientes emanadas de los cambios políticos de los 80, reduciendo a la oposición a su mínima expresión. Mucho del éxito depende de su carisma personal, y de ahí las estrategias de propaganda que parecen extravagantes, pero para ello hay que entender la visiön de líder que tienen los rusos: desean una figura paternal, fuerte y con valentía, así, Alejandro III doblaba cubiertos en vez de sartenes, o fue aplaudida su fuerza hercúlea al levantar el techo de un vagón de tren en el que viajaba con su familia, tras un accidente; ayudaba a los Romanov ser gigantes de más de 2 metros de estatura y ser muy fuertes físicamente, y tener, al igual que los Riurikovich, un carácter fiero y temible; mucho del fracaso de Nicolás II, en cambio, se debió a que rompió con el molde al ser de estatura promedio y delgado, de carácter amable y paciente, rasgos todos heredados de la familia de su madre, Dagmar de Dinamarca. Pero si todo gira en torno suyo, ¿Qué pasará cuando Putin, al terminar, presuntamente su cuarto periodo en el Kremlin en el 2024 se encuentre hecho un anciano? O a su muerte?
Por un lado, es posible que en estos próximos 12 años veamos transformaciones en el sistema político que lo alejarán de todo modelo occidental, posiblemente Putin aspire a un cargo vitalicio de Jefe de Estado, ser un "líder nacional", espeie de monarca sin corona y bajo él se constituya un órgano de gobierno colegiado y dirigido por tecnócratas como Medvedev, similar al Politburó o Presidium de los tiempos soviéticos, pero además su partido está haciendo un interesante trabajo de captación y preparación de los jóvenes, tal vez buscando contar con cuadros dirigentes y futuros candidatos o futuros funcionarios. Así, estos 12 primeros años de Putin en el misterioso recinto del Kremlin se han marcado por la revitalización de las industrias extractivas de su país, así como su reaparición con fuerza en el ámbito internacional, a grado tal que se le incluye en el bloque de países emergentes o BRIC por las iniciales de sus nombres, por supuesto, hace falta mucho camino para recorrer A fin de convertirse en un país verdaderamente desarrollado y recuperar, nuevamente, el poder o una posición como gran potencia en el concierto de las naciones. Probablemente, en el segundo periodo en que veremos a Putin en el Kremlin, su preocupación será establecer en Rusia una industria de la transformación realmente competitiva a nivel internacional e incluso su inclusión en el mundo financiero con fuerza, algo que ya vemos, pues Rusia, junto a Brasil, la India y China, y otros emergentes como Sudáfrica o Vietnam y Turquía, desean participar en el rescate de Europa ante la crisis.
Así, Vladimir Putin, lejos de parecerme censurable, me parece un líder necesario y extraordinario, parte de la camada de lídres orientales que son realmente superiores a los que tenemos en Occidente: líderes como Erdogan, Ahmadinejad, Hu Jintao y todo el grupo dirigente chino entre otros, se trata de líderes quizá desprovistos de escrúpulos, quizá autoritarios y que nos parecen tal vez extremos o no entendemos sus prácticas, pero que están dispuestos a todo para lograr el triunfo de sus países y la prosperidad para sus pueblos, muy diferente a la cortedad de miras que vemos aquí, donde nuestros políticos sólo buscan el triunfo electoral y muchas veces, quedarse con una buena ganancia para ellos en lo particular. Esta diferencia de Putin respecto a Occidente, y el hecho de que pueda estar haciendo que el oso ruso de nuevo se levante del letargo es lo que hace que su figura genere críticas y cuestionamientos, debajo de los cuales se oculta el miedo.
Lo que es seguro, es que Putin ha asegurado ya, un lugar en la terrible Historia de Rusia al lado de los gobernantes que le han labrado sus distintas eras históricas, desde San Vladimiro de Kiev, Iván III el Grande, Iván IV el Terrible, Pedro el Grande, Catalina II, Alejandro I y Stalin.
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Hay grandes paralelismos entre lo ocurrido en Rusia y lo ocurrido en México, ahora mismo, podría decirse que estamos en una época similar a la de Yeltsin, lo malo es que no tenemos a ningún líder o grupo de líderes, --Putin no habría logrado hacer todo lo que está haciendo sin todo un conjunto de tecnócratas salidos de las filas del KGB-- que tenga los arrestos necesarios para "sacar al buey de la barranca", como dice la canción. Nuestra trancisión, lejos de culminar con éxito parece prolongarse indefinidamente y llevarnos a una situación que cada vez es peor.
Debemos tomar en cuenta que el experimento democratizador de Rusia bajo el gobierno de Yeltsin en los años 90 fue un fracaso que conducía al país a la disolución, para los Occidentales, sin embargo, representaba todo un éxito, pues debilitaba a la potencia que, desde la época de Pedro el Grande, aparecía como la mayor amenaza para el Viejo Continente tras el debilitamiento del Islam Otomano. Internamente, el país se sumía en la miseria, conflictos étnicos intensos, como el de Chechenia y el poder en realidad lo ejercían ex-comunistas beneficiados con las privatizaciones y el control del mercado negro y la corrupción: los Oligarcas; al exterior, Rusia quedaba reducida a la irrelevancia y a ser desdeñada, aunque con un arsenal nuclear obsoleto en su mayor parte y sin la capacidad financiera para repararlo; entre tanto, las pérdidas territoriales de las otras 14 repúblicas soviéticas impactaron fuertemente en su viabilidad económica y su importancia estratégica.
Desde que tomó el poder, Putin decidió saltarse las recetas para el desarrollo que le habìan sido impuestas a Rusia por Occidente bajo el mandato del alcohólico siberiano, y a la vez, buscó reiniciar el proceso de reformas que se habían despeñado con Gorbachov y producido un capitalismo salvaje y descontrolado que redundó en el caos económico, criminalidad desbocada, trata de blancas, miseria y desigualdad extrema así como deterioro ecológico entre otras cosas, para reconducirlas hacia un modelo que semeja al chino.en que el Estado no pierde el control de la Economía pero instaura un sistema de libre mercado y atrae inversiones extranjeras. Así, renacionalizó la industria de los hidrocarburos y encarceló o exilió a varios de los oligarcas que amenazaban la existencia misma del Estado y que muchas veces representaban intereses poco claros, aún así, no desdeñó la posibilidad de coinversión con entes privados en el sector, ni la colaboración con empresas petroleras de otros países.
En el aspecto político, Putin se ha dedicado a reconstruir el poder del Estado: sofocó la rebelión chechena y aunque continúan atentados terroristas y una gran tensión en el Cáucaso, pero la situación no es comparable al casi desmoronamiento que se dio a lo largo de los años 90, en que parecía que la fragmentación rusa continuaría màs allá de la separación de las otras repúblicas soviéticas. Se tacha a Putin de autoritario, pero una democratización de golpe devino en la anarquía casi absoluta y la aparición de partidos políticos hasta lo infinito, con ideas disparatadas y propuestas absurdas, mientras que Rusia es una nación que fue edificada por tres autocracias: la de los Riurikovich, los Romanov y finalmente los Comunistas, y donde la sociedad gira en torno al poder del Estado, al pretender debilitarse ese poder, la sociedad comenzó a disolverse.
Putin rescató a la Religión Ortodoxa Cristiana como la base ideológica de la nueva Rusia tras el fracaso del credo marxista, no porque sea creyente como aduce serlo--su formación como centinela del comunismo en el KGB hace poco probable que sea un hombre religioso--sino porque la sociedad necesitaba de un referente ético, cultural e ideológico y decidió volver a las raíces históricas del país; poco a poco, las propiedades incautadas a la Iglesia por los Bolcheviques regresan a sus manos, aunque se mantiene la relación de dependencia y mutua conveniencia con el Estado, característica del cristianismo oriental desde Bizancio, igualmente, aumentan las vocaciones religiosas y la gente regresa a los templos gradualmente, mientras se persiguen creencias esotéricas y neopaganas que se habían extendido tras el vacío espiritual dejado por el colapso comunista y se obstaculiza la difusión y extension de las corrientes cristianas occidentales como son el catolicismo y el protestantismo.
Igualmente, Rusia se encuentra avocada a una importante reforma militar de alcances tan grandes quizá como las anteriores llevadas a cabo por Iván el Terrible, Pedro el Grande, Trotzky y Tujachevsky, lo que le permitirá contar con un ejército adecuado para la nueva época, al mismo tiempo, la Guerra de Georgia y las "independencias" de Ossetia del Sur y Abkhazia (casi más bien anexiones) respecto de la patria chica de Stalin volvieron a poner a Rusia en primer plano.
En cuanto a las credenciales democráticas de su partido, Rusia Unida es ciertamente una especie de clon modernizado del Partido Comunista, en su estructura y su cada vez mayor hegemonía, sin embargo, tal y como lo indica el nombre, el gigante eslavo requiere en estos momentos de unidad y evitar las tendencias disgregadoras que se han dado en momentos diferentes de su historia: los " Tiempos Turbulentos" tras la extinción de los Riurikovich y la imposibilidad de Boris Goudunov de asentarse en el poder, la Guerra Civil tras la Revolución del 17 y finalmente, la disolución de la URSS. Ideológicamente, parece pretender para Rusia una fusión de lo mejor del Zarismo: ideales y valores religiosos y morales, tradición, honor, con los de la época Soviética: disciplina, progreso, orden. Lejos de romper con el pasado de una era y otra, Putin ha estado consiguiendo una reconciliación entre ambas: se mantiene la momia de Lenin en su mausoleo a la vez que se canoniza a Nicolás II, se recuerda la victoria estalinista en la Segunda Guerra Mundial a la vez que se reconstruye la Iglesia de Cristo Salvador al lado del Kremlin, cruzando el Río Moskova que recuerda el triunfo sobre Napoleón.
Putin ha comprendido correctamente la capacidad de la Democracia para generar divisiones y enconos, y más en países con poca o nula tradición en ese aspecto, donde las diferencias y luchas de partidos terminan por dividir y enfrentar a sectores de la sociedad; por ello, apela a la unidad y a recabar en el seno de su partido a todas las corrientes emanadas de los cambios políticos de los 80, reduciendo a la oposición a su mínima expresión. Mucho del éxito depende de su carisma personal, y de ahí las estrategias de propaganda que parecen extravagantes, pero para ello hay que entender la visiön de líder que tienen los rusos: desean una figura paternal, fuerte y con valentía, así, Alejandro III doblaba cubiertos en vez de sartenes, o fue aplaudida su fuerza hercúlea al levantar el techo de un vagón de tren en el que viajaba con su familia, tras un accidente; ayudaba a los Romanov ser gigantes de más de 2 metros de estatura y ser muy fuertes físicamente, y tener, al igual que los Riurikovich, un carácter fiero y temible; mucho del fracaso de Nicolás II, en cambio, se debió a que rompió con el molde al ser de estatura promedio y delgado, de carácter amable y paciente, rasgos todos heredados de la familia de su madre, Dagmar de Dinamarca. Pero si todo gira en torno suyo, ¿Qué pasará cuando Putin, al terminar, presuntamente su cuarto periodo en el Kremlin en el 2024 se encuentre hecho un anciano? O a su muerte?
Por un lado, es posible que en estos próximos 12 años veamos transformaciones en el sistema político que lo alejarán de todo modelo occidental, posiblemente Putin aspire a un cargo vitalicio de Jefe de Estado, ser un "líder nacional", espeie de monarca sin corona y bajo él se constituya un órgano de gobierno colegiado y dirigido por tecnócratas como Medvedev, similar al Politburó o Presidium de los tiempos soviéticos, pero además su partido está haciendo un interesante trabajo de captación y preparación de los jóvenes, tal vez buscando contar con cuadros dirigentes y futuros candidatos o futuros funcionarios. Así, estos 12 primeros años de Putin en el misterioso recinto del Kremlin se han marcado por la revitalización de las industrias extractivas de su país, así como su reaparición con fuerza en el ámbito internacional, a grado tal que se le incluye en el bloque de países emergentes o BRIC por las iniciales de sus nombres, por supuesto, hace falta mucho camino para recorrer A fin de convertirse en un país verdaderamente desarrollado y recuperar, nuevamente, el poder o una posición como gran potencia en el concierto de las naciones. Probablemente, en el segundo periodo en que veremos a Putin en el Kremlin, su preocupación será establecer en Rusia una industria de la transformación realmente competitiva a nivel internacional e incluso su inclusión en el mundo financiero con fuerza, algo que ya vemos, pues Rusia, junto a Brasil, la India y China, y otros emergentes como Sudáfrica o Vietnam y Turquía, desean participar en el rescate de Europa ante la crisis.
Así, Vladimir Putin, lejos de parecerme censurable, me parece un líder necesario y extraordinario, parte de la camada de lídres orientales que son realmente superiores a los que tenemos en Occidente: líderes como Erdogan, Ahmadinejad, Hu Jintao y todo el grupo dirigente chino entre otros, se trata de líderes quizá desprovistos de escrúpulos, quizá autoritarios y que nos parecen tal vez extremos o no entendemos sus prácticas, pero que están dispuestos a todo para lograr el triunfo de sus países y la prosperidad para sus pueblos, muy diferente a la cortedad de miras que vemos aquí, donde nuestros políticos sólo buscan el triunfo electoral y muchas veces, quedarse con una buena ganancia para ellos en lo particular. Esta diferencia de Putin respecto a Occidente, y el hecho de que pueda estar haciendo que el oso ruso de nuevo se levante del letargo es lo que hace que su figura genere críticas y cuestionamientos, debajo de los cuales se oculta el miedo.
Lo que es seguro, es que Putin ha asegurado ya, un lugar en la terrible Historia de Rusia al lado de los gobernantes que le han labrado sus distintas eras históricas, desde San Vladimiro de Kiev, Iván III el Grande, Iván IV el Terrible, Pedro el Grande, Catalina II, Alejandro I y Stalin.
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Hay grandes paralelismos entre lo ocurrido en Rusia y lo ocurrido en México, ahora mismo, podría decirse que estamos en una época similar a la de Yeltsin, lo malo es que no tenemos a ningún líder o grupo de líderes, --Putin no habría logrado hacer todo lo que está haciendo sin todo un conjunto de tecnócratas salidos de las filas del KGB-- que tenga los arrestos necesarios para "sacar al buey de la barranca", como dice la canción. Nuestra trancisión, lejos de culminar con éxito parece prolongarse indefinidamente y llevarnos a una situación que cada vez es peor.