Pues los resultados de las elecciones presidenciales, y también para la renovación de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos, han arrojado resultados muy similares a lo que vimos en México el mes de junio pasado: Donald Trump, a pesar de toda una campaña que incluyó intentos de procesarlo penalmente y encarcelarlo, además de dos intentos de asesinato, el primero muy cercano de lograr el objetivo y posiblemente un tercero, más la demonización por los medios que difundieron presuntos resultados de encuestas que planteaban que la contienda sería pareja entre el ex-Presidente y la abanderada Demócrata, se ha hecho de nueva cuenta con la Presidencia de la República del norte con una amplia mayoría tanto en el voto popular como en los votos electorales por estado que, como sabemos, son los definitorios para la conformación del Colegio Electoral que decide quien es el nuevo residente del palacio presidencial situado en la Avenida Pensilvania número 1600 de la ciudad de Washington, D.C. en ese complejo y anticuado sistema electoral que no ha cambiado desde fines del siglo XVIII. Incluso, el Partido Republicano contará con la mayoría tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, lo que le dará garantía de gobernabilidad al Presidente reelecto y la capacidad de legislar cómodamente.
Aún así, queda todavía bastante tiempo de aquí al 20 de enero de 2025 en el que concluirá el desastroso mandato de Joe Biden y se dará la toma de protesta del nuevo titular del Poder Ejecutivo, así que todavía no hay que adelantar vísperas, Trump no podrá tomar decisiones efectivas ni hacer los cambios necesarios para que EUA recupere el rumbo... y subsiste el riesgo de que no llegue a la fecha, además de ver que los radicales de la Izquierda Woke no le hagan un infierno en los próximos cuatro años, de lo que ya tuvo una probada en su administración anterior, con la actuación de Black Lives Matter y Antifa.
Trump se ha puesto la tarea de recuperar el rol de Estados Unidos como súper potencia, actualmente cuestionado por el resurgimiento de China y Rusia como grandes potencias y otras más que se encuentran creciendo como producto de la Globalización, para ello, el neoyorkino pretende reindustrializar a su país y prácticamente echar abajo gran parte de los acuerdos de libre comercio con la imposición de aranceles, no solamente a México o a China, sino incluso a Europa.
Por supuesto, no debe olvidarse que Trump fue electo para resolver los graves problemas que las disparatadas derivas ideológicas de los Demócratas han causado desde los años 90 y sobre todo bajo Obama, y la terrible serie de fracasos y aventuras bélicas sin sentido del caótico mandato de Biden. Sin embargo, muchos creen que es deber del Presidente de EUA arreglar los problemas de otras partes del mundo, algo a lo que han malacostumbrado tantas intervenciones en el exterior hechas por los gobiernos norteamericanos desde 1941 a la fecha, y sobre todo durante la Guerra Fría, en que nuestro vecino del norte se erigió como garante de un orden internacional en oposición al totalitarismo comunista. Sin embargo, aquel papel, en el que no claudicó tras el derrumbe del régimen bolchevique en Moscú en los años 1989 a 1991, sin que, por otro lado, EUA se atreviera nunca a ser un verdadero imperio, terminando por cometer multitud de desatinos que a la larga, le pasaron factura. Trump está decidido a poner fin a eso, su idea es que si su patria es la ciudad en la colina, el faro de la libertad o ser el mejor país de la Historia, lo tiene que demostrar más por su compromiso con la Libertad, con el orden y con la construcción también, de un verdadero sistema internacional basado en la cooperación y no en la fuerza, donde, por supuesto, regímenes como el de los clérigos chiítas persas, anclados en un expansionismo del siglo V a.C., no tienen cabida.
De igual manera, las acciones del gobierno de una potencia como EUA con proyección global tendrá repercusiones que pueden ser positivas o negativas; ni modo, en México, probablemente paguemos el haber pasado casi cuarenta años de dependencia de la inversión extranjera y de no desarrollar la creatividad y el verdadero emprendimiento que nos convirtió en un mero maquilador y receptor de capitales golondrinos, que llevó a un sistema Neoliberal defectuoso y clasista que llevó a las mayorías desesperadas a confiar en un caótico, radical y carente de objetivos más allá del poder, proyecto de Izquierda; en Europa, van a pagar el haberse dormido en los brazos de EUA como si fuese su niñera por 80 años, y llenarse de políticos mediocres, ratoniles y ladrones como los que regentean la Unión Europea y se subordinaron a los caprichos de los gobernantes de Washington, aunque les impusieran delirios o idioteces como el senil Biden y su corte de dementes.
De entrada, es posible que se de un cese a las guerras que han ensangrentado al mundo en esta pesadilla de cuatro años, con un restablecimiento de las relaciones entre EUA y Rusia, una competencia "limpia" en el orden económico con China, el reconocimiento de que la independencia ucraniana carece de sentido y fundamento y que lo que hicieron criminales como Victoria Nuland o Anthony Blinken, quienes, esperemos sean llevados tras las rejas... o quizá merezcan algo más drastico, fue atizar una guerra civil entre la primera de las ciudades rusas: Kiev, y su heredera actual: Moscú, con la eliminación de un parásito como Zelensky, quien de antemano lo digo, murió el 05 de noviembre, lo que vemos hoy es un zombi o un fantasma encarnado.
En otros terrenos, probablemente el triunfo de Trump lleve a la paulatina eliminación de los disparates ideológicos del Wokismo, a ganar la llamada batalla cultural, lo que será difícil y tardado; bien hará el mandatario si inicia una verdadera purga, con investigaciones de las tramas de corrupción, vicios y abusos que ocurren en Holywood según se desprenda de los casos de Epstein y Combs, poner limitaciones a la capacidad de influir de empresas como Disney o BlackRock, y sujetarlas al imperio de la Ley, y no tener miedo de encarcelar --o remitir a algún psiquiátrico-- a magnates como Bill Gates si se descubre su implicación en esas tramas.
Pero seamos realistas, dudo mucho que Trump pueda llegar a ser llamado como en su momento, el emperador Aureliano, que salvó al Imperio Romano de la disgregación a mediados del siglo III, como el Restitutor Orbis, o sea, el "Restaurador del Mundo"; para mi, la decadencia de nuestra Civilización Occidental es imparable, y muchos de estos males ya se encuentran enquistados en la mente de, sobre todo, las generaciones más jóvenes --aunque, en un indicio de esperanza, los votantes que participaban en sus primeros comicios le dieron la espalda a la Harris y su venenoso mensaje-- pero sí puede ser un Diocleciano o Constantino que ponga las condiciones para que lo más valioso de nuestro mundo sea salvado y heredado a aquellos pueblos que nos sucedan en la Historia.
Aún así, esperemos a que llegue el 20 de enero de 2025; y en el ínter, veamos quiénes entienden que habrán de adaptarse a esta nueva etapa, y lo hacen efectivamente, y quiénes no lo entienden y por tanto, perecen; lo malo, que se llevarán a sus pueblos consigo.
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