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1 de abril de 2018

PUTIN, EL SUPERVILLANO




Rusia siempre ha sido un problema para Occidente desde la irrupción del gigante eslavo guiado por Pedro I el Grande en la política europea tras sus reformas y sus pretensiones imperiales. Los occidentales no han comprendido nunca a los rusos, es de recordar aquel dicho de Winston Churchill respecto a que "Rusia es un enigma envuelto en un acertijo encerrado en un misterio", La aparición de un pueblo ignoto, habitante de las inmensas e insondables estepas que arrancando desde el Vístula se adentraban en los Urales y más allá en Asia, y tenido por bárbaro, con fuertes influencias escandinavas y mongolas, además declarado heredero del Imperio Romano de Oriente, con ínfulas de potencia y dispuesto a ejercer su influencia sobre Europa, fue un verdadero sismo, los primeros que lo sintieron fueron los suecos, que pese al belicismo y la táctica de Carlos XII no pudieron resistir al empuje del futuro "Ejército Rojo" que arrolló a los escandinavos pese a la bravura de éstos desplegada en la Gran Guerra del Norte, terminando todo el sueño de un Imperio Sueco en las llanuras ucranianas de Poltava.

Las potencias europeas continuarían aquella centuria devoradas en sus luchas por la supremacía: España, Francia, Inglaterra, Prusia y Austria luchaban entre sí, mientras de reojo podían contemplar como el coloso de oriente, sobre todo bajo Catalina II la Grande se convertía en un elefante que podría salir de su zona de influencia en la Europa nororiental y el choque en Medio Oriente con Persas y Otomanos, y entrar a la cristalería de Europa Occidental, lo cual ocurrió con las Guerras Napoleónicas, de las que salió, como 130 años más tarde tras la derrota de Hitler, como el indiscutible vencedor.

A partir de ahí, Rusia se convirtió en un problema para Europa, lo que se reflejó con el estallido de la Guerra de Crimea: es visto como un intruso, como un peligro por el despotismo y la brutalidad del régimen Zarista primero, y después por el genocida totalitarismo bolchevique. Aún así, en sus eternos conflictos por la primacía, Rusia era vista como un aliado imprescindible cuya alianza era buscada como un factor decisivo para inclinar la balanza a favor o en contra de alguno de los bandos enfrentados en la contienda por el poder hegemónico en el Viejo Continente. Por ello, durante la época de Bismarck, Alemania y Austria buscaron la alianza con el Zar Alejandro III, aunque, posteriormente, Rusia se decantó por el bando de la entente con Inglaterra y Francia. Lo mismo ocurrió con Hitler que al principio labró un pacto de no agresión con el régimen soviético, para luego romperlo y hacer que Moscú se acercara a Británicos y Estadounidenses, siendo el factor decisivo para la victoria sobre el Tercer Reich.

Hoy en día, Rusia vuelve a ser un problema, más porque ahora se encuentra en un decisivo proceso de resurgimiento, que hay que decirlo, se debe más a la creciente debilidad occidental que a porque Rusia se encuentre de súbito, en una bonanza y desarrollo económico que estimule tanto al poderío militar como a la influencia política y diplomática de los moscovitas. Rusia, hay que recordarlo, siempre ha tenido como debilidad la economía: Pedro el Grande y Catalina II no comprendieron que la modernización de Rusia debía empezar desde la adopción de un modelo económico mercantilista y de industrialización que ya se daba en Occidente; mucha de la adopción de técnicas y medios occidentales para el desarrollo del Imperio Ruso quedó sólo en lo externo o en las apariencias; es de recordar cómo el Príncipe Potemkin construyó escenografías a fin de hacer creer a dignatarios europeos de logros en la colonización de Crimea y otras partes de Ucrania que estaban lejos de alcanzarse, pero que harían creer a estos que el poderío eslavo era mucho mayor al real, con las famosas aldeas potemkin, una forma de propaganda que seguirían posteriormente los bolcheviques y aún hoy por antiguos miembros del bloque comunista que lideraran los rusos, como la Cuba Castrista o Corea del Norte.

La Rusia zarista estuvo sustentada en una economía agrícola y sustentada en la figura de la servidumbre feudal, no fue sino hasta fines del siglo XIX que comenzó un proceso de industrialización, que se centró sin embargo, en sólo algunas zonas, como las áreas metropolitanas de San Petersburgo y Moscú, así como los Montes Urales, comenzando además el auge de las industrias extractivas de petróleo y recursos minerales. Sin embargo, un Estado estructurado de manera feudal con una población dispersa sobre territorios inmensos con gran diversidad étnica, credos y grados de desarrollo se encontraba en clara desventaja con las potencias centrales, que le arrollaron, lo que precipitó el estallido de la Revolución de Febrero y Octubre de 1917.

El régimen comunista soviético si llevó a una rápida industrialización y modernización del país, sobre todo durante la dictadura de Stalin, quien al igual que Pedro el Grande, condujo el proceso desde arriba y con la brutalidad más absoluta. Tomó a Rusia con yuntas de bueyes y la dejó con bomba atómica y con la victoria militar más grande de la Historia; sin embargo, el estatismo llevó a un sistema económico anquilosado e ineficiente, incapaz de mejorar los niveles de vida de la población, y que gastaba todos los recursos en el poderío militar y su anexo: la carrera espacial. La debilidad económica a la larga, significaría el fin de la Unión Soviética, esto es, en realidad, del Imperio Ruso.

Tras la desastrosa década de los noventa, marcada por el inestable gobierno de Boris Yeltsin, apareció Vladimir Vladimirovich Putin, con quien Rusia, sin duda, se encuentra en camino de resurgir como potencia clave en el mundo, pero como hemos dicho, esto se debe a que el político peterburgués no tiene en frente a estadistas de similar talla a la suya en el hemisferio occidental, tampoco cuenta, al interior de las fronteras del gigante eslavo, con un líder opositor o alternativo que signifique un cambio de rumbo en la política rusa y que pudiera ser apoyado por las potencias occidentales para hacerle sombra o, en su caso, llegar a derrocarle. Bajo su mandato, es cierto, Rusia ha tenido grandes mejoras económicas, sin embargo, Rusia sigue sin contar con un sistema económico capaz de producir bienes de consumo a gran escala y de buena calidad que incluso puedan contar como exportaciones; su base económica siguen siendo las actividades primarias y extractivas: agricultura, minería, petróleo y gas, y la industria armamentística y espacial, ramas en las que el Estado sigue contando con una gran intervención; además, la clase alta, más beneficiada económicamente, sigue siendo la de los "oligarcas" que han crecido a la sombra del Kremlin desde la época de la Perestroika, con lo que Rusia sigue teniendo un sistema sustentado en relaciones que podríamos calificar, de feudales.

De igual forma que en la época zarista y la comunista, además, el principal gasto público se va al ejército, con lo que nada en realidad, ha cambiado.

Aún así, Putin es la "bestia negra" para los gobiernos occidentales y los medios de comunicación igualmente de nuestro hemisferio, ¿porqué? fundamentalmente porque ha mantenido a Rusia al margen de las políticas mundialistas, pues sabe que durante los años noventa, esas mismas políticas buscaron la fragmentación rusa, más allá de la pérdida de las otras catorce repúblicas con las que integraba la URSS. Rusia tiene un territorio inmenso, saturado de recursos naturales que para la industria occidental, depredadora, son una codiciada presa; por ello, Putin ha llevado a cabo una política de fortalecimiento del patriotismo, de los valores cristianos-ortodoxos y del contraste entre la Rusia elegida como tercera Roma y el latinzvo decadente. Y también porque, es indudable, Putin pretende erigir a Rusia de nuevo en un poder si no hegemónico, sí que cuente en el escenario mundial.

Claro, como siempre, las limitaciones que tiene Rusia radican en su economía subdesarrollada, y que, como hemos descrito, vienen desde el siglo XVIII, agravada por una severa crisis demográfica provocada en mucho por los genocidios comunistas y la devastación de la Segunda Guerra Mundial que se cobró la vida de 20 millones de personas. Los mitos de que Rusia tuvo injerencia en las elecciones de EUA chocan con las limitantes económicas de Rusia para haber apoyado económicamente la campaña de Trump, o el Brexit, el "no" colombiano a la paz con las FARC --las que en su momento, fueron financiadas por Moscú-- el separatismo escocés, el separatismo catalán, el régimen Chavista en Venezuela y hasta a la campaña de Andrés Manuel López Obrador, son a mi parecer, exageraciones; sin duda puede haber ciertos apoyos a ciertos movimientos, pero estos deben ser contados, más que nada, porque Putin es un gran realista y un pragmático.

Indudablemente, el régimen instaurado por Hugo Chávez en Venezuela se ha sostenido porque ha contado con el apoyo del Kremlin, pero igualmente de Irán y de China, que han visto en Caracas un voto más en la OPEP para sostener precios del petróleo que convengan a moscovitas y persas como productores de hidrocarburos y a su socio comercial que es Pekín. En cuanto a los separatismos catalán y escocés, al Chavismo como movimiento político general en Sudamérica o al Brexit, si bien en los medios de comunicación controlados o afines al Kremlin como RT o Sputnik han dado una visión muy benévola de estos movimientos, y hasta han dado espacio a personajes como Pablo Iglesias, el ultraizquierdista líder de Podemos, y al expresidente ecuatoriano Correa, para conducir un programa de TV, más eso no quiere decir que efectivamente los esté financiando o sustentando a esos movimientos políticos, lo que implicaría una enorme sangría al Kremlin, que tras lo ocurrido en la Guerra Fría sería suicida, sí en cambio, pretende ejercer un apoyo a través de medios como las citadas cadenas televisoras que tienen mucha audiencia a través de redes sociales. No puede darles más.

Por lo que ve al mentado apoyo de Putin a Trump, e incluso que éste ganó con un fraude electoral orquestado por los rusos, las mismas acusaciones parecen una serie de alegaciones que fueron planteadas por el propio Partido Demócrata en su constante búsqueda de razones para deslegitimar al actual mandatario de la Casa Blanca. Por el contrario, surgió la noticia de una trama de negocios entre el gobierno ruso y la administración de Obama, de la cual resultaron beneficiarios los Clinton, a cambio de asegurar la venta de uranio de EUA a Rusia. En realidad, parece que la intención del empresario neoyorkino, ahora Presidente, es la de conciliar las relaciones con el histórico rival, y entre ambos países dar solución a diversas crisis internacionales en las que ambas potencias pueden ser claves para lograr la paz, como es en el caso de Siria y el de Corea del Norte; es de recordar que para Trump, el objetivo principal de su gobierno es la reconstrucción interna de EUA, al que percibe acertadamente en decadencia y con numerosos problemas internos que las administraciones anteriores de Bush Jr. y Obama le legaron; para abocarse a su política interior de reconstrucción y reforzamiento, necesita tener el exterior en paz; sin embargo, los rumores esparcidos de ser él un títere de Putin le obligan a actuar en sentido contrario, a aplicar sanciones económicas contra el gigante eslavo y a censurar su proceder o a expulsar diplomáticos, como ocurre ahora tras el presunto intento de asesinato contra un desertor, el ex-agente ruso Sergei Skripal y su hija, ocurrido en la vía pública de Londres, y que recuerda el asesinato por envenenamiento raadioactivo del igualmente opositor a Putin Aleksandr Litvinenko en 2006.

Y aquí se da otro desmentido por los mismos hechos: si Putin apoyó al Brexit, ¿cómo es que los que más claman en contra del presidente ruso y le comparan con Stalin o Hitler son la mismísima cúpula del UKIP y de los políticos que promovieron la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea como Nigel Farage o Boris Johnson? ¿No se suponía eran de su gente?

Por último, el presunto apoyo de Putin a López Obrador en nuestro proceso electoral no es más que una fake news en todo su esplendor, es algo imposible, como lo ha afirmado el muchas veces exaltado y amigo de la conspiracionitis Alfredo Jalife, si EUA, Slim y otros intereses fácticos no dejaron entrar las inversiones chinas a México para la construcción del tren de alta velocidad, y desataron el escándalo de la "casa blanca de las Lomas" para sabotear el gobierno de Peña Nieto cuando éste parecía desmarcarse de los dictados de las élites mundialistas con esa propuesta, mucho menos dejarían que si quiera hubiera la más mínima muestra de apoyo al tabasqueño de parte del ex-KGB y AMLO, pese a todo, no es tan tonto como para sentirse confiado en ser un nuevo Fidel Castro y crear con México una situación como si estuvieramos en 1962. 

Aquí cabe señalar que, pese a que Putin, indudablemente, ha demostrado ser un gran líder, y que ha ganado recientemente las elecciones presidenciales nuevamente, con casi el 80% de los votos (véase el vídeo con el que abre esta entrada), y que goza de inmensa popularidad entre muchos occidentales, no se trata de un santo ni de un defensor de la cristiandad per se, como algunos lo ven. Para empezar, es de recordar que los rusos son ferozmente anticatólicos, conservando vivo el recuerdo de la toma de Constantinopla por los Cruzados en 1204 como el hecho que hace imposible la reconciliación con Roma, y que pese a haber permitido el año pasado la procesión de Corpus Christi tras 100 años de la única ocasión en que los rusos católicos --históricamente llamados Rutenos-- la pudieron realizar tras la caída de Nicolás II y antes de que estallara la intolerancia bolchevique, sigue manteniendo vigentes las prohibiciones a la construcción de templos católicos nuevos y a la predicación de misioneros occidentales, manteniendo una firme alianza con, o la subordinación fiel de ésta, la Iglesia Ortodoxa.

En segundo lugar, a pesar de las medidas que ha tomado, está lejos de fortalecer de nuevo a Rusia por sí misma; la labor de Putin ha sido jugar con la debilidad de sus rivales y la falta de liderazgo de éstos. ¿Pero qué pasaría si de repente surge un líder fuerte de entre ellos? Macron, el joven Presidente de Francia parece irse desmarcando, paulatina y tímidamente, de los dictados de Merkel y de los financieros internacionales, podría ser en algún momento, un líder internacional capaz de enfrentarse a Putin cara a cara y en los mismos terrenos, o ¿qué pasaría si apoyaran el surgimiento de una oposición interna fuerte en Rusia? Putin parece no preocuparse actualmente por su sucesión. Algunos hablan de Dimitri Medvediev a quien ya le cedió la presidencia alguna vez y que se mantiene como su Primer Ministro eterno; sin embargo, más parece que fue un caso similar al que tuvimos en México con Porfirio Díaz y Manuel González, compadre de éste y a quien cedió el mando por sólo un periodo presidencial (1880-1884), a la larga, Putin, que tiene ya 65 años, parece no tener prisa por ir preparando a un sucesor: hay versiones que apuntan que su heredera designada es la atractiva y famosa ex-fiscal de Crimea Natalia Poklonskaya, y hay otras que hablan que tras él seguirá la restauración de la monarquía zarista. Nada claro, pero su régimen se sustenta en su persona, y no en instituciones; de nueva cuenta, viene el símil con Díaz.

Por otro lado, Putin no se desmarca del pasado comunista de Rusia y los crímenes cometidos por Stalin y Lenin, por el contrario, ha reivindicado la siniestra figura del dictador georgiano y no ha retirado del santoral cívico a Lenin y a la Revolución; después de todo, la mayor gloria militar de Rusia se logró bajo el mandato del Georgiano, y ha buscado una especie de reconciliación nacional entre las distintas fases imperiales del pasado ruso: el Zarismo, con la elevación a los altares de Nicolás II y su familia, y a erección de monumentos a Alejandro III, Alejandro II y permitiendo que los Romanov volvieran al suelo patrio, pero también reivindicando al pasado Soviético, destacando las victorias y la modernización del país bajo José Vissarionovich Stalin e ignorando las demandas de justicia y de revisión del pasado.

De igual manera, es cierto que Putin tiene censurada y controlada a la prensa, y que muchos opositores han tenido muertes extrañas o sospechosas, además de que en la reciente elección, los demás candidatos, desde los Comunistas o el fanático nacionalista Zhirinovski, parecieron más comparsas de circo que verdaderos aspirantes a ocupar el Kremlin.

No hay que descartar, sin embargo, la posible falsa bandera del caso Skripal y del incendio del centro comercial en la ciudad de Kemerovo, Siberia, justo cuando el mandatario ruso festejaba su reelección, casos que han coincidido curiosamente, como para provocarle problemas; por lo pronto, se le ha venido una crisis diplomática entre Moscú y Londres que se ha saldado con la expulsión de diplomáticos rusos de Inglaterra y otros países occidentales, y la respuesta en el mismo sentido adoptada por Rusia, que ha expulsado a sesenta diplomáticos estadounidenses.

En conclusión: Putin no es ni héroe ni villano, es sin duda uno de los personajes más fascinantes de esta primera parte del siglo XXI y para la historia rusa, será otro Vladimir clave en ella, desde San Vladimiro de Kiev, que se convirtió al Cristianismo, y Vladimir Lenin, padre de la URSS, y ahora Vladimir Putin será considerado como el padre de una nueva Rusia ¿la podrá salvar y empujar hacia la cúspide que siempre ha buscado? Lo veremos, la Historia de este estadista y su juego de ajedrez con Occidente, está lejos de terminar.






2 comentarios:

Jorge Ramírez dijo...

Honestamente tras mucho ver sobre Putin, ya ni siquiera pienso que en realidad busque volver potencia a Rusia, ya solo se me figura un dictador más de este mundo y su historia que solo busca el poder y riqueza personal.

Y lamentablemente para los rusos, jamás verán un verdadero crecimiento económico ni una calidad de vida como la europea (y probablemente hasta de la americana y asiática) mientras sigan aspirando a ser un gran “imperio global” ya que eso los motiva a sacrificar lo que en realidad genera desarrollo económico y prosperidad, la libertad económica e individual para que cada nuevo caudillo/dictador que intente lograr el “sueño ruso” mantenga su poder prohibiendo el acceso a inversiones y manteniendo un gran control en la economía y sus ingresos (ya sea por industria paraestatal, deuda, o impuestos) para sostener su gasto público militar.


Ah y como dato extra; un amigo que es cercano a temas de seguridad y milicia al ser su padre General, me informó que lo de la “casa blanca” y los 43, fue un asunto manejado por EEUU ya cuando al llegar Peña intentó impedirles que lls organismos de seguridad de EEUU hicieran lo que les plazca con permiso de Calderón.

YORCH dijo...

Excelente comentario, concuerdo contigo; el problema de Rusia es que, desde el matrimonio de Iván III con la última princesa romana: Zoé Paleologina, se sintieron herederos del Imperio Romano y se abocaron a un sueño hegemonista sin contar con los medios suficientes para lograrlo, por lo que los rusos se han tenido que conformar con un nivel de vida muy bajo mientras la maquinaria estatal es imponente y poderosa, aunque con bases débiles. Esto lleva a que periódicamente, el sistema colapse y se deba "resetear", la etapa de Iván III-Basilio II-Iván IV el Terrible tronó y llevó a los "tiempos turbulentos", vino la era Romanov y la misma colapsó con la Revolución de 1917, vino la etapa soviética y la misma terminó por hundirse, y ahora está la "Nueva Rusia" de Putin que arrastra los mismos defectos y problemas de siempre.

En cuanto a Putin, creo que al igual que Stalin, o los Zares, tiene un gran patriotismo, pero por supuesto, también ve por su beneficio personal y el de su camarilla.

Y por último, en efecto, la administración de Obama fue nefasta para México, sin embargo, medios y gobierno añoran al afroamericano, que en mucho, fue responsable directo del hundimiento de la administración de Peña, pues fue tremendamente agresiva, realmente, y no retórica o pintada por manipulación mediática como la de Trump.