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5 de diciembre de 2015

SIN EXTREMISMOS Y CON LA CABEZA FRIA: LA HISTORIA NO ES DE BUENOS VS. MALOS


Los acontecimientos actuales son campo fértil para extremismos, no solo para el islámico; como ya lo he dicho aquí, ha habido una polarización en muchos o casi todos los aspectos políticos y sociales, y por supuesto, religiosos: en este blog he comentado cómo el pontificado de Bergoglio ha generado una división en la Iglesia Católica entre sus partidarios y detractores --me reconozco entre los segundos, no me escondo, pero tampoco llego a extremos de muchos que leo en redes sociales-- entre Modernistas y Tradicionalistas, y en ambos campos abundan los fanáticos o los desnortados que se pregonan en un bando, como los que he llamado "Tradilocos" y en realidad despliegan cero conocimiento de la Tradición o de la Eclesiología, pero en cambio, son pródigos en destilar odio hacia todo aquello a lo que, en su ignorancia profunda, complejos y frustraciones, ven culpables, no sé si más que de la situación de la Iglesia, a la suya propia y reivindican a otros profetas del odio y el terror como Hitler; desprestigian con sus dichos a figuras tan relevantes o señeras como Pío XII o reducen a un simplismo irreal a un grande, pero complejo Francisco Franco en España, empañando con sus fanfarronadas a su figura, a la que contribuyen a enmugrar en vez de rescatar.

O qué decir de los "Hispanilocos", que profesan un odio feroz y atroz contra todo aquello Anglosajón y Protestante sin medias tintas y generalizando; mientras trazan una versión hagiográfica del Imperio Español al que ven únicamente como abocado a la Evangelización y a la salvación del mundo. Le echan la culpa exclusivamente a Inglaterra de la decadencia española, cuando las causas de la misma estuvieron en el seno de la propia España y fue mucho más perjudicial para ella su rivalidad y después alianza con la católica Francia, su verdadero archirrival, que todos los ataques y piratas británicos, mientras que a la "Leyenda Negra" no solo contribuyeron los ingleses o los holandeses, sino hasta italianos y por supuesto franceses e incluso portugueses tuvieron su parte en añadir críticas y sátiras sobre la forma de ser de los españoles y el ejercicio de su supremacía, desde los tiempos de las campañas del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba a fines del siglo XV en Italia.

Si bien es cierto que la "Leyenda Negra" es un cúmulo de falsedades y exageraciones, y que España limitó los abusos contra los indígenas, les protegió y reconoció derechos, y que los Virreinatos americanos tuvieron una enorme prosperidad que jamás han vuelto a conocer tras sus independencias, también España se vio impulsada por motivaciones non sanctas en su expansión imperial: el afán de riquezas, por un lado, tanto de los conquistadores como del Estado, y por supuesto, la hegemonía sobre Europa, aunque identificada con la defensa de la Iglesia Católica, tuvo, en mucho, el simple ejercicio del poder como motivación; de ahí que el propio Papa Clemente VII se aliara con Francisco I de Francia en contra de el poderío imperial de Carlos V y que un siglo después, un alto prelado de la Iglesia Católica, el francés Cardenal Richelieu, dijera que:

"Es bien cierto que los españoles aspiran al dominio mundial, como que, hasta ahora, lo único que lo ha evitado son lo disperso de sus dominios y lo escaso de su número."

Por lo que fuera también implacable enemigo de los ibéricos, motivado tanto por la búsqueda de la hegemonía europea para Francia como la defensa de la misma ante la supremacía hispana, incuestionable hasta Rocroi, en que la misma fue destruida por los franceses precisamente. En el caso de los anglosajones, el cisma anglicano se convirtió, con Isabel I, quien sí, fue una mujer astuta y artera, con tácticas sucias como el uso de la piratería y la cruel persecución de católicos, en bandera para alentar al naciente nacionalismo inglés contra esa supremacía española, y lo mismo ocurrió con el protestantismo en Holanda y Alemania: se vio como un distintivo nacionalista en contra de los intereses ibéricos, siendo ésta la causa de que al final, en esos lugares, las herejías de Lutero, Calvino y demás, triunfaran. Probablemente, si no se hubiese dado la fusión de las coronas imperial germana y real española en la persona de Carlos de Gante, o España no hubiese ejercido un poder hegemónico identificado con la Iglesia, al que las otras potencias viesen como un peligro a su Soberanía Nacional, las herejías protestantes hubiesen muerto sin el patrocinio de Estados rivales del poderío español como en su tiempo fue con los Albigenses y Hussitas.

Hoy en día, estos extremistas quieren ver en la Rusia de Vladimir Putin a una especie de salvador de una Europa y un Occidente decadentes y podridos; así lo manifiesta incluso Juan Manuel de Prada, quien con mucha lucidez la más de las veces critica la crisis moral y la corrupción de nuestros dirigentes en este hemisferio, pero tampoco oculta ni su anglofobia o su antisemitismo, como tampoco esconde su a veces cándida creencia en las teorías de la conspiración, a la vez que tiene una visión mesiánica del papel de Moscú. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja y quizá, mucho más pedestre. 

Es indudable que Rusia está volviendo a sus raíces espirituales y culturales, mas no queda del todo claro que esto sea realmente por una reflexión profunda de gobernantes, pueblo y de la Iglesia Ortodoxa, o si se trata en realidad, de la búsqueda de una base ideológica tras el fracaso del Comunismo después de 70 años de régimen soviético: en este sentido, Putin, quien ha bebido de la doctrina de Solzhenitzin, de Zakharov y finalmente, de Alexandr Dugin, ha interpretado el papel de la religión como una fuerza motriz e ideológica para impulsar al Estado ruso como lo fue en la época del zarismo. Igualmente, ha comprendido que Rusia, en crisis demográfica desde la matanza horrible de la Segunda Guerra Mundial y el Estalinismo, no puede permitirse caer en el hedonismo estéril de Occidente ni tampoco puede dejar que su sociedad se ablande como lo han hecho las sociedades occidentales; esto es, quiere una sociedad virtuosa pero no porque sea lo más agradable a Dios, sino porque es la fuerza del Estado. De igual forma, renueva el vínculo de subordinación de la Iglesia al Estado en el Cesaropapismo que es característico del Cisma Oriental desde los tiempos de Focio y Miguel Cerulario y que en Occidente no llegó a darse gracias al valor de San Gregorio VII, el gran Hildebrando.

En la lucha contra el ISIS no se trata de una cruzada de la Cristiandad liderada por la "Tercera Roma" contra el Islam pagano, sino de una lucha de Rusia por volver a ser contada como gran potencia e imponerse en Medio Oriente desplazando a un EUA que se ha debilitado a sí mismo por sus alianzas aberrantes con los regímenes islamistas de la península arábiga. De igual forma, se está dando el choque de la renaciente Rusia con los nuevos poderes imperiales que surgen en la zona: el propio ISIS, germen de un nuevo Califato, o sus patronos: Turquía y las monarquías árabes.

Cierto, existe la tentación de calificar como "bueno" o "malo" a los actores de los acontecimientos históricos; esto no debe hacerse: un juicio moral tan concluyente puede ser parcial o tendencioso: sin duda lo que hace Putin de combatir el homosexualismo o las drogas, el rescatar las virtudes cristianas o valores cívicos y las tradiciones rusas son positivas para el gigante eslavo; sin embargo, nos debe quedar claro que para él, que el resto del mundo sea Sodoma o arda como el infierno no le importa, o quizá sí, pero porque le beneficia, no es de extrañarse que caiga en contradicciones tales como combatir en Rusia a la propaganda homosexual o las drogas, mientras que endosaba su apoyo a José Mújica en Uruguay que legalizaba ambas cosas, o también, que mientras acusa a EUA y a las potencias occidentales de apoyar al terrorismo islamista y de amenazar a Rusia con el régimen títere de Ucrania, se encuentre apoyando en Sudamérica a gobiernos tiránicos, dementes y destructivos para sus pueblos como el de la dictadura chavista en Venezuela, liderado actualmente por Nicolás Maduro.

Que me perdone Juan Manuel de Prada, pero no le veo virtud cristiana alguna a apoyar con dinero, tratados comerciales y armas a un régimen que se ha abocado a restringir libertades como la expresión, la asociación y a quejarse de las malas acciones del gobierno o a denunciar las corruptelas y locuras de éste. El combate a la oposición, con la persecución artera y feroz que el ex-chófer de transporte público y después guardaespaldas y sicario a las órdenes del Teniente Coronel Chávez no es luchar contra el "pudridero occidental", sino ser la parte más avanzada y putrefacta de ése, no olvidemos que el régimen surgió de la Democracia, y como tanto el Estagirita como Polibio lo plantearan, ésta ha derivado en la más asquerosa, cruel y espantosa Tiranía ex parte principii, jamás sabremos qué es lo que ocurrió con Hugo Chávez quien como parte de su propaganda fingió un cáncer, pero que murió en el transcurso de una visita a Cuba para supuestamente tratarse de su enfermedad sin que se le viera en estado terminal; jamás se vio su cadáver, y fue sustituido por un hombre ignorante, bruto y de retórica barata, violento y furibundo.

Entre tanto, quizá Putin sonríe nostálgico al ver las largas colas de gente para comprar una pieza de pan en las tiendas de Caracas, la misma imagen que se daba en Moscú durante los tiempos soviéticos en que el control de precios y el colectivismo hundió la economía al no haber estímulos a la producción. El régimen que sostiene con sus rublos y kalashnikovs está hundiendo a su propio pueblo en el desabasto y el hambre, en la miseria y la violencia, y practica un terrorismo de Estado como lo que ocurre con Leopoldo López, (en la foto que abre la entrada) líder opositor que desde hace ya más de un año se encuentra prisionero por el régimen, torturado y aislado del resto del mundo; entre tanto, los medios oficiales rusos como RT nos predican que Venezuela es un paraíso, y que López es un peligroso terrorista, pese a los testimonios de conocidos venezolanos o de gente que ha viajado a dicho país, y la evidencia en la prensa y otros medios que atestiguan cómo el país sudamericano se ha convertido en generador de prostitutas como Hungría, República Checa o Cuba y otros países destrozados por el comunismo y también, por la depredadora intervención Moscovita en el pasado.

No podemos negar la visión de Putin como estadista y su valentía para remar contra corriente, sí, de un sistema mundial corrupto y corruptor, pero es faltar a la verdad el pensar que lo impulsa una especie de pureza de conciencia y no el interés nacional más frío y calculado. Rusia es esperanza, pero solo para los rusos, el resto del mundo bien puede irse al garete y destruirse, que el oso está hambriento y presto a alimentarse de la carroña que dejemos. Rusia puede ser representante de la Cristiandad, pero que no se nos olvide que los rusos son y fueron cismáticos desde mucho antes que los ingleses, y que resulta un tanto extraño que haya tradicionalistas que veneren a Nicolás II como santo cuando su canonización no es válida para un católico y es muy cuestionable: por ser cismático, inepto, cobarde y hasta probablemente cornudo, y ni se diga de su mujer Alejandra de Hesse, supersticiosa, intrigante y quizá infiel. que no se les olvide que los Polacos, que han refrendado su catolicismo, más ahora con la victoria de un partido político que se mantiene a favor de la Tradición y de la Moral objetiva y se pronuncia en contra de los dictados de la Unión Europea, pero a la vez quiere mantener sus nexos con la OTAN ante el recuerdo de que bajo el dominio de la Santa Rusia los cosacos ortodoxos les perseguían y cazaban, que bajo la URSS se dio la terrible matanza de Katyn o cómo se les obligó a someterse a la dictadura de hierro de militares y comunistas serviles a Moscú y que no queda claro la muerte hace pocos años, ya con Putin en el Kremlin, de sus dirigentes políticos en un avión que cayó en territorio ruso.

Para concluir, con esto no me uno a la Rusofobia ni a la defensa del pudridero occidental que me tiene harto y asqueado, sino quiero poner las cosas claras: Vladimir Vladimirovich Putin es un hombre admirable, un gran estadista y un gran defensor de los intereses rusos --mal haría si no lo fuera-- pero es precisa y solamente eso; no es ningún restaurador ni ningún salvador, la defensa descarada que hace el Kremlin del régimen chavista es tan atroz y deleznable como la alianza de EUA, o de la Administración Obama con el ISIS, y Putin muy probablemente sabe muy bien que el Gobierno de Maduro es la parte más putrefacta y descompuesta de ese pudridero occidental, y quiere y espera, que el pudridero aumente, a fin de que Rusia logre sus sueños hegemónicos que se remontan a Iván III y la asunción del título de César como heredero de Roma y Constantinopla.

Lo triste es que nadie hace nada en todo el mundo por el pueblo de Venezuela: ni los Conservadores extremos, precisamente porque ven en el régimen un frente abierto contra el "Gran Satan Anglo-Sionista" por Putin, ni la Izquierda Progresista, que, al igual que con el criminal régimen de los Castro en Cuba, ahora triunfante, ven los prolegómenos de una historia similar que terminará con un EUA humillado, aceptando reverentemente la perpetuación de la tiranía y el fin del Capitalismo en el que precisamente ese retazo de hipócritas en los dos extremos del espectro político viven, medran y tienen la oportunidad de opinar y expresarse.

Mañana son las elecciones en Venezuela, mi pronóstico es sombrío; aún así, desde aquí me uno a quienes piden la liberación de Leopoldo López y llamo a los tradicionalistas y conservadores a despertar y dejar de hacerse ilusiones escatológicas, pongan los pies en la Tierra y vean la realidad.

3 comentarios:

Carlo dijo...

Muy buen análisis, con el cual coincido en casi todo. Yo también admiro mucho a Putin, él y Orban son los únicos líderes que pueden todavía ser considerados cristianos, a pesar de sus defectos. Pero Putin es el único líder de una gran potencia independiente y soberana - Hungría, miembro de la OTAN y la UE, no es ni una cosa ni otra, y por lo tanto es muy poco lo que puede hacer Orban, hasta en el país donde él (nominalmente) es el jefe de gobierno.
Lo que quería comentar no es tanto un desacuerdo, pero hay que matizar la siguiente crítica a Putin: "sin embargo, nos debe quedar claro que para él [Putin], que el resto del mundo sea Sodoma o arda como el infierno no le importa" Y por qué debería importarle? Putin es el líder temporal de Rusia, no el salvador de la humanidad. Está está haciendo un buen trabajo en su país (no perfecto, no impecable, pero muchísimo mejor que sus colegas en otros países nominalmente cristianos), y eso es lo que le importa. Soy católico tradicionalista y admiro mucho a Rusia en varios aspectos, pero esperar que seamos "salvados" por los rusos es una tontería enorme. Eso no va a suceder. El gran valor que podemos obtener de Rusia es aprender de su experiencia, un país en el cual el cristianismo fue casi erradicado (así como el Occidente actual) pero que está retornando como fuerza social importante, e intentar hacer algo semejante. Quisiera ver a políticos católicos con programas semejantes al de Putin - apoyo a los valores tradicionales del cristianismo, defensa de los intereses nacionales (y no soporte de ideologías ateístas globales, como los "derechos humanos", la "democracia" y la "tolerancia", como lo hacen UE y EEUU). En EEUU y Europa hay algunos políticos que defienden programas semejantes (en Latinoamérica la cosa es más complicada, el progresismo en sus diferentes variantes, no solo izquierdista sino también liberal, como el del recientemente electo presidente de Argentina, monopoliza la vida política local), esperemos que logren ascender a pesar de la enorme campaña de opinión pública en su contra.

Carlo dijo...

Dos puntos más que me ocurrieron ahora. Uno religioso: los ortodoxos serán cismáticos, pero no herejes, y eso los hace muy distintos de los protestantes. Los ortodoxos conservaron el depósito de la fe, su jerarquía está dentro de la sucesión apostólica, y por eso sus sacramentos son válidos. Nada de eso se aplica a los protestantes. Por eso, el ecumenismo tiene sentido con los ortodoxos, aunque es un triste hecho que muchos de ellos no están interesados en reunirse con Roma e insisten en seguir en cisma. Pero no podemos esperar una reunión con protestantes, por ejemplo, que niegan hasta la presencia real de Cristo en la Eucaristía. No hay el menor sentido en los diálogos ecuménicos con los protestantes, lo único que se les puede pedir es que abandonen sus herejías.
El otro punto es respecto a los polacos: sí, los rusos los ocuparon y los oprimieron, principalmente en el siglo 19 y la época soviética, pero también aquellos nunca perdieron una oportunidad de atacar y ocupar a Rusia cuando esta estuvo débil. Fue así cuando los mongoles saquearon Kiev y Polonia invadió gran parte del territorio occidental de Rusia, creando lo que hoy llamamos "Ucrania"; en los "tiempos de los problemas" (la crisis sucesoria después de la muerte de Boris Godunov a fines del siglo 16), cuando llegaron a ocupar Moscú; los polacos constituyeron una de las principales fuerzas en la "Gran Armée" de Napoleón en su campaña rusa en 1812 (y esta fue la principal causa de la pérdida definitiva de su estado en 1815); y en 1917, después de las revoluciones, también aprovecharon para invadir grandes territorios de Bielorusia y Ucrania. En la historia vemos que los polacos, a pesar de su fama de "oprimidos", no fueron exactamente unos pobres mártires, y no perdieron ninguna oportunidad de causar problemas a sus vecinos (y no solamente rusos, también a alemanes, lituanos y checos). Y hoy en día, a pesar de considerarse católicos y conservadores, no tienen el menor pudor de esperar que la OTAN y UE, los núcleos duros del Nuevo Orden Mundial, los protejan. Los polacos siempre elijieron mal sus aliados, y otra vez más se verán en problemas por eso.

Anónimo dijo...

Que sigue?