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20 de abril de 2014

HOUSE OF CARDS


Aun no termino de ver la primera temporada de la serie de TV por Internet (fue producida para visualizarse en forma exclusiva por Netflix), House of Cards "Castillo de Naipes", sería su traducción más correcta al Español, con los excelentes Kevin Spacey y Robin Wright en los papeles protagónicos, y ya considero que estamos ante una verdadera obra maestra y un clásico de todos los tiempos de la ficción política, una ficción, sin embargo, muy real y eso es lo que le hace ser tan impresionantemente buena.

Esta serie, al igual que la magnífica Homeland, sin embargo, solo pudo ser posible en la actualidad, cuando el desencanto del público estadounidense y en general, de gran parte del público mundial, hacia los políticos provenientes de los partidos y que ejercen cargos de elección popular se ha globalizado, se ha extendido y se da ya un verdadero clima de decepción respecto a la Democracia; hace unos 15 o 20 años esto era impensable: en EUA, los medios retrataban a los gobernantes y políticos con tintes heroicos, llegando al clímax en ese bodrio protagonizado por Harrison Ford: Air Force One, en que el Presidente de la República se convertía en un héroe de acción capaz de detener un complot terrorista con sus puños, echando bala y haciendo acrobacias a 3,000 pies de altura, pero claro, siempre aparecían luego políticos corruptos traidores al "Sueño Americano", por lo general un Senador, un diputado de la Cámara de Representantes o un Alcalde, lo que dejaba ver cómo debido a las reelecciones indefinidas en esos casos, en la realidad, surgen caciques que nada tienen que envidiar a los que imperan en los países situados al sur del Río Bravo y no son muy diferentes a ellos, (por cierto, casi nunca aparecía un Gobernador, en un guiño al reducido poder que tienen en EUA los mandatarios locales, muchas veces subordinados a los poderes económicos regionales y a los legisladores federales hermanados a estos, así por ejemplo, todo mundo sabe que el alcalde de Nueva York es el financiero Michael Bloomberg, pero nadie se acuerda del nombre del Gobernador de la entidad federativa homónima) sin embargo, esos villanos eran siempre capturados por el "muchacho chicho" de la película, el Presidente los descubría detrás del complot para matarlo y eran eliminados cuando no encarcelados: nada perturbaba el ideal celestial del paraíso democrático en su templo: el Capitolio de Washington.

Pero hoy las cosas son distintas, hoy la gente tiene acceso a más información y tras los fiascos que han sido los Gobiernos sucesivos de Bush Jr. y Obama, la gente empieza a abrir los ojos incluso en el ¿todavía? país más poderoso del mundo: no es solo un senador, un congresista, un alcalde... todo, absolutamente todo el sistema está corrompido y en él campea la más absoluta amoralidad, cuando no la inmoralidad y los fines de los que integran al sistema no es el logro del Bien Común, sino el uso, abuso, goce y disfrute del Poder tal y como Nicolás Maquiavelo lo describiese hace 500 años.

Se ha sido muy duro con el secretario florentino desde que, en el siglo XVI, presuntamente separó la Política de la Moral; él no lo hizo, simplemente se limitó a concluir que ello siempre había sido así y para ello su obra magna El Príncipe, se encuentra llena de ejemplos tanto de la sangrienta como corrupta política de los príncipes renacentistas, tanto italianos como extranjeros:  Fernando el Católico de Aragón es mostrado como un ejemplo de astucia, el hispanoitaliano y villano favorito de la leyenda negra anticatólica César Borgia y los reyes franceses de aquel entonces, sino también ejemplos tomados de la antigüedad clásica grecorromana, creo, finalmente que en ningún momento la política ha sido tan amoral como en la República Romana... aunque pensándolo bien, la época actual la superará. Esta serie nos muestra con total descaro la en realidad enorme distancia que separa hoy en día a los ciudadanos de sus gobernantes, quienes supuestamente son sus representantes y responden ante ellos, pero que, en realidad, solo responden a sí mismos y no defienden más intereses que los propios. Esto se retrata sin ambages en esta serie y es el primero de sus aciertos:

House of Cards nos demuestra con total crudeza la realidad del sistema democrático representativo en el ejemplo estadounidense, el supestamente paladín de esta forma de gobierno, --cabe decir que la serie se encuentra basada en una serie de TV británica, derivada a su vez de una novela del escritor inglés Lord Michael Dobbs quien hizo una dedicada disección del sistema parlamentario de la Monarquía Británica basado en sus experiencias como legislador tanto en la Cámara de los Comunes como de los Lores, mostrando la falsedad de los principios democráticos, en este caso, tiene todo un simbolismo el hecho que la imagen promocional de la serie sea a Spacey, o más bien su personaje: Francis Underwood, sentado en el trono de mármol del monumento a Abraham Lincoln donde se encuentra la gigantesca estatua sedente de este prócer: Lincoln dijo en su discurso posterior a la Batalla de Gettysburg que la Democracia era el "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", la desafiante pose de un Underwood con las manos sucias de sangre le enmienda la plana al nativo de Illinois para decirle que, en realidad, es "el gobierno de los políticos, por los políticos y para los políticos", cabe señalar que la adaptación televisiva en el ámbito norteamericano resulta ser mucho más interesante que la británica, dado que el sistema estadounidense es más conocido por la generalidad y mucho más simple de entender que esa amalgama de resabios de absolutismo monárquico, feudalismo, democracia representativa y privilegios heredados que es el sistema inglés, un verdadero Frankenstein que se mantiene vivo pese a todo en este siglo XXI pero que es muy particular a la isla del Mar del Norte, mientras que los elementos del sistema norteamericano son más compartidos por muchos otros sistemas, como el mexicano.

El pueblo es el factor al que hay que contentar, manipular y mantener alimentado y feliz con engaños y triquiñuelas y al que, en realidad se desprecia por parte de esta casta que, surgida a partir de las Revoluciones Democráticas como la misma Independencia norteamericana en 1776, la Francesa y demás, se hizo con el poder y lo ejerce con mayor despotismo, suciedad y abuso que las noblezas del Ancién Régime, o de los Señores Feudales; finalmente, en aquellas épocas, los gobernantes se movían en un ámbito religioso que les hacía sentirse responsables ante un poder más alto, ante la Historia y tener mayor conciencia de su deber hacia el pueblo como el de un padre ante su familia, no es de extrañarse que entre más Democracia y más "igualdad" el gobernante fuera desapareciendo del campo de batalla y dejase de compartir los peligros de la batalla con sus soldados y de sufrir iguales privaciones, muchos monarcas antiguos y medievales combatieron y hasta murieron combatiendo en primera línea, como el Rey Sueco Gustavo Adolfo o el portugués Don Sebastián, por ejemplo, mientras que ningún Presidente de Estados Unidos lo ha hecho, y las experiencias bélicas, en combate real las vivieron antes de ser mandatarios, como en los casos de Andrew Jackson, Zachary Taylor, Ulysses Grant o Ike Eissenhower (y éste último fue siempre un administrador situado lejos de las balas), por el contrario, los últimos Presidentes norteamericanos huyeron de la perspectiva de guerrear en Vietnam: casos de Clinton y Bush Jr., o presumieron de pacifistas y jamás han tocado un arma, como el caso de Obama, pero sentados en la silla presidencial no han tenido empacho de mandar hombres a la muerte o a matar, mientras ellos se quedan en casa gozando de todas las comodidades. Los Políticos, esta casta que integra los partidos y nos gobierna en EUA, España, México, Argentina, Alemania, Inglaterra o donde sea, son en general ateos o agnósticos que no creen ni respetan moral alguna y no tienen otras miras más que mantenerse en la cima de la cadena alimenticia, medrando con el dinero de contribuyentes y donantes a los que parasitan.

Se dice que Obama tiene a esta serie entre sus programas de TV favoritos, no se si lo haya percibido, pero en la serie hay una directa crítica a su Administración, el personaje de Spacey es militante del Partido Demócrata y el poder está en manos de un Gobierno Demócrata también: el Presidente es retratado como un hombre débil y manipulable, que formalmente ostenta el máximo poder en la Nación y en el mundo, pero en realidad es movido por toda una estructura detrás, el conflicto está en ver quién se convierte en el titiritero que controlará todo ese tinglado, el Vicepresidente, entre tanto, es el vivo retrato de Joseph Biden: un anciano al que todos consideran obsoleto y relegan de la toma de decisiones, dejándolo a cumplir un rol meramente ceremonial, cumpliendo aquello de que la vicepresidencia de EUA es el trabajo más absurdo del mundo. En todo, se retrata lo que siempre se ha criticado al Partido Demócrata desde fines del siglo XIX: sus redes clientelares, el tráfico de influencias y las intrigas, corrupción y fraude.

La serie entre sus otros méritos cuenta con su extraordinario elenco: Kevin Spacey está haciendo la mayor actuación de su carrera y ha construido un personaje que en realidad es un monstruo: frío, calculador, insensible, egoísta e inmensamente narcisista que ve en los demás meros instrumentos para la obtención o mantenimiento de su poder, no tiene hijos ni amigos reales: solo aliados, apéndices, asistentes o subordinados, y se encuentra casado con Claire Underwood, interpretada por Robin Wright, una mujer igualmente incapaz de sentir emociones o sentimientos, ambiciosa, fría y cruel, que por supuesto hubiera sido irracional verla con hijos, el "amor" que se tienen ambos es, en realidad, el compartir un objetivo político: llegar a la cima, a obtener el poder como sea y al costo que sea.  Spacey dirige la bancada demócrata en la Cámara Baja y tiene un poder inmenso, mayor al del Presidente, incluso, su esposa dirige una fundación con proyectos supuestamente humanitarios para la dotación de agua potable en EUA y el exterior, pero que en realidad buscan lucrar para extraer fondos a usar en campañas políticas y su disfrute personal.

Zoey Barnes, encarnada por Kate Mara, ilustra a la perfección la relación adúltera entre medios y política, una especie de matrimonio de conveniencia o más bien, una relación de prostitución mutua como la que establece con Underwood, su compromiso no es con la verdad, sino por la obtención de migajas de poder y de ascenso profesional en un ambiente igualmente corrupto mientras se ayuda al sistema a sostenerse.

Pete Russo, encarnado por Corey Stoll, encarna al político joven pero carente en realidad de aptitudes y principios, en proceso de autodestrucción por sus vicios, llegado al Poder legislativo por su carisma personal y apoyos insospechados, es la herramienta perfecta a ser manipulado por los viejos lobos de mar como Underwood, que le lanza a la gubernatura de Pennsilvania, pues sabe que será un títere perfecto, un inútil completo incapaz de tomar decisiones por sí mismo, pero que le permitirá al ambicioso político ejercer el poder directo sobre ese estado de la costa este, en esa subordinación de los gobiernos estatales a los poderosos legisladores federales y sus grupos de interés de la que hablaba líneas más arriba.

En toda la serie, campea el espíritu de la tragedia, flota no sobre los personajes, salvo quizá Russo que tal vez se convierta o en víctima propiciatoria en aras del poder de Underwood, o si se rebela, en su peor pesadilla, en el cuervo que le comerá los ojos, pero la tragedia principal gravita sobre el pueblo norteamericano y sobre cualquier otro: la tragedia de que la Democracia no es más que un engaño, una puesta en escena, las Leyes no se hacen en interés del pueblo, sino en el de los políticos que detentan el poder y lo tienen sometido. Hoy más que nunca se vive bajo el despotismo más abyecto disfrazado de libertad gracias a la prensa, la propaganda y las frivolidades.

Por todo ello, creo que House of Cards es probablemente, la producción televisiva más importante actualmente en transmisión. Vale la pena verla.

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