Las elecciones presidenciales en Venezuela, entre el candidato heredero de Chávez y continuador del régimen: Nicolás Maduro y el joven líder de la oposición, Henrique Capriles Radonski cada vez más parece una contienda entre la locura y la razón, entre el fanatismo y la templanza, entre la demagogia pura y un liderazgo verdadero, o entre la comedia y la seriedad.
El colmo vino representado por las recientes declaraciones del candidato Maduro respecto a la presunta santidad de Chávez, que éste influyó ante el mismísimo Dios para que del cónclave fuera electo Su Santidad Francisco I, la elaboración de un corto de dibujos animados en la que se pretende presentar la entrada de Chávez en el Paraíso o ahora, aducir que el Teniente Coronel se le apareció en forma de un pájaro y le bendijo, impulsándolo a seguir en su campaña; evidentemente, Maduro juega y tiene a su favor la ignorancia, la credulidad y la situación de la pobreza de gran parte del pueblo venezolano, que se ha visto beneficiada por el asistencialismo del régimen, que le ha quitado la pesada loza del trabajo para vivir del presupuesto gubernamental, mismo que se sostiene de la enorme producción petrolera y de las inversiones rusas, persas y chinas que han entrado en el país y le usan como "cabeza de playa" en el mismo continente de la todavía súperpotencia norteamericana, que gracias al régimen bolivariano ha visto minada su presencia y su fuerza en su otrora "patio trasero".
Ese apoyo internacional sin duda está apuntalando al régimen, como ya lo hemos dicho, pero no sería suficiente sin el decidido apoyo que la mayoría del pueblo venezolano le brinda, contrario a lo que se diga, el chavismo no es antidemocrático, es sin lugar a dudas, la culminación máxima de la Democracia, y con esto, estoy muy lejos de dar una opinión positiva a lo que está sucediendo en la hermana nación sudamericana.
La democratización ha ido a la par de la vulgarización de la cultura: la educación hoy en día, ya lo hemos dicho, no se preocupa por formar personas con cultura sólida y curiosidad para buscar el conocimiento, sino mano de obra calificada, gerentes y ejecutivos capaces de ejecutar órdenes y realizar tareas, pero no se forma a gente capaz de pensar, las redes sociales sustituyen a las tertulias y a la conversación y se vuelven reflejo de la cultura de masas y la apoteosis de la estupidez colectiva, como el bailecito llamado "Harlem Shake" o los dichos y hechos de un borracho, se convierten en estandarte y grito de guerra en contiendas deportivas entonados por las masas, como el famoso "Fua" de hace unos años, esos son algunos de los ejemplos de la cultura y pensamiento borreguil que impera hoy en día. En este sentido, concuerdo totalmente con lo planteado por el sitio Contrapeso.info, respecto cómo los medios han contribuido enormemente a ese aborregamiento de la gente.
Basta ver los resultados de una reciente encuesta realizada en Estados Unidos que demuestra cómo se encuentran arraigadas en gran parte de la población una serie de supersticiones, "leyendas urbanas" y mitos modernos que se han extendido a través del Internet y las redes sociales; estos medios, en vez de servir de difusión de la alta cultura, de la ciencia y el conocimiento auténtico, han servido, por el contrario, para difundir la pseudociencia, los prejuicios y las mentiras, y sobre todo, la incertidumbre que abunda hoy en día en un ambiente en el que la enorme pluralidad de opiniones, ideas y teorías inundan la red, por tanto, se siembran bosques para no ver el árbol, y ante esto, el Estado pretende aparecer como único o último refugio de certeza para los individuos cada vez más desarraigados, más dudosos ante las tradiciones, la Historia, la fe o las ideas, se acude ante los órganos del Estado para que estos definan y fijen criterios a ser aceptados por todos, el pueblo, a diferencia de los Griegos, ya no participa en la toma de decisiones o elabora propuestas, son los grupos de interés lo que lo hacen, los "lobbies", y sobre todo la clase política a partir de sus partidos los que apuestan por gozar de tan enorme poder, por lo que no es de extrañarse que, hoy en día, las eternas pugnas políticas y electorales entre los partidos sean el centro de las noticias y de la vida de los Estados, contra la horizontalidad en la toma de decisiones, presente en el modelo ateniense de Democracia antigua, ahora se tiene un cada vez mayor totalitarismo de los gobernantes, que se justifican en ser elegidos por los ciudadanos que integran el padrón electoral para, posteriormente, ejercer no solo como dirigentes políticos o legisladores, sino hasta como referentes morales, o como pasa en el caso venezolano, casi como divinidades sobre una población enajenada y manipulable.
En este contexto, los demagogos como Maduro y sus demenciales alusiones a Chávez, Correa, Morales o Fernández de Kirchner y el mismo Obama, la tienen fácil, basta el mensaje mediático dirigido hacia la mayoría de la población educada no por la academia y ni siquiera formada por la familia --misma que se encuentra en proceso de destrucción-- sino por las pantallas de TV, computadoras y teléfonos móviles, para ganar adeptos devotos que se tragaran todo.
Por ello, no nos deben extrañar estas declaraciones como las que hace Maduro y que incluso mucha gente se las trague, y aunque Capriles sube en las encuestas, es mucho más probable el triunfo de Maduro, hombre de bajá extracción, inculto, sin estudios y antiguo chófer de transporte público, pero que sabe manejar ese discurso "pobrista" que tan buenos efectos tiene en el latinoamericano promedio y que cuenta, detrás de él, con el respaldo de las potencias emergentes y de todo el Estado venezolano para mantenerse en el poder. La gente, en las democracias, no vota por quien sea objetivamente mejor o esté más capacitado para gobernar, sino por quien quien les hable más bonito: es una cuestión emocional, como el adolescente que corteja a una muchacha, el que le diga lo que quiere oír, le prometa las cosas más dulces o celestiales y se exhiba visualmente como el mejor. Y esto incluso es presente en el mundo desarrollado, solo así es explicable que en Italia Berlusconi se mantenga en la vida política pese a su corrupción, inmoralidad y desvergüenza, o que un contestatario sin ideas como Grillo tenga éxito y siga empantanada la formación de una nueva administración en Italia.
Pero en fin, acostumbrémonos, este "fundamentalismo democrático" que en realidad nos está llevando a una nueva forma de totalitarismo con el aval de los votos, se seguirá extendiendo, y no nos extrañemos que los Maduro: populacheros pero incapaces e ignorantes, continúen llegando al poder en muchos países. Occidente seguirá en una decadencia que sus propios pueblos parecen querer.
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