No cabe duda que la italiana Oriana Fallaci, fallecida en el año 2006, víctima del cáncer, fue una de las periodistas más importantes del siglo XX, especialmente dotada como entrevistadora, llegó a interrogar a personajes clave de la pasada centuria, como Fidel Castro, Henry Kissinger o el Ayatolla Khomeini.
Hace unos días y debido a los atentados en Noruega, un amigo posteó en su página del Facebook el artículo escrito por esta autora con motivo de los ataques a EUA el 11 de septiembre del año 2001, mismo que tituló, y muy adecuadamente, a mi parecer, como "La Rabia y el Orgullo" y que puede servir para entender, mas no justificar, los trágicos acontecimientos de Oslo ocurridos la semana pasada. Considero que, efectivamente, el título de la pieza escrita por la Fallaci fue de lo más correcto, pues el mismo fue escrito con el hígado, y por tanto, con mucha rabia y mucho orgullo herido, al momento de ocurrir aquellos ataques, pero con muy poca racionalización, y eso fue una pena, pues la autora despotrica en base a los prejuicios y las impresiones adquiridas de su visita a los países islámicos y tras haber conocido a líderes radicales como Arafat o el mencionado Khomeini, y una idolatría ciega a los logros y acciones de Estados Unidos, lo cual es comprensible en una persona impactada por ver directamente los espectaculares daños ocasionados por los aviones estrellados en el World Trade Center, al vivir en Manhattan, y que además ya padecía en forma aguda los estragos de su enfermedad.
Sin embargo y pese a ello, creo que también, Doña Oriana tenía parcialmente la razón en algunas cuestiones que señala en su artículo.
Pero vayamos por partes: en primer término, es cierto que la Civilización Islámica y la Occidental tienden a chocar, pero este choque no es actual, ni se origina únicamente por la fundación del Estado de Israel en 1948, o por la disolución del Imperio Otomano en 1918, ni siquiera viene de las Cruzadas. La oposición entre Medio Oriente y Occidente viene de tiempos muy antiguos: Herodoto dirá que desde el rapto de Europa, princesa fenicia, por el dios griego Zeus metamorfoseado en toro, pero lo que es cierto es que fenicios e hititas fueron rivales de los minóicos cretenses y de los griegos micénicos, y que la rivalidad escaló aún más con las Guerras Médicas entre las ciudades-estado griegas clásicas y el Imperio Persa en su búsqueda de expansión. La rivalidad oriente-occidente continuó entre la conquistadora Roma y los reinos helenísticos y el Imperio contra los Partos y los Persas Sasánidas, estos, enmedio de la lucha contra Heraclio, César reinante en Constantinopla, cedieron la estafeta al nuevo poder imperial en oriente: el Califato Musulmán, y así ha seguido hasta nuestros días, con episodios tales como la invasión islámica a España, las Cruzadas, la expansión Otomana en los Balcanes, y los conflictos árabe-israelíes en el siglo XX y el terrorismo radical venido de entonces.
Y es que el Islam es la evolución directa de las civilizaciones de Medio Oriente: las bases caldeas y babilónicas, el expansionismo y belicismo asirio, el sistema político persa y la visión sagrada o religiosa del poder del Egipto faraónico; Mahoma, pese a que hábilmente se inscribió a sí mismo en la línea de la tradición religiosa judeo-cristiana, en realidad corresponde a la serie de reformadores religiosos ajenos a ésta y que fueron haciendo evolucionar al paganismo de Medio Oriente hacia un monoteísmo "natural", como fueron Akhenatón, Zoroastro, Mani o Apolonio de Tiana antes de él. Alá, lo hemos dicho, no es el mismo Dios de judíos y cristianos, sino una concepción modernizada y abstracta del antiguo dios lunar babilónico Baal, pero esto no lo ve la periodista italiana, cuya concpeción del Islam es muy superficial y prejuiciada que le impide ver todo el Iceberg que se esconde bajo las aguas. Es una civilización muy rica y que cuenta con un acervo cultural impresionante, igual que Occidente, pero diferente.
Olvida Fallaci que mucha de la oposición o del enojo del musulmán contra Occidente, o esa misma rabia y orgullo que ella sintió en ese momento surgió de las promesas incumplidas a partir de la Primera Guerra Mundial: Unas potencias europeas que mandaron a un nerd como T.E. Lawrence con la misión de amarrar navajas y que lo consiguió magistralmente estimulando la rivalidad entre árabes y turcos al interior del islam y que al final sólo les ofreció promesas rotas por los intereses petroleros de ingleses y franceses que dividieron y repartieron lo que quedaba del Imperio Islámico para explotar los hidrocarburos en protectorados donde colocaron en el poder a familias de potentados mezquinos y corruptos, y que vieron a los árabes no como iguales con quien aliarse, sino como inferiores a los que había que colonizar. Apoyaron igualmente a un genocida como Atatürk que además de destruir a los Armenios, que habían sido tolerados por los musulmanes y expulsar a los Griegos de la Jonia, destruyó la cultura nativa turca para hacer vivir a su pueblo en la farsa de ser Occidentales y la vana ilusión de algún día ser plenamente aceptados como europeos.
Después, vino lo peor: la fundación del Estado de Israel y el apoyo completo de los norteamericanos a éste, pese a que es un régimen tanto o más autoritario y fanático religioso y nacionalista que cualquier islámico.
Es cierto que el Islam no cuenta con los logros materiales de Occidente. Las civilizaciones de Medio Oriente, se han caracterizado por un rápido impulso inicial que después se va perdiendo y termina en un estancamiento . Por otro lado, eso mismo ocurrió con las civilizaciones de Lejano Oriente: China, Japón o la India. Claro que, por ejemplo, el impacto de los musulmanes como presuntos salvadores de la tradición grecorromana o de Córdoba o Bagdad como centros intelectuales con una trascendencia similar a la de la Atenas clásica es una total exageración que sobre todo fue alentada por los anglosajones protestantes, interesados en disminuir el papel salvador de la cultura hecho por la Iglesia Católica en la Edad Media, en particular por monjes benedictinos e irlandeses. Aún así, no se puede negar el papel de algunos intelectuales como Al-Juarismi y otros matemáticos, que legaron el álgebra, los logaritmos y algoritmos, o astrónomos como Ulugh Begh, sin los que Occidente no pordría haber hecho muchos de sus logros, ni tampoco puede negarse que los mongoles musulmanes que reinaron en la India construyeron el edificio más perfecto del mundo: el Taj-Mahal. También es muy cierto que la literatura de Dante Alighieri es infinitamente superior a la de Omar Khayan, pero tampoco puede negarse que una obra literaria islámica, considerada menor por los musulmanes, como "Las Mil y Una Noches" ha pasado a formar parte del imaginario occidental.
Se olvida la Fallaci que Jefferson y otros de los Padres Fundadores norteamericanos, salvo Franklin, hombre de ciencia y ajeno a mezquindades, fueron unos hipócritas que hablaron de libertad, reservándola sólo para los blancos anglosajones protestantes (WASP), mientras mantuvieron la esclavitud de los africanos viva hasta la llegada de Lincoln y si bien abrieron las puertas a los inmigrantes buscaron por todos los medios mantenerlos discriminados y en los trabajos más humillantes, y cuando no les dieron oportunidades, como en el caso de los italoamericanos, los marginaron al submundo criminal. También olvida que muchas de las guerras desatadas por los norteamericanos, como el caso de México, fueron arteras agresiones que nada tuvieron que ver con la defensa de los derechos humanos, la libertad o la Democracia, misma que se les olvidaba a cada rato, cuando necesitaban apoyar a un "hijo de puta" como decía Roosevelt, como Somoza, Batista o Trujillo, Saddam, el Shá Reza Phaleví o más recientemente Mubarak, pero sí con sus intereses decididamente imperiales pero que nunca aceptaban abiertamente y que siempre han sido totalmente contrarios a los principios que tanto plasmaron en su Declaración de Independencia y Constitución, pero que fue una hipocresía más de Jefferson, que no dudaba en plantear la conquista de todas las colonias españolas y de Canadá. Por otro lado, su cultura no era nada excepcional, consecuencia de su riqueza de potentado británico afincado en América, lo mismo eran los aristócratas criollos de todas las colonias españolas e inglesas de las Antillas.
Es cierto, fue detestable celebrar la mortandad tan grande del 11 de septiembre, pero también es de recordarse el dicho: "el que siembra vientos, recoge tempestades" y tal parece que ahora, que EUA se encuentra al borde del precipicio de una crisis económica se están cosechando las tempestades sembradas hace ya tiempo, con consecuencias insospechadas.
Porque sí, Fallaci tenía toda la razón: EUA tiene cosas admirables, su ciencia y su tecnología por supuesto, sus éxitos deportivos, la excelencia de sus Universidades, su cine, su literatura, entre otras que serán su legado imperecedero junto al ideal de libertad individual y económica que se respira en su sociedad, el afán emprendedor y su liderazgo sin igual contra ideologías opresivas y destructoras como el fascismo y el comunismo, y también es muy cierto que si cae EUA cae todo Occidente, y por eso, debemos tener preocupación de lo que se viene encima: independientemente de que se llegue o no a un acuerdo sobre el techo del endeudamiento público en el país del norte, sin duda esto es un signo más del declive económico y que todo se dirige en beneficio de las potencias asiáticas y emergentes.
Y también tiene razón: el Islam no es ni será amistoso, pretender una alianza con él como el prácticamente defenestrado Zapatero lo hacía es algo de ilusos. El Islam, lo repito aquí es una ideología expansionista e imperial, los inmigrantes musulmanes pueden llegar necesitados de trabajo y paz, pero también no traen intención alguna de integración con la sociedad europea a la que contemplan decadente y repulsiva, por el contrario, refuerzan su propia cultura y se orientan al integrismo.
Esto, por supuesto, genera miedo, rabia y orgullo en muchos, como Oriana Fallaci o Anders Breivik que responden de forma igualmente radical, el problema es que si nos quedamos en emociones tan primarias y no avanzamos hacia la racionalización, nos dirigiremos a la espiral de odio hacia el otro que nos llevará a su vez a la violencia más animal e irracional. No es una opción a seguir, a menos de que queramos provocar un apocalipsis; recordemos el dicho de Asimov en boca de su personaje Savor Hardin en "Fundación": "La violencia es el último recurso del incompetente."
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En el próximo post: el adiós de Zapatero y la crisis de la deuda.
Hace unos días y debido a los atentados en Noruega, un amigo posteó en su página del Facebook el artículo escrito por esta autora con motivo de los ataques a EUA el 11 de septiembre del año 2001, mismo que tituló, y muy adecuadamente, a mi parecer, como "La Rabia y el Orgullo" y que puede servir para entender, mas no justificar, los trágicos acontecimientos de Oslo ocurridos la semana pasada. Considero que, efectivamente, el título de la pieza escrita por la Fallaci fue de lo más correcto, pues el mismo fue escrito con el hígado, y por tanto, con mucha rabia y mucho orgullo herido, al momento de ocurrir aquellos ataques, pero con muy poca racionalización, y eso fue una pena, pues la autora despotrica en base a los prejuicios y las impresiones adquiridas de su visita a los países islámicos y tras haber conocido a líderes radicales como Arafat o el mencionado Khomeini, y una idolatría ciega a los logros y acciones de Estados Unidos, lo cual es comprensible en una persona impactada por ver directamente los espectaculares daños ocasionados por los aviones estrellados en el World Trade Center, al vivir en Manhattan, y que además ya padecía en forma aguda los estragos de su enfermedad.
Sin embargo y pese a ello, creo que también, Doña Oriana tenía parcialmente la razón en algunas cuestiones que señala en su artículo.
Pero vayamos por partes: en primer término, es cierto que la Civilización Islámica y la Occidental tienden a chocar, pero este choque no es actual, ni se origina únicamente por la fundación del Estado de Israel en 1948, o por la disolución del Imperio Otomano en 1918, ni siquiera viene de las Cruzadas. La oposición entre Medio Oriente y Occidente viene de tiempos muy antiguos: Herodoto dirá que desde el rapto de Europa, princesa fenicia, por el dios griego Zeus metamorfoseado en toro, pero lo que es cierto es que fenicios e hititas fueron rivales de los minóicos cretenses y de los griegos micénicos, y que la rivalidad escaló aún más con las Guerras Médicas entre las ciudades-estado griegas clásicas y el Imperio Persa en su búsqueda de expansión. La rivalidad oriente-occidente continuó entre la conquistadora Roma y los reinos helenísticos y el Imperio contra los Partos y los Persas Sasánidas, estos, enmedio de la lucha contra Heraclio, César reinante en Constantinopla, cedieron la estafeta al nuevo poder imperial en oriente: el Califato Musulmán, y así ha seguido hasta nuestros días, con episodios tales como la invasión islámica a España, las Cruzadas, la expansión Otomana en los Balcanes, y los conflictos árabe-israelíes en el siglo XX y el terrorismo radical venido de entonces.
Y es que el Islam es la evolución directa de las civilizaciones de Medio Oriente: las bases caldeas y babilónicas, el expansionismo y belicismo asirio, el sistema político persa y la visión sagrada o religiosa del poder del Egipto faraónico; Mahoma, pese a que hábilmente se inscribió a sí mismo en la línea de la tradición religiosa judeo-cristiana, en realidad corresponde a la serie de reformadores religiosos ajenos a ésta y que fueron haciendo evolucionar al paganismo de Medio Oriente hacia un monoteísmo "natural", como fueron Akhenatón, Zoroastro, Mani o Apolonio de Tiana antes de él. Alá, lo hemos dicho, no es el mismo Dios de judíos y cristianos, sino una concepción modernizada y abstracta del antiguo dios lunar babilónico Baal, pero esto no lo ve la periodista italiana, cuya concpeción del Islam es muy superficial y prejuiciada que le impide ver todo el Iceberg que se esconde bajo las aguas. Es una civilización muy rica y que cuenta con un acervo cultural impresionante, igual que Occidente, pero diferente.
Olvida Fallaci que mucha de la oposición o del enojo del musulmán contra Occidente, o esa misma rabia y orgullo que ella sintió en ese momento surgió de las promesas incumplidas a partir de la Primera Guerra Mundial: Unas potencias europeas que mandaron a un nerd como T.E. Lawrence con la misión de amarrar navajas y que lo consiguió magistralmente estimulando la rivalidad entre árabes y turcos al interior del islam y que al final sólo les ofreció promesas rotas por los intereses petroleros de ingleses y franceses que dividieron y repartieron lo que quedaba del Imperio Islámico para explotar los hidrocarburos en protectorados donde colocaron en el poder a familias de potentados mezquinos y corruptos, y que vieron a los árabes no como iguales con quien aliarse, sino como inferiores a los que había que colonizar. Apoyaron igualmente a un genocida como Atatürk que además de destruir a los Armenios, que habían sido tolerados por los musulmanes y expulsar a los Griegos de la Jonia, destruyó la cultura nativa turca para hacer vivir a su pueblo en la farsa de ser Occidentales y la vana ilusión de algún día ser plenamente aceptados como europeos.
Después, vino lo peor: la fundación del Estado de Israel y el apoyo completo de los norteamericanos a éste, pese a que es un régimen tanto o más autoritario y fanático religioso y nacionalista que cualquier islámico.
Es cierto que el Islam no cuenta con los logros materiales de Occidente. Las civilizaciones de Medio Oriente, se han caracterizado por un rápido impulso inicial que después se va perdiendo y termina en un estancamiento . Por otro lado, eso mismo ocurrió con las civilizaciones de Lejano Oriente: China, Japón o la India. Claro que, por ejemplo, el impacto de los musulmanes como presuntos salvadores de la tradición grecorromana o de Córdoba o Bagdad como centros intelectuales con una trascendencia similar a la de la Atenas clásica es una total exageración que sobre todo fue alentada por los anglosajones protestantes, interesados en disminuir el papel salvador de la cultura hecho por la Iglesia Católica en la Edad Media, en particular por monjes benedictinos e irlandeses. Aún así, no se puede negar el papel de algunos intelectuales como Al-Juarismi y otros matemáticos, que legaron el álgebra, los logaritmos y algoritmos, o astrónomos como Ulugh Begh, sin los que Occidente no pordría haber hecho muchos de sus logros, ni tampoco puede negarse que los mongoles musulmanes que reinaron en la India construyeron el edificio más perfecto del mundo: el Taj-Mahal. También es muy cierto que la literatura de Dante Alighieri es infinitamente superior a la de Omar Khayan, pero tampoco puede negarse que una obra literaria islámica, considerada menor por los musulmanes, como "Las Mil y Una Noches" ha pasado a formar parte del imaginario occidental.
Se olvida la Fallaci que Jefferson y otros de los Padres Fundadores norteamericanos, salvo Franklin, hombre de ciencia y ajeno a mezquindades, fueron unos hipócritas que hablaron de libertad, reservándola sólo para los blancos anglosajones protestantes (WASP), mientras mantuvieron la esclavitud de los africanos viva hasta la llegada de Lincoln y si bien abrieron las puertas a los inmigrantes buscaron por todos los medios mantenerlos discriminados y en los trabajos más humillantes, y cuando no les dieron oportunidades, como en el caso de los italoamericanos, los marginaron al submundo criminal. También olvida que muchas de las guerras desatadas por los norteamericanos, como el caso de México, fueron arteras agresiones que nada tuvieron que ver con la defensa de los derechos humanos, la libertad o la Democracia, misma que se les olvidaba a cada rato, cuando necesitaban apoyar a un "hijo de puta" como decía Roosevelt, como Somoza, Batista o Trujillo, Saddam, el Shá Reza Phaleví o más recientemente Mubarak, pero sí con sus intereses decididamente imperiales pero que nunca aceptaban abiertamente y que siempre han sido totalmente contrarios a los principios que tanto plasmaron en su Declaración de Independencia y Constitución, pero que fue una hipocresía más de Jefferson, que no dudaba en plantear la conquista de todas las colonias españolas y de Canadá. Por otro lado, su cultura no era nada excepcional, consecuencia de su riqueza de potentado británico afincado en América, lo mismo eran los aristócratas criollos de todas las colonias españolas e inglesas de las Antillas.
Es cierto, fue detestable celebrar la mortandad tan grande del 11 de septiembre, pero también es de recordarse el dicho: "el que siembra vientos, recoge tempestades" y tal parece que ahora, que EUA se encuentra al borde del precipicio de una crisis económica se están cosechando las tempestades sembradas hace ya tiempo, con consecuencias insospechadas.
Porque sí, Fallaci tenía toda la razón: EUA tiene cosas admirables, su ciencia y su tecnología por supuesto, sus éxitos deportivos, la excelencia de sus Universidades, su cine, su literatura, entre otras que serán su legado imperecedero junto al ideal de libertad individual y económica que se respira en su sociedad, el afán emprendedor y su liderazgo sin igual contra ideologías opresivas y destructoras como el fascismo y el comunismo, y también es muy cierto que si cae EUA cae todo Occidente, y por eso, debemos tener preocupación de lo que se viene encima: independientemente de que se llegue o no a un acuerdo sobre el techo del endeudamiento público en el país del norte, sin duda esto es un signo más del declive económico y que todo se dirige en beneficio de las potencias asiáticas y emergentes.
Y también tiene razón: el Islam no es ni será amistoso, pretender una alianza con él como el prácticamente defenestrado Zapatero lo hacía es algo de ilusos. El Islam, lo repito aquí es una ideología expansionista e imperial, los inmigrantes musulmanes pueden llegar necesitados de trabajo y paz, pero también no traen intención alguna de integración con la sociedad europea a la que contemplan decadente y repulsiva, por el contrario, refuerzan su propia cultura y se orientan al integrismo.
Esto, por supuesto, genera miedo, rabia y orgullo en muchos, como Oriana Fallaci o Anders Breivik que responden de forma igualmente radical, el problema es que si nos quedamos en emociones tan primarias y no avanzamos hacia la racionalización, nos dirigiremos a la espiral de odio hacia el otro que nos llevará a su vez a la violencia más animal e irracional. No es una opción a seguir, a menos de que queramos provocar un apocalipsis; recordemos el dicho de Asimov en boca de su personaje Savor Hardin en "Fundación": "La violencia es el último recurso del incompetente."
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En el próximo post: el adiós de Zapatero y la crisis de la deuda.