Tal y como hace días lo había señalado, cuando escribí respecto a la Guerra Gempei, la Historia de Japón está marcada por la tragedia: guerras civiles sangrientas y estériles, la figura de los Samurai: valientes y feroces, obsesionados con la perfección y el honor, pero de corta vida como la flor de cerezo, la competencia y feroz rivalidad con su civilización madre: China, la invasión mongola del siglo XIII, la cruel y sangrienta persecución del Cristianismo a fines del siglo XVI e inicios del XVII, la cerrazón y totalitarismo del periódo Tokugawa, sus confrontaciones con el también emergente poder de Rusia que culminó en la Guerra de 1905, su forzada occidentalización por el emperador Meiji en el siglo XIX, su entrega al imperialismo con tal de fortalecer su incipiente industria ante la carencia de recursos naturales y evitar seguir el destino de China, postrada por las potencias europeas, el encumbramiento de los militares, herederos de los antiguos clanes samurai y la exageración del nacionalismo que los llevó al desastre de la Segunda Guerra Mundial y las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, el sometimiento a un orden constitucional totalmente ajeno al sentir del pueblo japonés, redactado por el comandante militar vencedor (McArthur), para posteriormente entrar de la reconstrucción a un desarrollo económico meteórico y unas innovaciones tecnológicas que lo colocaron en la cúspide, en tener una influencia cultural y económica clave en el mundo globalizado, logros a los que no ha correspondido una clase política mezquina, y muchas veces corrupta y mediocre, y que combinada a las limitaciones del país en materia de recursos naturales llevó a 20 años de estancamiento económico, mientras que China, algo así como la figura paterna admirada y aborrecida a un tiempo, a la que siempre se ha pretendidio, primero imitar y después derrotar, ha empezado a rebasarlo.
Hoy, Japón enfrenta el peor desastre natural de su Historia: las estimaciones indican al menos 10,000 muertos, que incluyen casi la totalidad de los habitantes de poblados de la Prefectura de Miyagi o cercanos a la ciudad de Sendai, al norte del país. Los daños materiales son incalculables sobre infraestructuras básicas, tierras de cultivo, propiedad privada y pública, y por ello, la dimensión de las consecuencias sobre la debilitada Economía nipona y la mundial, al tratarse de la tercera (recientemente desplazada por China) aún no pueden valorarse.
Los Japoneses, previsores, disciplinados y valientes se prepararon para esto, pues históricamente su país, asentado en una zona sísmica particularmente peligrosa, donde se unen dos Placas Tectónicas, la del Pacífico y la Asiática, ha sido escenario de terribles terremotos, en el siglo XX hay que recordar el terremoto de 1923 que devastó Tokio y el de 1995, que destruyó la región de Kobe. Esto llevó a que las normas de construcción se volvieran de las más estrictas del mundo y se priorizaran las medidas de seguridad antisísmicas. Los edificios resistieron la fuerte sacudida de 8.9 grados en la escala de Richter, pero el desastre apareció con el Tsunami provocado por la onda de choque del temblor y que atacó la parte noroeste de la isla de Honshu o "Isla Principal" del Imperio insular: la inundación brutal y repentina, nos recordó precisamente que la palabra "Tsunami" es de origen nipón y que este fenómeno es parte de los temores ancestrales en la cultura japonesa: véase el famosísimo dibujo de Hokyusai al inicio de esta entrada, el gran dibujante de inicios del siglo XIX y que en mucho es el precursor del Manga, pues fue autor del término y publicó los primeros libros estilo novela-gráfica en Japón, con sus dibujos de gran colorido y pulcritud, a veces inquietantes por su temática, pero siempre hermosos.
Si en numerosos manga y anime podemos ver al monstruo o robot gigante que arrasa Tokio u otras ciudades japonesas: recordemos a Godzilla (Gojira), precisamente un monstruo o dragón marino y verdadero ícono de la cultura pop del Sol Naciente, a la tortuga gigante Gamera, o a las fuerzas robóticas del Dr. Hell a las que se enfrentaba Mazzinger-Z, es por el reflejo del temor del pueblo japonés a grandes fuerzas naturales de capacidad de destrucción masiva, o al recuerdo de la devastadora acción de los norteamericanos en Hiroshima y Nagasaki con las bombas atómicas, de ahí que se presente a científicos (generalmente extranjeros) como el mencionado Dr. Hell como creadores de medios tecnológicos para la devastación.
Por si fuera poco, Japón no puede evadir su maldición atómica: a la destrucción provocada por los fenómenos naturales se suma la emergencia provocada por los daños presentados en la Central Nuclear de Fukushima y otras dos más, al haberse averiado los sistemas de refrigeración de los reactores, pues las bombas que funcionan con motores diesel tronaron ante el oleaje, y las bombas auxiliares de baterías sólo duraron 8 horas antes de agotarse sin recibir nueva energía. Ayer por la noche, en CNN se mencionaba que el reactor de Fukushima podía haberse derretido, en un fenómeno similar a lo ocurrido en Chernobil en 1986, sin embargo, hoy las notas que aparecen en algunos sitios en los que se afirma lo contrario, que la cosa no es para tanto y que la radiación que sale es como la de una radiografía simple, como podemos ver en "Libertad Digital".
Independientemente de que es indudable la diferencia, primero por efecto de 25 años de avances tecnológicos entre el incidente ocurrido en la URSS y el actual en Japón, las diferencias de carácter, y de cultura sobre previsión, precisión, eficiencia y manejo de materiales radiactivos entre rusos y nipones es abismal, (los segundos son mucho más ordenados y civilizados que los primeros) las cosas no son para tomarse tan a la ligera, (en estos momentos, mientras escribo estas líneas, se reporta una nueva explosión en Fukushima, las fuentes oficiales japonesas dicen que se trata de una nueva explosión de hidrógeno como ayer, pero lo preocupante es que se dañó la coraza externa del reactor 3 de la misma planta) y debe replantearse el diseño y las medidas de seguridad de las centrales nucleares para prevenir estas eventualidades. No dudo de las ventajas de la energía nuclear, pero es necesario estudiar seriamente los problemas que representa y buscar soluciones a ellos, para eso existe la Ciencia.
Pero por lo pronto, es necesario que existan transparencia y franqueza tanto del Gobierno japonés como de las instancias internacionales, es necesario que se plasmen con claridad cuáles serían las consecuencias de un accidente mayor en Fukushima y las otras centrales nucleares afectadas en Japón y diseñar un plan de acción en consecuencia.
En cuanto a otro tipo de consecuencias, ¿qué puede pasar en el aspecto económico? La potente economía nipona es así mismo, frágil: la carencia de recursos naturales la hace depender enormemente del exterior para obtener materias primas y depender mucho de sus exportaciones antes que del mercado interno, que no es suficiente para obtener los ingresos. Ahí, resulta que los mayores socios comerciales son China, su principal vendedor de materias primas y comprador de productos-- Chinos y Japoneses se odiarán y guardarán rencores ancestrales entre sí, pero se necesitan-- y en segundo lugar: EUA, el otrora feroz enemigo, responsable de su destrucción y a la vez, su reconstructor y principal aliado actual. La cuestión es qué sucedera ahora... ¿Acaso el Celeste Imperio se ofrecerá como inversor en la nueva reconstrucción del Imperio del Sol y buscará ahora, que Japón vuelva a ser, como antes del Emperador Kammu y la Primera Guerra Sino-Japonesa librada en Corea en el siglo V, un Estado-Cliente, aprovechando la debilidad norteamericana?
No puedo evitarlo, Japón me duele bastante, núnca he estado ahí, pero es un país al que admiro por su cultura: su arte, su sentido del honor y del deber, su valentía y su tenacidad, y la búsqueda perpetua por lograr la perfección. Los Japoneses son un ejemplo a seguir por la humanidad: han superado todo: gobernantes egoístas y brutales como Go-Shirakawa y Taira Kiyomori de los que ya hablé o Tokugawa Ieasu, o desacertados como Hirohito, desastres naturales en el pasado, hambrunas y epidemias, invasiones y guerras devastadoras, y siempre el mismo espíritu: jamás rendirse, jamás retirarse: vencer o morir, la gloria o el infierno, sin espacios para medianías o sometimientos, no cesan jamás de esforzarse y como Musashibo Benkei, prefieren morir de pie a abandonar su puesto. Puede parecer que es el fin de Japón, pero yo creo que, como siempre, Japón se levantará bajo la guía, como ha sido desde hace casi 2,700 años, de la Dinastía Yamato, y los veremos levantar de nuevo sus casas, reparar sus centrales nucleares y activar su economía lanzando el grito de guerra que hizo temibles a los Samurai y a los batallones imperiales de la Segunda Guerra Mundial:
TENNO HEIKO, BANZAI!!!
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Rendición:
Entre tanta noticia sobre Japón, pasó desapercibida el anuncio del XIV Dalai Lama: Tenzin Gyatzo respecto a que dimite de toda responsabilidad y rol político respecto al movimiento separatista del Tibet, algo que seguramente provocó júbilo en las oficinas, anexas a la Ciudad Prohibida de Pekín,que ocupa el Ejecutivo chino presidido por Hu Jintao. El líder religioso afirmó que corresponderá a un líder electo por el Parlamento tibetano en el Exilio, en el norte de la India.
La verdad, parece que el sumo sacerdote budista está reconociendo que es un hecho consumado la anexión del Tibet por China y admite su derrota. Un líder electo no tendría la misma fuerza que él, más cuando los únicos o más fuertes activistas del separatismo tibetano que quedan en esa región son los clérigos y no los laicos, estos cada vez se integran más a la sociedad china mediante la educación, las comunicaciones y el desarrollo económico: tibetanos van a trabajar o a estudiar y a vivir a Shangai, Hong Kong o Pekín, y viceversa, chinos Han van al Tíbet a trabajar y a vivir. Un líder elegido por los exiliados sería visto como un intruso.
El Dalai Lama quedará entonces com un símbolo religioso, y pretexto para la incongruencia de faranduleros y progresistas en Occidente que postulan el regreso de una anacrónica teocracia al Himalaya mientras predican el laicismo más feroz en nuestros países...
Véamos que pasa, no cabe duda que entre hechos de la naturaleza y de la política, las relaciones entre los Imperios Asiáticos se están poniendo bastante interesantes, ahí, en Asia, se está cocinando el futuro del mundo.
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