Dice Jesús G. Maestro que el gran problema de la Literatura Anglosajona radica en que la misma es vista como un medio de entretenimiento y no como un arte, o bien, que siendo un arte, es convertida en entretenimiento por una mentalidad que la vuelve en objeto de comercio; lo que, finalmente, le resta profundidad. Y tiene mucho de razón, la prueba de ello radica en la destrucción que está sufriendo, a manos de Amazon, la obra de J.R.R. Tolkien, que va a estrenar una serie de TV en su plataforma de streaming llena de los consabidos cambios y planteamientos a favor de la inclusión y la diversidad, con elfos de raza negra, mujeres enanas, personajes femeninos empoderados y otras cosas acordes a la ideología defendida por Jeff Bezos, otro de los fieles peones del ideario del Partido Demócrata y a los traumas y problemas sociales propios de EUA y tan ajenos a alguien tan británico y cuya obra se dirigía más como un intento de diseñar un pasado mítico para la isla de Gran Bretaña y su gente --los hobbits son un reflejo de la vida de la clase media rural británica de inicios del siglo XX-- que para hacer crítica social sobre la vida de un país americano y cosmopolita como lo es la antigua colonia inglesa, y menos pensando en la situación de tal país a inicios del siglo XXI, habiendo muerto el profesor de Oxford en 1973.
Hemos platicado aquí que quizá la literatura en lengua inglesa ha logrado dos grandes obras comparables en su dimensión, complejidad, diversidad de interpretaciones al Quijote en la literatura española o a La Guerra y la Paz del ruso Tolstoi, y esas, a mi parecer, son Dune de Frank Herbert de la cual hasta hice un vídeo que compartí por aquí a raíz de su última adaptación cinematográfica, y la otra, todo el corpus tolkienano y en específico, El Señor de los Anillos, por supuesto, muchos dirán que no es así, que está el Ulysses de James Joyce, pero ésta es una obra intencionalmente hecha con una pose de intelectualidad pretenciosa y pedante, de muy difícil lectura y francamente aburrida, lo que tampoco la ha salvado de su uso lúdico y lucrativo, como es cada año, el llamado Bloomsday, (por el nombre de su personaje protagonista: Leopold Bloom) que es cada 16 de junio, por ser esa fecha: el 16 de junio de 1904 en la que Joyce ambienta la acción de su novela, y que se celebra como un festival para atraer visitantes a la ciudad de Dublín, finalmente, esta obra, ha sido señalada por muchos de ser la "guía turística" de la capital irlandesa, más larga, detallada y soporífera de todas.
Tolkien inició su obra como una especie de juego con la lengua, finalmente, como filólogo y lingüista, estaba interesado en el estudio del origen y la evolución del idioma inglés; las ideas alrededor de las cuáles construyó su universo mítico-literario se fueron nutriendo de diversas experiencias y de su propio contexto: sincero y devoto católico, su obra es una mucho más afortunada alegoría cristiana que la obra de su amigo C.S. Lewis, Las Crónicas de Narnia, sus sombrías experiencias en la Primera Guerra Mundial igualmente se reflejan, el amor y el concepto del matrimonio cristiano lo refleja en las historias paralelas de Beren y Luthien y de Aragorn y Arwen, el amor a la naturaleza, y una crítica al mundo industrial; en resumen, su obra expresa toda una profunda cosmovisión surgida de un hombre de vasta cultura, profundo conocimiento de su lengua nativa y de una espiritualidad católica consciente, devota y profunda.
Las grandes obras literarias del calibre del Quijote, La Guerra y la Paz, Los Miserables, Fausto o, como ya lo hemos dicho antes, Dune o El señor de los Anillos, son muy difíciles de adaptarse a otros medios, e incluso, cuando son traducidas a otras lenguas diferentes a aquellas en que se escribieron, pierden gran parte de su significado; así, para el lector no hispano, las aventuras y desventuras de Alonso Quijano y Sancho Panza constituyen una simple sátira, o la épica de Tolstoi una novela que combina el romance con el drama bélico, al estilo de Lo Que el Viento se Llevó de la estadounidense Margaret Mitchell, obra que tampoco hay que menospreciarla, es una gran obra también, aunque no llega a ser monumental, pero que es claro que quiso ser, lo mismo que la famosa Norte y Sur de John Jakes, un intento de reproducir en territorio norteamericano, el espíritu y el estilo del ruso, quedándose cortos ambos casos, por supuesto.
Incluso, es de señalarse que tanto la obra de Mitchell como la de Jakes, al ser adaptadas al cine, en el primer caso, y a la TV el segundo (recordada por haber contado con un impresionante elenco encabezado por el entonces joven y extraordinario Patrick Swayze) tuvieron un éxito y una repercusión mayores que sus versiones originales en libro, convirtiéndose en clásicos de la pantalla grande y pequeña. Esto no ha sucedido con la obra de Tolkien, ni con la de Cervantes o del propio Lev Nikolaievich; en el caso del Quijote, no se ha logrado nunca hacer una adaptación al cine o a la TV que pueda decirse sea 100% fiel y considerada que cubre a plenitud la obra, quizá la mejor sea la adaptación de RTVE de 1992, con guión del Nobel Camilo José Cela, y aún así, queda muy corta. En cuanto a La Guerra y la Paz, la adaptación dirigida y protagonizada por el realizador ruso Sergei Bondarchuk es la más fiel, y aún así, por intentar mostrar también los pensamientos y la vida interna de los personajes, se pierde por momentos y aparenta ser confusa, pues en el cine no es posible llegar a las profundidades sobre las doctrinas filosóficas que el autor original mantiene como trasfondo del relato respecto a la Historia, el sentido de la vida, la patria, la familia o el amor.
En cuanto a la obra de Tolkien, la misma fue impulsada en el mundo hispano por el argentino Jorge Luis Borges, quizá el autor más abierto a los temas fantásticos y de la ficción científica que ha habido en Hispanoamérica y más ajeno a los tradicionales temas tercermundistas que maneja la literatura de nuestra región: injusticia social, folklore, resentimientos y melodramas. Es claro que en sus traducciones al idioma español pierde parte de su significado, y en cuanto a sus adaptaciones a otros medios, la mejor ha sido la trilogía de El Señor de los Anillos de Peter Jackson, pero igualmente, pierde mucho de su sentido profundo y de sus mensajes, para quedarse con el espectáculo visual y sonoro o la mera acción y la aventura. Aún así, es muy superior a lo que la compañía del millonario Jeff Bezos pretende hacer ahora.
La propuesta de Amazon Prime es reducir las obras de Tolkien a un panfleto propagadístico de la Agenda Demócrata: elfos y enanos de raza negra, y es una suerte que se mencione todavía a una raza antigua de "enanos" tras las desafortunadas, y por demás estúpidas, declaraciones de Peter Dinklage, personajes femeninos por todos lados, empoderados, etc. Rompiendo con todo el sentido que Tolkien, --quien nació en Sudáfrica, sabía del Apartheid y lo condenaba,-- pretendió darle a su Historia como si fuese la narración mítica del lejano pasado de los Anglosajones, o si se quiere, de narrar una mitología al puro estilo Anglosajón... evidentemente, partiendo de ello, los personajes tenían que lucir como europeos o propios de la visión sajona, lo que no quite, que a la vez, en la obra se contengan temas universales o de interés para cualquiera, como ocurre en el Cantar de Mío Cid, el Cantar de Roldán o los Nibelungos, y como tal no es una obra que necesite una "actualización" o ponerla a tono con la situación política y social de Estados Unidos en 2022... eso es una traición al autor y burlarse de su obra y de la gente que la aprecia y la valora.
Pero tenía que suceder: ya lo he comentado aquí, más que en Inglaterra, ha sido en Estados Unidos donde no se habla de arte, sino de industria, el cine no es arte, es industria, la música, es industria, el deporte, es industria, y por supuesto, en vez de Literatura hay Industria Editorial, y ésta tiene como objetivo, el entretenimiento. Esta visión, posteriormente, se ha extendido a otros lados, el corpus tolkeniano, si lo podemos llamar así, se vio afectado por ello, sobre todo tras el año 2001 y la llegada a los cines de La Comunidad del Anillo, la película de Peter Jackson elaborada respecto al primer tomo, del mismo título, de los tres que conforman la novela.
De este modo, lo que originalmente era un ambicioso proyecto literario y de un gran valor y significado para su autor, con todo y que fuera una obra de ficción, quien siempre, además, habló del importante papel de los cuentos de hadas tanto como ejercicio artístico de la imaginación como en la educación moral de los niños, siendo el suyo, iniciado con el Hobbit, quizá el más grande jamás escrito, ha terminado por convertirse en una franquicia, y como tal, a ser explotada como una marca registrada de un estudio cinematográfico en multitud de souvenirs, merchandising, juguetes, tazas, ropa, etc. Y como toda propiedad intelectual, susceptible de ser explotada y modificada, según los intereses del titular de los derechos sobre ella, que no son los herederos de Tolkien; pues su hijo Christopher, hace poco fallecido, podría ser señalado como responsable de ello, pues su labor como editor y difusor de la obra de su padre, se fue yendo a terrenos mercantiles de sobreexplotación para obtener el mayor lucro posible, y de ahí la venta de los derechos cinematográficos.
De por sí, la literatura fantástica en general se ha devaluado y convertido, en general, en herramienta de entretenimiento para eternos adolescentes que encuentran en ella una vía de escape y de fanatismo infantil sobre cuestiones sin importancia, a mi, en lo personal, me parece absurdo, por no decir idiota, el ver gente que se la pasa discutiendo sobre "teorías" de lo que puede pasar o de lo que pasó antes o tras bambalinas de ciertos acontecimientos en una película, serie de TV o en una novela... finalmente, no puede pasar nada antes ni después, ni de manera paralela a lo que dice un guión, pues éste es el único contenido de una historia, o depende, finalmente, de la propia voluntad del autor, no son hechos reales históricos sobre los que existan dudas o no se sepa todo su contexto, como por ejemplo, el hecho de que Hitler no aniquilara a los británicos en Dunkerque, hecho que le permitiría a Inglaterra contar con la fuerza para contraatacar después, y sobre lo que se pueda teorizar acerca de que quizá el líder alemán buscaba llegar a una paz negociada con Londres.
El propio Tolkien fue cuestionado sobre cosas así por sus lectores vía correo, a lo que él contestaba divertido desarrollando algunos puntos de su narración, o quedaron contestados con los "cuentos inconclusos" que fueron publicados posteriormente por su hijo Christopher, que eran pasajes que al final fueron descartados por ser demasiado prolijos e innecesarios para constar en la obra.
Así, es claro que el género de la Literatura Fantástica se limita actualmente a hacer imitaciones más o menos afortunadas y mejor o peor logradas de la obra de Tolkien, --y también, de Lovecraft, que junto con el inglés son los dos autores más influyentes del género-- con una intención meramente comercial: la obra de la escocesa J.K. Rowling: Harry Potter, es muestra de ello, y al final, no es más que una narración mediocre y hueca, pero fácilmente comercializable y que ahora, se ha vuelto un monstruo que ha devorado a su autora, quien paga el ostracismo por haberse suscrito de alguna manera a la ola progresista a fin de asegurarse un lugar en el mercado, y cuando entendió que el progresismo va contra el sentido común, el mercado le arrebató su obra y la condenó al ostracismo, o el caso del norteamericano George R. R. Martin, y su inconclusa Canción de Fuego y Hielo, posiblemente condenada a ello debido a su codicia y la precipitada realización de una serie televisiva, escrita de manera excelente, pero abocada al morbo de los lectores con los ganchos del sexo y la crueldad, a fin de ganarlos. Las comparaciones hechas con Tolkien son injustas y disparatadas, pues se trata de una obra mundana, buscadora de lucro y carente de la profundidad y del mensaje esperanzador que tiene la obra del sudafricano.
Así, la devaluación que está sufriendo el trabajo literario de Tolkien, una odisea inigualable y que destaca en el panorama gris de las letras del siglo XX muestra el poder corruptor que tiene la mercantilización del arte, y su conversión en un mero medio de entretenimiento, un artículo de consumo que no respeta ni las intenciones, ni los mensajes del autor. Afortunado Cervantes que nació en España y publicó a inicios del siglo XVII; el Quijote es una obra atemporal, y un monumento que nunca ha sido entendido del todo, aunque afortunadamente tenemos a Jesús G. Maestro que sí la ha comprendido y nos la explica en sus vídeos de Youtube que no tienen desperdicio; desgraciadamente, la obra del profesor de Oxford, uno de los más interesantes ejercicios en la escritura de ficción, destinada a ser algo similar y a tener un impacto fulgurante en las letras del siglo XX en adelante, quedará reducida a un mero divertimento, sepultada bajo las películas, series, juguetes, videojuegos y demás, no será leída por las nuevas generaciones; afortunadamente, yo pude leerla antes de todo este alud y como aquellos que igual lo hicieron, no puedo más que entristecerme por lo que Amazon está haciendo, un verdadero crimen contra la Literatura; pero así pasa, son los síntomas de la decadencia en que vivimos, en que todo se ha vuelto mercado y todo tiene un precio, aún aquello que debería ser invaluable.
1 comentario:
Pero si habían mujeres enanas. Te recomiendo corregir aquello.
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