EL SÍNDROME DE CRONOS

El día 29 de julio de 2020 la Suprema Corte desechó un proyecto de sentencia que, tenía como efectos, el legalizar el Aborto en todo el territorio nacional mexicano, una propuesta que venía impulsada desde arriba, por la ex-Ministra de dicho tribunal, Olga Sánchez-Cordero, actual Secretaria de Gobernación de la Administración de López Obrador, la llamada Cuarta Transformación o 4T.

Es cierto que se dió una gran manifestación que demostró que existe una buena parte de la sociedad mexicana que aún se encuentra enraizada en el Catolicismo, aunque es probable que la presión manifestada incidiera de alguna manera en los Ministros del máximo tribunal del país, puesto que, como muchos de los miembros de las élites políticas de México y de otras partes del mundo occidental parecen realmente blindados a los ánimos de la sociedad, sino que más bien, la resolución desechó el proyecto presentado por el Ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, que obligaría al Congreso local del Estado de Veracruz a despenalizar el Aborto, al considerar que su prohibición es discriminatoria contra las mujeres --recuérdese que, en la actualidad, todo, hasta casi el clima, es discriminatorio para uno u otro grupo de población-- por cuestiones formales o técnicas, y ninguno de los Ministros integrantes de la Primera Sala de la Corte se pronunció respecto al fondo del asunto. De haber sido aprobado dicho proyecto, hubiera sentado un precedente que llevaría a la legalización de esta práctica homicida en el resto de los estados de la República que habían de alguna manera "blindado" legalmente la vida del nasciturus.

Esto, realmente, no es una verdadera victoria para la defensa de la vida humana desde el momento de la concepción hasta su conclusión natural, sino solamente algo que "gana tiempo" para aquellos que, desde arriba, pretenden impulsar la agenda abortista; no es de negarse que Planet Parenthood, la multinacional dedicada a tan macabro negocio y al comercio de los restos de los fetos para la industria cosmética y biotecnológica, ante las limitaciones que el Gobierno de Donald Trump le ha impuesto, busca nuevos mercados, y el mexicano, aparece apetitoso.

Además, el Aborto ha sido elevado a rango de un derecho con protección constitucional en la Ciudad de México, de forma tal que muchas mujeres viajan de los distintos estados a la capital para practicárselo, sumando desde el año 2007 más de 200,000 abortos practicados en esa ciudad.

Pero si bien una parte de la sociedad celebró la no aprobación del proyecto de resolución, un gran sector, sobre todo proveniente de las generaciones más jóvenes, aquellos que son englobados bajo la etiqueta de Millenials, lamentan la noticia y no dejan de acusar, con el viejo, cansino y típico argumento tomado de Max Weber --surgido dentro de la política anticatólica y pro-luterana de Otto Von Bismarck-- a la Religión Católica de que México sea tercermundista; olvidando que, precisamente en Alemania, la región más católica como Baviera es la más desarrollada, y la cuna del Protestantismo, Sajonia, es la más pobre, junto con todo el Este, que no se vio beneficiada por el ateísmo marxista impuesto ahí por los T-34 rusos en 1945, sino lo contrario. Simplemente, la Izquierda ha controlado a la Ciudad de México desde 1997 y, sin embargo, es ostensible el derrumbe del nivel de vida y de la generación de riqueza en la capital del país, y por cierto, a fecha actual, siguen existiendo niños de la calle y la gente pobre sigue teniendo mayor fertilidad que las personas de mayores ingresos.

He escuchado a quienes favorecen el Aborto, y es clara una mentalidad a la que yo he denominado como el Síndrome de Cronos, recordando el mito griego sobre el Rey de los Titanes, esa segunda generación de númenes que gobernó el universo tras de que la mencionada deidad, encarnación del tiempo, destronase y castrara a su padre, Urano, el Cielo, sustituyendo a las constantes universales según lo veían los primitivos helenos, como la noche, el cielo, la aurora, etc., por los poderosos y gigantescos titanes, que gobernaban el Cosmos mediante la fuerza bruta de la Naturaleza.

A Cronos se le pronosticó que uno de sus hijos le destronaría, por eso, cada que su esposa Rea daba a luz, el titán los devoraba, en esa forma tan horrenda como el pintor español Francisco de Goya lo retrató en sus pinturas de la Quinta del Sordo. Finalmente, Cronos sería engañado por Rea, quien salvaría a Zeus escondiéndolo en una cueva en Creta, mientras el titán devoraba una piedra envuelta en pañales y sábanas pensando que era el menor de sus hijos, Zeus, ya adulto, lo desafiaría y destronaría tras la Titanomaquia, elevando su trono en la cima del Olimpo.

El día de hoy, los mundanos Cronos que habitan este mundo, insignificantes y nada titánicos, evidentemente, no temen perder el dominio sobre el Cosmos, pero sí el acceso al bienestar individual que le proporciona la economía de consumo: los hijos, se convierten en un estorbo para el goce personal de la abundancia de satisfactores presentes en el mercado, o para los logros laborales, que no son más que los ascensos en los escalones o eslabones de la cadena productiva y de consumo, y a lo que llaman "autorrealización". Por supuesto, tener un hijo implica sacrificios, desvelos y destinar recursos a la manutención, educación y cuidado de la salud del pequeño, lo que implica que la diversión de la "vida de soltero" se termina, así como se reduce la posibilidad de consumo individual, sobre todo, de artículos suntuarios. La idea de la madre --o del padre-- que se sacrifica por sus hijos queda sustituida por la del hijo que debe ser sacrificado por el bienestar del progenitor.

No cabe aquí el falso humanitarismo de que se debe buscar "que todo niño sea deseado" y así se garantice que reciba amor y cuidados debidamente de quien realmente quiera tenerlo, cuando en realidad, la tendencia es hacer que ningún hijo sea deseado: desde manejar la idea de que resulta muy caro el embarazo y el tener un hijo, que la maternidad es también una construcción social del heteropatriarcado que esclaviza a la mujer (mientras el ser una simple empleada con horario de 9:00 am a 6:00 pm, no lo es) a que no tener hijos es una forma de proteger el medio ambiente, o de modo más sorprendente aún, que tener un hijo es un acto de egoísmo. Es decir, se trata de disuadir o evitar la maternidad, además de que se minimiza el papel del hombre, del padre, en la carga de la familia, para que así la mujer se sienta totalmente responsable sobre el hecho de tener o no tener hijos y se sienta oprimida por el hecho de ser madre, como si esto fuese contrario a la naturaleza de ser mujer y siempre una imposición por un orden natural al que no dudan de calificar de construcción machista.

Y es que, finalmente, el Aborto no es una cuestión de libertad, sino de poder... en la Roma antigua, el Paterfamilias tenía el poder absoluto de vida y muerte sobre todos los miembros de su domus, es decir, podía decidir si sus hijos vivían o morían, o incluso, los podía vender; no existe mayor poder que ése, tener la capacidad de decidir quién puede vivir y quién no; y ahí nos encontramos con el mensaje elitista que he podido encontrar en muchos de los mensajes a favor de la propuesta desechada: los pobres no pueden mantener a sus hijos, los discapacitados no pueden nacer porque van a sufrir, los hijos de violación no tienen derecho a existir porque son producto de un abuso y siempre serán odiados; en pocas palabras, el discurso tiene mucho de similitud a las prédicas del Nacionalsocialismo alemán: la eliminación de los indeseables.

Y también, se ejerce una especie de clarividencia que presupone que cualquiera de los que se encuentren en esos supuestos, serán siempre desgraciados y su vida llena de sufrimientos; no creen que puedan ser personas capaces de cambiar sus vidas y salir adelante. Es cierto, las circunstancias son difíciles y existen probabilidades de que el medio los conduzcan hacia malos pasos (¿y no es una dificultad el rechazo, el carácter de paria con el que se les señala?) pero también puede darse que se trate de personas que decidan superar los obstáculos y tomar las riendas de su destino hacia mejores condiciones, es algo que no se puede saber, pero puede ocurrir, toda persona, en todo caso, merece tener la oportunidad de elegir por sí misma hacia dónde se encamina; el pretender colocarse en una posición de determinar quién puede o debe vivir y quien no, es una postura soberbia y elitista... finalmente, la inmensa mayoría de los abortistas resultan ser personas de clase media  y alta, que no se preguntan si en algún momento de sus vidas sus circunstancias pudieran cambiar, ¿no engrosarían entonces el bando de los indeseables y serían vistos como errores vivientes por otros, más afortunados? Nadie tiene la vida comprada ni sabe hacia dónde caerán los dados.

La postura antinatalista en nuestros tiempos, y en particular en Occidente, tiene que ver también con la falta de deseos de trascendencia y la falta de esperanza, las personas sólo quieren vivir el hoy y quisieran vivir eternamente para seguir gozando únicamente de placeres sensibles y evitar, lo más que se pueda, el dolor físico, lo que es, como dijera el filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila, una mentalidad primitiva; se desea únicamente tener bienes, gozar el hoy y vivir al día, y hacerlo intensamente, pero únicamente en el aspecto meramente sensible. El futuro da miedo, no se piensa en él, incluso, por ello la gente no ahorra sino sólo consume. El nihilismo, pensar que la vida carece de sentido, lleva a la desesperanza y finalmente, a pensar que todo da igual y no tiene repercusiones más que para uno mismo. Esta mentalidad de Cronos, finalmente implica el rendirse al egoísmo y no querer construir un futuro mejor, ¿para quién? Para nadie, sólo un presente que, como lo ha demostrado la pandemia del Coronavirus, tampoco es seguro para nadie.