Viernes Santo: día para reflexionar. El Cristo del Altar de Isenheim, obra del pintor alemán renacentista Matthias Grünewald, sin duda mueve a ello con su realismo extraordinario del sufrimiento del crucificado, la carga emocional de la Virgen María, el apóstol San Juan y María Magdalena, así como la misteriosa presencia de San Juan Bautista que nos dice: "Es hora de que Él crezca y yo disminuya".
Esta pieza fue pintada para el altar de la capilla de un hospital en que frailes y monjas atendían a enfermos de lepra y de dolencias de la piel, durante los tormentosos años de la aparición de Lutero y sus herejías y la guerra de exterminio desatada por éste y sus aristocráticos patrocinadores en contra de Carlos V, Emperador de Alemania y Rey de España, y los campesinos defensores de su fe y de su monarca.
Nuevamente, quinientos años después, la Crucifixión de Isenheim nos sigue hablando: no han cambiado las cosas, seguimos en tiempos de enfermedad y persecución. Es una imagen para contemplar en silencio y escuchar qué nos dice. A mí me dice muchas cosas sobre mí, muchas que no me gustan y que no he podido cambiar, pero tengo que hacerlo, de lo contrario, todo ese sufrimiento, y toda su misericordia que hizo que tomara sobre sí el castigo merecido por nosotros, habría sido en vano.
Búsquenla y véanla. Dejen que les hable.
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