Johann Sebastian Bach, sin duda, ha sido el mayor músico de todos los tiempos. Su influencia trasciende géneros y épocas; hasta el rock, el jazz o el blues reciben sus aportes. Él compuso, la que probablemente sea la obra musical más grande de todos los tiempos: La Pasión Según San Mateo, donde el gran compositor nativo de Leipzig musicalizó la narración de los sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo que hace el apóstol, anterior recaudador de impuestos, adicionándole algunas composiciones propias de él, nacidas de sus reflexiones.
Bach fue un hombre de fe, su obra, una obra nacida de la fe, que no tiene parangón. De toda La Pasión, destaca, a mi gusto, esta aria, titulada Mache Dich, Mein Herze, Rein o Purifícate, corazón mío. A mi, en lo particular, me conmueve. Su letra, con traducción al español, es la siguiente:
"Mache dich, mein Herze, rein,
Ich will Jesum selbst begraben.
Denn er soll nunmehr in mir
Für und für
Seine süße Ruhe haben.
Welt, geh aus, laß Jesum ein!"
"Purifícate, corazón mío,
yo mismo quiero enterrar a Jesús.
Pues Él hallará en mí por siempre
dulce reposo.
¡Mundo, aparta,
deja que Jesús penetre en mí!"
Sin duda, la letra tiene un profundo sentido eucarístico y nos lleva a preguntar, que tan limpios estamos para ser dignos de recibir a Jesús como fue ese sepulcro nuevo --recientemente restaurado-- en el que José de Arimatea lo sepultó.
Han pasado dos mil años, y sin embargo, las cosas siguen igual: Jesús sigue siendo víctima de escarnio y burla, en memes, chistes y demás, seguimos sin escucharlo, sin entenderlo y seguimos siendo perezosos que no podemos velar con él ni siquiera una hora. Lo seguimos negando y lo seguimos abandonando.
En estos días en que la tensión mundial aumenta, y que existe el temor del estallido de una gran conflagración, no puedo si no pensar si no estamos a las puertas de algo que nos hemos buscado. Dios no nos abandona, Dios siempre está, con sus brazos abiertos, dándose por nosotros. Somos nosotros los que nos hemos alejado de él y no lo aceptamos, por preferir cosas mundanas y efímeras que nos dan placer y nos evitan trabajos y pesares.
Recordemos: si queremos que las cosas cambien, cambiemos nosotros, es lo que significa ser crucificado y resucitar.
Que Dios tenga piedad de todos y nos bendiga siempre.
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