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28 de septiembre de 2015

EL VIAJE DE UN PAPADO MEDIÁTICO


Con preocupación, muchos católicos que podemos ser calificados sin duda de "integristas" o de la "ultraderecha" o de "conservadores", todo ello con una intención denostativa, hemos seguido el viaje de Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, a Cuba y Estados Unidos, en un viaje que tuvo muy poco de apostólico y un mucho, un demasiado, de político.

Este viaje puede ser calificado como la claudicación de la Iglesia Católica al discurso del mundo, al sometimiento a la agenda liberal-progresista a cambio de gozar del aplauso mediático y del cese de críticas y ataques que con especial virulencia se desataron por todos lados bajo el pontificado de Benedicto XVI antes de su renuncia; esos mismos medios que fueron inmisericordes y feroces contra el pontífice alemán por su fidelidad a la doctrina, su papado de tinte magisterial y su compromiso con la verdad, son los que han creado, desde el primer momento del actual reinado del argentino, una burbuja mediática en que se celebra cualquier gesto, cualquier palabra y acto como "histórico" y se engrandece la "humildad" con la que se presenta el ex-arzobispo de Buenos Aires y se alaba todo su discurso; discurso más propio de un político que de un Papa dedicado a difundir el Evangelio y defender a la Iglesia Católica y a todo el cuerpo de doctrinas e ideas que se encuentran contenidas en ella. Un Papa que parece más presidir una organización no gubernamental dedicada a labores de caridad y de labor social, que una confesión religiosa. Simplemente, tanto en las alocuciones hechas por el pontífice ante el Congreso de EUA como ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, apenas se mencionó a Dios, lo que contrasta con lo hecho en su momento tanto por Pablo VI como por San Juan Pablo II, quienes ante el mayor foro diplomático mundial aclararon que sus posturas eran desde la óptica del Cristianismo y no dudaron en utilizar tan alta tribuna para evangelizar.

Hoy en día, en cambio, las excusas y explicaciones de los medios oficiales vaticanos como de los llamados "neo-conservadores" católicos ante la ausencia de Dios en los mensajes papales estriban en torno a la prudencia, al afirmar que el hablar de Dios ahora es algo que puede resultar molesto u ofensivo para muchos... imaginemos que durante su estancia en Atenas, San Pablo no haya hablado de un Jesús resucitado, precisamente definido por él como "escándalo para los Judíos y necedad para los Paganos", sino que les hablara acerca de cómo fortalecer la Democracia Ateniense entonces reducida a terrenos municipales, de la desigualdad económica al interior del Imperio Romano o temas similares. 


De esta manera, es que debemos ver el viaje de Francisco I como un acto político y con intenciones y consecuencias en este sentido, ¿cuáles fueron? En primer lugar, respaldar el proceso de distensión entre EUA y Cuba, dando, literalmente, la "bendición" al régimen castrista, mismo que tiene, al parecer, garantizada su continuidad, aunque ya no con los ancianos revolucionarios al frente, pero sí con una nueva generación al frente, en un proceso similar más que a la Perestroika rusa, a las reformas chinas iniciadas en 1973 por el propio Mao Tsé Tung y Chou En Lai tras las visitas de Kissinger y Nixon, acelerado después por Deng Xiao Ping en las décadas de los 80 y 90, el mensaje es claro: la disidencia, la oposición a la dictadura no tiene lugar en el futuro cubano, es ninguneada, despreciada y alejada del contacto sea con el Gobierno de Washington o sea incluso con la comunidad internacional y la propia Santa Sede.  De esta manera, la familia Castro y sus adláteres del Partido Comunista tendrán garantizada la impunidad como muchos líderes comunistas lo tuvieron tras la caída del Muro de Berlín hace veintitantos años, el régimen evolucionará a una dictadura autoritaria en lo político y centrada en el Partido con una dirigencia más joven con sus propios sistemas de renovación institucional en adelante, en vez de la figura santificada y eterna del caudillo barbudo, pero ultraliberal en lo económico.

Cabe señalar que esto no es más que muestra de la hipocresía norteamericana contra Bashar el-Assad en Siria, quien probablemente no ha sido mucho más dictatorial que Fidel, pero ha cometido el pecado de no buscar ser aliado suyo, sino de Moscú y Teherán. También muestra las simpatías políticas del argentino, quien no habló para nada ni hizo una crítica firme, como en su momento lo hicieran Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes fueron impulsores de un proceso de distensión y de liberalización al interior de la isla, en particular, en levantar las restricciones que el régimen marxista imponía a la libertad religiosa; pero además, ambos pontífices sí dieron espacio a la voz discordante en contra del régimen, mientras que Bergoglio les hizo el vacío.


En el caso de EUA, Bergoglio acudió a dar un espaldarazo indudable a Obama y al Partido Demócrata ante el ascenso de los Republicanos y de un personaje tan improbable como Donald Trump en el camino a la Casa Blanca. El que un Papa "progresista" aparezca y hable en español --su inglés es espantoso, lo que contrasta con la habilidad en lenguas de sus antecesores Ratzinger y Wojtila-- y a favor de la migración sin duda apunta a buscar el apoyo y la simpatía de la población hispana, católica en su mayoría y católica modernista además, mientras que en el seno de los anglosajones y miembros de otras etnias europeas católicos, quienes se circunscriben cada vez más en torno al tradicionalismo, que tiene en la República del Norte a su más importante centro y con representantes de la talla del Cardenal Burke, ante el próximo proceso electoral federal.

Por eso no es de extrañarse que de buenas a primeras se haya dado al argentino la máxima tribuna de EUA, cuando ni a la imponente personalidad de San Juan Pablo II se le dio voz en el Capitolio de Washington, las coincidencias ideológicas entre el argentino y el afroamericano sobre las que existen numerosos atisbos quedan así refrendadas: el cambio climático y la migración en forma expresa, y por la compañía con la que contó en el banquete en la Casa Blanca: activistas del homosexualismo político y abortistas, en forma tácita.

A mi me preocupa que personas de los medios y la prensa que siempre han sido críticos cuando no hostiles abiertamente contra la Iglesia ahora aplaudan y apoyen a Bergoglio y justifiquen reformas como la de las nulidades matrimoniales, todo en nombre del "humanismo" y de la "misericordia" y de una "humildad" que ellos no practican sin que esto implique una conversión de ellos hacia un modo de vida cristiano; por el contrario, parece que festejan la conversión de la Iglesia a las modas y modos del mundo actual y lo llaman "modernización". Para el católico promedio actual, igualmente dormido y devorado por el mundo, Bergoglio es el Papa ideal, el Papa esperado, el Papa light para los católicos light que no leen la Biblia, no leen el catecismo, no estudian ni discuten temas teológicos, no oran todos los días ni buscan o intentan llevar una vida acorde con la moral cristiana, y que reducen su Cristianismo a ir a misa los domingos, --no todos (y me incluyo yo ahí)-- asistir a bodas, bautizos, confirmaciones y funerales como eventos sociales, y cuya única preocupación moral o más bien ética, porque hablar de "moral" es de mochos y retrógradas, es la pobreza de muchos sin actuar de forma decidida para reducirla. Estos católicos, que son la mayoría (discúlpenme que no me incluya ahí por falsa humildad, yo al menos me he estado preocupando cada vez más por conocer más y practicar más mi fe, pues ya no quiero ser light aunque siga siendo pecador) son los que están felices y no dudan en calificar, gracias al efecto de los medios, al argentino como el mejor Papa de la Historia.

También igualmente, se encuentran los Neo-Conservadores que no ven o no quieren ver en Bergoglio una ruptura con la doctrina cristiana de 2,000 años, estos han heredado de San Juan Pablo II su mayor error: una Iglesia centrada en la persona del pontífice y su carisma mediático, cosa que el coloso polaco tuvo, pero su docto sucesor germano no y sí se ha construido en torno al bonaerense, porque creo que es más creado que propio o natural a él.

De cara al Sínodo sobre la Familia convocado para octubre, estoy muy preocupado. Las divisiones entre Tradicionalistas y Neo-Conservadores/Modernistas crecen, me preocupa que el Papa hable más de temas que no le competen como el cambio climático, sobre el cual hay un debate científico inconcluso, y no de la gran crisis moral de nuestro tiempo, de la persecución de los Cristianos en Oriente, o de cómo Gobiernos como Obama han impulsado en forma completamente perversa los conflictos en los países musulmanes que han llevado al caos y a la migración a tantos miles de personas, así como han propagado el vicio y las perversiones como expresiones de libertad; me preocupa que no hable de Dios y rechace confirmar en la fe a sus hermanos cuando es esencia de la misión del Papa y fijada en el Evangelio por el propio Cristo; me preocupa que no haga nada por rescatar el edificio de la Iglesia que ha venido desmoronándose desde el Concilio Vaticano II y que haya adoptado en algo que es el colmo, el discurso secularista, me preocupa que reduzca el magisterio a un discurso meramente motivacional de frases pegajosas al estilo de Paulo Coelho, propias para cuarentonas con baja autoestima, y de hablar de valores genéricos en el que Dios aparece como mero accidente. Me preocupa que se genere un culto a su personalidad y se le haga centro de la Iglesia y de la fe en vez de Jesús. Me preocupa que tenga el aplauso de los enemigos sin que estos se conviertan, sino que estos sienten que les ha dado la razón y transforma a la Iglesia y la doctrina según ellos lo han querido siempre.

La Mafia de Daneels:

Pero más me preocupa la desvergonzada confesión del Cardenal belga Gotfried Daneels, (acusado de proteger pederastas) en cuanto a que reconoce que él, junto a otros miembros de la Curia que pueden ser calificados de Modernistas o "Liberales" si así lo quieren, de haber formado una "mafia" (así la llamó él) dedicada a reventar el pontificado de Benedicto XVI y encaminada a imponer a Bergoglio en el solio de San Pedro.

Esto aumenta más las dudas sobre la validez de la renuncia del Papa Ratzinger y sobre la legitimidad del argentino, y sobre todo, genera preocupación sobre el camino que desean para la Iglesia: la rendición ante el mundo. Es tiempo de que abramos los ojos.



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