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12 de junio de 2014

BRASIL 2014... ¿EL PEOR MUNDIAL?


La Copa Mundial de Fútbol de la FIFA a celebrarse en las próximas horas sin duda pasará a la Historia como uno de los eventos deportivos más polémicos y que deberían obligar a un replanteamiento del negocio multibillonario, cruel y frío en el que los deportes, --ya muy lejos de los ideales utópicos de Pierre de Coubertain-- se han convertido y que incluso están teniendo un costo social muy alto; los Juegos Olímpicos de 2004 fueron un primer aviso al provocar la quiebra económica de un país débil como Grecia que luego sería la primera ficha del dominó en caer dentro de una Unión Europea fragmentada y con serias carencias y defectos de origen como lo refería en los posts anteriores y ante las que la población del continente ahora muestra su desacuerdo y hartazgo. Hoy, resulta que Brasil ya se encuentra ubicado como un gigante económico y es infinitamente más fuerte que Grecia, incluso, ha superado a Reino Unido en cuanto a su PIB, desbancándolo y convirtiéndose en la quinta economía del mundo.

Sin duda, Brasil puede solventar los gastos de organizar una tumultuaria visita papal y la Copa Confederaciones de la FIFA en 2013, el Mundial de Fútbol en 2014 y las Olimpiadas en Río de Janeiro en 2016 sin acabar quebrado como Grecia o con algunas deudas como Inglaterra tras 2012, sin embargo, la organización de esta copa mundial ha demostrado descarnadamente es la realidad social y los cambios también de mentalidad, de su población. Brasil podrá ser hoy por hoy uno de los países más ricos y más potentes del mundo, pero es igualmente un país que muestra muy claramente la desigualdad en el reparto de las riquezas que este mundo globalizado ha generado, algo que incluso en los países "desarrollados" se está dando; EUA, según estudios, demuestra tener en proporción un grado de desigualdad social similar al de Venezuela.

Brasil siempre ha sido un país de castas: Brancos (los descendientes de Portugueses y otros europeos, dado que el país se pobló en forma similar a EUA con inmigración atraída en el siglo XIX en una etapa de rápido crecimiento industrial y colonización de la Amazonia, incluso con su propia versión de los "pioneros": los bandeirantes) Pretos o personas de raza negra y Pardos: mestizos, mulatos e indígenas, estos últimos que si no fueron exterminados por los colonos, que se comportaron de manera similar a los británicos y estadounidenses en el norte del continente, sí fueron marginados o dejados en la Edad de Piedra ocultos en la espesa jungla; incluso, Brasil fue el último país en abolir la esclavitud de la raza negra en 1889, medida que le costó el trono al gran Pedro II, emperador del Brasil y uno de los mejores gobernantes que han existido a este lado del Atlántico y bajo cuyo mandato el gigante sudamericano estaba convirtiéndose en una potencia industrial, naval y militar, pero la medida no convenía a una aristocracia de ascendencia lusa que se beneficiaba del trabajo gratuito de los africanos desde la época colonial en las grandes plantaciones agrícolas y en las minas, con los que subsanaba la escasa mano de obra que podía generar la población nativa, además de que ésta desconocía casi por completo la agricultura o cualquier actividad económica que no fuese la caza o la recolección de frutos, siendo por tanto inútiles para el trabajo organizado.

Esa misma aristocracia que instauró la actual República Federal con el Mariscal Diodoro Da Fonseca al frente la ha mantenido con todo y entramado de partidos políticos para beneficiar sus intereses exclusivos y los de sus allegados en un fabuloso entramado de corrupción que ha permanecido hasta nuestros días, y un sistema de castas donde la clase política es la que se beneficia de dichas redes para mantenerse en la cúspide; por ello, de nada sirve para el grueso de la población brasileña que el país sea el mayor productor de materias primas del mundo y tenga a la vez un enorme PIB si vive sumergida en la miseria y la violencia de las favelas mientras los dueños de las plantaciones, minas e industrias viven en un lujo exorbitante.

A Brasil, y en particular a ese gobierno bicéfalo de Luiz Inácio "Lula" da Silva y Dilma Rousseff les ha salido mal el show de intentar presentar a un Brasil exitoso y potente, pues se muestra la realidad de los cinturones de miseria que crecen a la sombra de los ultramodernos edificios de Brasilia o de los grandes hoteles de Río o los rascacielos de Sao Paulo, mismos que como la Opera del Amazonas construida por Fitzgarraldo en Manaos, aparecen como sueños megalómanos de un país que siempre ha soñado con ser un imperio y cuya realidad circundante le recuerda no que no pueda serlo, pero sí que tiene un enorme lastre que lo arrastra hacia abajo y le impide llegar a la pretendida cumbre.

Lo más terrible es como han intentado "taparle el ojo al macho" como decimos en México, y han mostrado un Brasil tremendamente militarizado --Brasil, en un dato poco conocido, tiene las cuartas fuerzas armadas del mundo, y después de EUA, es el país con mayor gasto militar del continente-- y cuyo poderío de fuerzas de seguridad se ha desatado en contra del propio pueblo: no solo con los enfrentamientos durante las manifestaciones de las masas inconformes con el derroche y la corrupción para la celebración de la justa deportiva, sino con desalojos brutales de las barriadas, y además, aparece el siniestro fantasma de los "Escuadrones de la Muerte", bandas integradas por miembros de las élites que tienen como afición el salir periódicamente a reducir la población de niños de situación económica desfavorable y dar una imagen "limpia" y "primermundista" del gigante amazónico, lo que habla mucho de la pervivencia de la mentalidad de castas y del predominio del más fuerte y rico sobre el débil y pobre, en una sociedad enormemente materialista, de mentalidad hedonista y vanidosa como la brasileña, donde no es de extrañarse que el protestantismo y su conveniente moral pragmática y su religiosidad histriónica y hueca, se extienda en detrimento del catolicismo heredado de Portugal, mismo que resulta cada vez más incómodo --a menos de que se vista de ropajes francisquistas y su discurso populista-- para quienes se pasean en tanga por Copacabana y regentean una enorme industria, lucrativa o gratuita, de explotación sexual.

La ineficiencia y la corrupción se han mostrado sin ambages, y a unas cuantas horas de que inicie el torneo muchos estadios siguen en obras, los servicios públicos ya están colapsados o las inconformidades de los trabajadores y el pueblo en general crecen. La danza de millones que se han perdido y elevado los costos del evento irrita aún más a la gente que ve cómo todo ello va a hinchar los bolsillos de los partidos y aristócratas.

¿Veremos el peor Mundial de la Historia?

El Mundial de Brasil sin duda no solo hace caer la máscara del en realidad más débil de los BRIC, sino también del Fútbol como institución global: la FIFA, queda más claro que nunca, es la entidad más corrupta y a la vez, más poderosa del mundo --hay países que han modificado sus leyes para coincidir con el organismo de los empresarios futboleros--, vendiendo un producto, como decía el por cierto brasileño y traficante de armas Joao Havelange, a quien se debe en mucho la conversión de la organización deportiva en un ente mafioso y ladrón, que está cada vez más devaluado en muchos aspectos.

Resulta curioso que Nike saque un comercial o cortometraje El Juego Final, donde varias de las estrellas del soccer actual, capitaneadas por el ya retirado Ronaldo --quien va que vuela para seguir los pasos de Michel Platiní y pasar a ser de un crack a delincuente mundial de cuello blanco-- salen a defender el juego de la aparición de jugadores clonados y de juego calculado matemáticamente creados por un villano con aires de Christopher Walken, cuando, en realidad, quienes están matando al juego son esas mismas estrellas, son empresas como la Nike y directivos ambiciosos como el propio Ronaldo (por otro lado, en el cortometraje se muestra a las favelas de Río de Janeiro como un entorno positivo y divertido donde los niños desarrollan el juego espectacular y no como un lugar donde la vida es infernal y peligrosa), basta ver que en el anuncio aparece Neymar Jr. quien es presentado como un gran jugador, cuando en realidad poco ha dejado ver más allá de una operación financiera infladísima en la que se benefició su padre y el promotor Edson Arantes Do Nascimento "Pelé", considerado el mejor futbolista de la Historia y ahora parte del gran negocio, pero cuyas supuestas grandes aptitudes han quedado en veremos, salvo el echarse clavados para fingir que sufre faltas.



Grandes estrellas, como Radamel Falcao o Frank Ribery han sufrido lesiones antes del inicio del campeonato, y esto muestra que el Mundial de Fútbol ya no es prioritario para los grandes jugadores como lo fue hasta, probablemente, la Copa jugada en Francia 1998; ahora lo importante son los campeonatos de clubes, y en especial la Champions League jugada en Europa, los salarios millonarios, los bonos y primas por los triunfos que pagan los grandes clubes donde los capitales islámicos, rusos y chinos fluyen alimentando al "Juego del Hombre"no se siente amor por la camiseta ni patriotismo por defender los colores nacionales en la cancha, como incluso los argentinos mismos lo han criticado respecto de Messi y de la selección argentina de fútbol, de la actitud que muestran al momento de cantar el himno nacional y compararlo con la actitud de los representativos nacionales en otros deportes, como el hockey sobre pasto femenil y el rugby.


Los propios países europeos compiten, como el caso de Francia, Bélgica y cada vez más Alemania, con equipos de mercenarios: naturalizados, inmigrantes, que ni de lejos representan al pueblo ni a la esencia de esos países, el lucir la camiseta y representar a "x" o "y" país se convierte en asunto de dinero y de mero trámite administrativo, como desde el Mundial del 2010 lo ha denunciado el ghanés Jerome Boateng respecto de su hermano Kevin-Prince, quien se naturalizó alemán y compite representando al equipo teutón, mismo que cada vez parece más un equipo del Medio Oriente con figuras como Özil o Khedirá.

En México, ¿qué podemos decir? Nuestro fútbol está pasando por las horas más bajas, pasto del duopolio televisivo y las ambiciones mediáticas de Carlos Slim, de los patrocinadores que han convertido a los uniformes de muchos clubes en grotescos anuncios ambulantes, con reclamos publicitarios hasta en las nalgas y los pies, jugadores sobrevaluados con escaso fogueo internacional, entrenadores mediocres, directivos locos como Jorge Vergara y mínima disciplina, es muy probable que la selección nacional, el Tri, repita el mismo desastre que en la participación del Mundial de Argentina en 1978, donde llegó un equipo lleno de conflictos y poco conjuntado.

Por todo esto, ante el negro panorama político derivado del campeonato y el pésimo panorama deportivo, es muy probable que estemos ante un Mundial malo, malísimo, pero que ojalá obligue a replantear el modo en que el Fútbol y en general el deporte profesional se ha estado llevando y convertido en un negocio brutal y poco claro, en el que se dan malas consecuencias para los países organizadores, para los jugadores y finalmente, para el juego mismo.

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