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21 de abril de 2012

TRADICIONALISTAS, NEOCONSERVADORES Y MODERNISTAS

El Papa Benedicto XVI acaba de cumplir 85 años de edad y 7 de pontificado, encontrándonos al parecer justo en el apogeo de éste, en el que empiezan a hacerse patentes algunos frutos y signos de la orientación que el pontífice alemán ha impreso al frente de la Barca de San Pedro y que están siendo realmente interesantes, puede que el reinado de Joseph Ratzinger pase a la Historia como un momento decisivo, como un papado discreto y sobrio, no como el también, innegablemente histórico pontificado de Juan Pablo II, pero mediatizado y centrado excesivamente en el carisma personal del entonces obispo de Roma, y cuyo logro mayor fue haber plantado cara al Comunismo y propiciado las revoluciones en Europa Oriental para liberarse del yugo imperial ruso revestido en esa época del ropaje Marxista.

Sin embargo, la actuación de Juan Pablo II (de virtudes inequívocamente santas, pero humano, al fin y al cabo) al interior de la Iglesia quizá no fue lo más acertada o efectiva, el polaco fue, sin duda, el máximo representante e impulsor de las decisiones del Concilio Vaticano II, y esto se tradujo en la popularización y austeridad en las formas litúrgicas, una gran relajación en la disciplina del clero, la juvenilización de la acción pastoral, el gusto por eventos multitudinarios, la adopción de métodos sacados de la dinámica de grupos y la psicología para evangelizar, con la consecuente aparición de movimientos como el Camino Neocatecumenal en España, las Comunidades Carismáticas o de Renovación Carismática que añadieron sus propias ideas de innovación litúrgica, el espíritu festivo y de adolescencia perpetua, pero también la aparición de grupos que, quizá en la borrachera del triunfo sobre el Comunismo Soviético, quisieron ver en el Cristianismo una ideología política que sirviera como base para sus intereses o justificación para el ejercicio del poder temporal.

Ninguno de esos grupos, ni los "Modernistas" como se ha llamado a los Grupos Neocatecumenales, Carismáticos, similares y conexos, ni los "Neoconservadores", como se les ha llamado a los grupos político-religiosos, que aparecieron, como el famoso Yunque mexicano, han garantizado o servido para la recristianización de Occidente; por el contrario, han alejado a las personas: por un lado, los Modernistas han frivolizado la fe, han convertido los eventos religiosos en meras actividades sociales, los colegios o asociaciones católicas que han adoptado esta orientación llaman "misiones" a irse de campamento un fin de semana y muchas veces nada los diferencia de sectas de corte protestante o "evangélico" con cantos, bailes, porras, gritos y aplausos en las ceremonias, apostando por un histrionismo propio de grupos pentecostales o como los llamados "Pare de Sufrir" y los "Cristianos Renacidos" que a tanta "oveja descarriada" de la farándula han recogido y sus conciertos de insufribles y cursis canciones en que han convertido a Dios en objeto de canciones pop que nada tienen de sacras y que echan a la basura 2,000 años de música auténticamente cristiana que va desde el canto Ambrosiano y Gregoriano hasta Bach (incluso los protestantes se olvidan de este compositor, que era Luterano, y sin embargo su música religiosa es apreciada también por los Católicos), Mozart, Vivaldi, Schubert, y hasta los himnos Anglicanos. No es de extrañarse que para los miembros de estos grupos Modernistas, sus ídolos en la música religiosa sean personajes sacados del "protestantismo made in USA" como Hillsong o Jesús Adrián Romero.

Sin embargo, ni las Jornadas Mundiales de la Juventud ni todos estos grupos y concesiones a la irreverencia, sentimentalismo y festividad han mantenido a los jóvenes en la fe realmente, seducidos por el hedonismo y el materialismo imperante y anestesiados por los medios, los que se inscriben en estos movimientos lo hacen muchas veces por buscar apoyo grupal para levantar su autoestima,--lo que peligrosamente los hace similares a las sectas a las que en mucho, imitan--o por tener algo que hacer los fines de semana o como cuestión meramente social.

En cuanto a los Neoconservadores, (a los que se ha aplicado el mismo mote que a la corriente política imperante en el Poder en EUA desde el año 2001, con Bush Jr.) los mismos buscan reducir al Cristianismo a ideología política como forma de contrarrestar a la Izquierda, defienden ciertamente causas justas e importantes: el derecho a la Vida, el Derecho Natural, la familia, una sexualidad ordenada, etc., sin embargo, pretenden imponer la Moral Cristiana encumbrados en el poder político, cuando no usan a la Religión como simple bandera para tener apoyo entre la gente de fe sencilla y hacerse con el poder para otros intereses muy particulares. Los Neoconservadores, a su vez, identifican su postura con el Liberalismo Político y Económico, (Democracia Representativa, libre mercado, libre competencia sin regulación ni limitante alguna) ignorando que en el siglo XIX el Papa Pío IX condenó tal posición política como incompatible con el Cristianismo y que su sucesor: León XIII, a su vez, definió con claridad la postura económica y social de la Iglesia, siendo demoledora su crítica al Liberalismo con su clásica encíclica Rerum Novarum.

La postura de los Neoconservadores ha generado muchas polémicas estériles y un gran desprestigio a la Iglesia, a la que hacen ver como interesada en ejercer el poder político y enfrascada en discusiones de esa índole, por lo que tampoco ha servido como medio de recristianizar a la sociedad, antes bien, ahuyenta a las personas y atrae a las críticas; por otro lado, han mostrado una obsesión excesiva por las cuestiones sexuales y bioéticas, como si fueran las únicas causas de mal en el mundo, e ignoran otras cuestiones, como los pecados contra la caridad, la hipocresía, la falta de piedad, la escasa moral en los negocios y en el actuar profesional; es decir, muchas cuestiones personales, que pueden trascender tanto o más que los pecados o vicios de lujuria.

Ahora bien, el pontificado de Benedicto XVI será señalado como el inicio del retorno a la tradición: el motu propio Summorum Pontificum del año 2007 marcó la pauta para una gradual liberación del rito gregoriano o "tridentino", llamado así por haberse fijado en forma definitiva como resultado del Concilio de Trento en el siglo XVI por el Papa San Pío V, aunque su origen llega hasta los Primeros Cristianos y a la aparición de todos sus rasgos característicos en el siglo VI bajo San Gregorio I Magno.

El domingo pasado acudí, por primera vez en mi vida, a una misa bajo este rito en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, ubicada en la calle Madero #508, esquina con Enrique González Martínez, en el centro de esta ciudad de Guadalajara, Jalisco, es un templo neoclásico de fines del siglo XIX (en la imagen, una celebración durante la Cuaresma, a la que no asistí, pero encontré la foto en Internet, ya que yo no tomé ninguna de la misa) y la experiencia es increíble; ciertamente, me desconcerté un tanto al no haber aquí respuestas por parte del pueblo, y por el carácter tan íntimo de la celebración de parte del sacerdote, sin que muchas veces sea audible su voz a todo el templo. Sin embargo, el clima de respeto y solemnidad, el canto gregoriano que invita a la meditación y a la oración hace muy diferente el ambiente a la misa de acuerdo a la reforma del Concilio Vaticano II, donde el sacerdote se comporta como un igual antes que como un mediador entre Dios y la gente, donde no existe muchas veces la posibilidad de reflexionar y orar profundamente, y que muchas veces, más que una misa parece un trámite, que duran solo 30 minutos y que, con extravagancias litúrgicas: homilías dialogadas, canciones pop, porras, aplausos, demasiada importancia e intervención de los laicos en el altar, llevan a que se pierda el sentido de la Misa: la Misa no es una fiesta, ni es un banquete ritual, ni se centra en la reunión comunitaria; la Misa es el mismo sacrificio del Calvario, realizado ahora de manera incruenta.

Este carácter de la Misa sí se respeta y se expresa en plenitud en la Misa tradicional; al momento de la elevación de la hostia es verdaderamente como cuando levantaron a Cristo en la cruz aquel viernes en Jerusalén, se produce una sensación muy diferente a la que ordinariamente se tiene en una Misa del "Novus Ordo" y que no puedo describir correctamente.

El templo donde se está ofreciendo la Misa de acuerdo al rito tradicional está a cargo de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro, grupo fundado por Juan Pablo II en 1988 en respuesta a las acciones de Monseñor Lefevbre de sacerdotes que decidieron seguir la práctica de la tradición litúrgica previa a la reforma de Pablo VI, hace poco, dicha fraternidad llegó a Guadalajara, invitada (o quizá aceptada a regañadientes) por el Cardenal Sandoval, a fin de erigir una parroquia avocada al rito tradicional, sin contar hasta el momento con los recursos propios para construir su propio templo. Me enteré de la existencia de este grupo y de la celebración de las misas según el rito tradicional por un lector del blog que amablemente se puso en contacto conmigo, lo cual se lo agradezco.

Lo que me parece más interesante de los Tradicionalistas es cómo su visión es mucho más individualista o centrada en la persona: no se busca lograr un cambio social con finalidad política, ni el cambio se centra en cuestiones de justicia social, de moral sexual o del carácter católico de partidos o gobernantes, se busca, por el contrario, que el cambio sea personal, de cada persona, y que se centre en su espíritu y sea integral, si cada persona cambia, al final se cambiará al mundo, pero para ello, cada persona debe tener la experiencia del encuentro con Dios, y esto no puede hacerse por decreto ni por imposición, sino mediante los sacramentos, y principalmente el de la Eucaristía que se vive en cada Misa, cada Misa, por tanto, debe ser una experiencia personal de ese encuentro y de renovación interna del individuo; no puede esperarse que sea una experiencia colectiva o grupal, como pretenden los modernistas o los protestantes y evangélicos en sus "shows" religiosos.

Pero además, el retorno a la tradición puede verse también desde una óptica cultural: recuperar el Latín y las formas litúrgicas antiguas es recuperar 2000 años de Historia y recuperar ese lazo directo que nos une a Roma y también a Grecia, al Mundo Clásico de la antigüedad, es darse cuenta que nuestro mundo actual: tecnificado e interconectado, no salió de la nada, sino surgió de la maravillosa conjunción de la racionalidad griega, la juridicidad romana, la practicidad germánica, unidas todas por los ideales Cristianos. Recuperar la tradición implica reavivar el vínculo sólido y directo entre la Iglesia y la cultura, entre espíritu y sabiduría e integrarlo; si recuperamos la Liturgia Gregoriana y el Latín, esto puede llevar a la formación de grupos de estudio, no solo entre los clérigos, sino entre los laicos que lleve a que éstos aumenten sus conocimientos y su aprecio por una herencia cultural impresionante e inmensa.

Este retornno a la tradición impulsado por Benedicto XVI es lo que ha atraído a las numerosas conversiones que se están dando en el mundo anglosajón y lo que motiva un cada vez mayor acercamiento al mundo Ortodoxo, mismo que, tras haber pasado 70 años bajo el Comunismo ateo, goza hoy de una renovada vitalidad, y no es para menos: los jóvenes acostumbrados al ruido del mundo, al entrar a un templo quedan maravillados ante el rito bizantino, y esto es porque claramente queda demostrado que al interior de la iglesia no entra el Mundo, sino se entra a un punto de contacto con la Divinidad, el ambiente adentro del templo debe propiciar ese acercamiento, ese encuentro, la tradición litúrgica gregoriana-tridentina lo propicia, y no una liturgia que, en mucho, parece una extensión del Mundo al interior del templo.

Quizá siglos después se vea al Concilio Vaticano II como un experimento fallido, un Concilio que no rindió buenos frutos, como en su momento lo fue el Concilio V de Letrán, clausurado en 1517, que no logró nada en la reforma del clero y no evitó el estallido del movimiento de Lutero, 2 años después, y que deba ser revisado y superado por otro centrado en el mensaje imperecedero de 2000 años de Cristianismo, (como el V de Letrán fue superado por el de trento) sin pretender modernizarlo o adaptarlo a nuevos tiempos; Juan XXIII y Pablo VI, estoy seguro, convocaron a dicho sínodo ecuménico con las mejores intenciones, pero equivocaron las preguntas y los objetivos: la Iglesia no tenía que aggiornarse o adaptarse al mundo moderno, la Iglesia tenía que encontrar los medios para seguir difundiendo su mensaje y TRANSFORMAR al mundo moderno, si así lo hubiesen planteado, quizá hoy en día tendríamos una mejor Iglesia y un mejor Mundo.

2 comentarios:

El facha Martinsky dijo...

"han mostrado una obsesión excesiva por las cuestiones sexuales y bioéticas, como si fueran las únicas causas de mal en el mundo, e ignoran otras cuestiones, como los pecados contra la caridad, la hipocresía, la falta de piedad, la escasa moral en los negocios y en el actuar profesional"

"Recuperar la tradición implica reavivar el vínculo sólido y directo entre la Iglesia y la cultura, entre espíritu y sabiduría e integrarlo"

No podría estar más de acuerdo...

Catolicidad dijo...

Juicioso e interesantísimo post.

Un abrazo en Cristo
CATOLICIDAD