Ya anteriormente en este blog había comentado que podían esperarse cosas interesantes del Gobierno Inglés actual, encabezado por el Primer Ministro conservador David Cameron y el líder liberal Nick Clegg en su forma de enfrentar la crisis económica mediante el desmantelamiento del Estado de Bienestar británico edificado por los Gobiernos Laboristas de la posguerra (1945-1978), semidestruido por la Administración de Margaret Tatcher y vuelto a edificar por Tony Blair y su "Tercera Vía" que no era más que la ya muy transitada carretera pavimentada por Keynes, ahora, el nuevo gobierno, se enfrenta a una problemática complicada que nace de algo tan simple como lo que el anterior Secretario del Tesoro británico le dijo en una nota al actual titular de dicha cartera: "No hay dinero en caja".
Sin dinero, la administración encabezada por Cameron y el Estado encabezado por Isabel II se dieron cuenta que había que recortar gastos, sumamente onerosos, producidos tras décadas de paternalismo y populismo; entre ellos, el sistema educativo. Cabe aclarar que las Universidades en Inglaterra tienen un carácter que podría decirse es mixto: intervienen en ellos la iniciativa privada, siguiendo el modelo medieval de ser una agrupación de académicos, maestros y alumnos unidos en una corporación, que obtienen su fundación de una carta otorgada por el monarca británico en la que se establecen sus estatutos, su organización y su legislación interna, así como el régimen fiscal al que se estará sujeta y la intervención del Estado en ellas para el reconocimiento de planes de estudio, títulos y grados, etc.
De esta forma, las Universidades inglesas son equiparadas a las instituciones de beneficiencia y no pagan impuestos, mas sí reciben grandes subsidios, lo que hace que, si bien por cada estudiante se gastan 7,000 libras para su formación profesional por periodo lectivo, exista un límite al pago de colegiaturas por casi la mitad de dicha cantidad: 3,250, con lo que es de entenderse que el resto lo pagaba el Estado mediante un subsidio, con el creciente aumento de la matrícula universitaria, que ha llegado a su punto máximo en el país isleño, el pago del subsidio se ha hecho insostenible. Sin embargo, Cameron se atrevió a hacer una reforma: se elevó la tasa límite para el cobro de colegiaturas hasta las 9,000 libras, eliminando el subsidio. Por supuesto, la medida no fue popular, y durante los meses de noviembre y diciembre se desató la ira estudiantil, llegando incluso a producirse un ataque al vehículo oficial del Príncipe Carlos y su esposa Camila Parker con ellos abordo. A pesar de todo, tanto la Cámara de los Comunes como la Cámara de los Lores han aprobado la iniciativa de reformas y sólo falta la sanción de la reina para que el decreto se publique y entre en vigor.
Esta reforma (pueden ver una explicación interesante de esta reforma en el artículo de Albert Esplugas Boter, del Instituto Juan de Mariana, un centro de estudios económicos español), tiene por un lado el objeto de llevar al ahorro del gobierno, pero ese no es el único objetivo y no implica dejar desprotegido al estudiante de bajos recursos; lo que sí implica es el fomento a la competitividad tanto entre las casas de estudio como entre los estudiantes, y ahí es un punto que debería ser seguido también por México, más cuando acabamos de pasar por todo un estira y afloja entre la UDG y el Gobierno de Jalisco, en que la insaciable universidad exige más recursos, cuyo uso no es transparentado ni fiscalizado por la casa de estudios, sino parece se destina a los negocios personales de cierto dirigente, es buen momento para replantearnos el manejo de las universidades públicas en nuestro país.
Así, y pese a la idíllica foto con que se inicia esta entrada de Oxford, los británicos han percibido que tanto ésta como Cambridge, pese a su mítica historia que arraiga en la Edad Media, pese a Gandhi, Newton y Stephen Hawking, Penrose, y tantos y tantos egresados históricos, al igual que todas las demás universidades, han perdido competititvidad ante las universidades norteamericanas, que hasta ahora, siguen siendo las mejores, y las cada vez más prestigiosas universidades chinas en la formación de profesionistas capaces e investigadores, y no es para menos, veamos lo que ocurre en las universidades públicas mexicanas, que son gratuitas (para el alumno, claro, porque luego las cuotas de $200 o incluso de 20 centavos que se pagan según el caso, son irrisorias e insuficientes, algo de lo que se olvidaron los rancherones y empistolados del Constituyente de 1916-17 reunido por Carranza es que nada es gratis en este mundo) y por supuesto, no son competitivas internacionalmente: Se busca ampliar indefinidamente la matrícula sin límite, con lo que se sacrifica calidad por cantidad, y el sostenimiento del sistema educativo público, desde la educación básica hasta universidad radica en el contribuyente, sin que el número de estos aumente, sino que se trata de los contribuyentes cautivos, y si es necesario obtener más recusos, simplemente se aumentan los impuestos sobre los cargados hombros de la clase media mexicana.
Clase Media que, aunque no necesite la escuela pública, debe pagar por ella, al tiempo que paga la educación privada, sin que pueda deducir las erogaciones por concepto de colegiatura; esto es porque si así fuera, habría una ostensible reducción de los ingresos con los cuales sostener al sistema educativo público, el cual debería ser autofinanciable y no sostenerse con los contribuyentes cautivos; volviendo a Inglaterra, los Laboristas, sostenedores del Estado de Bienestar, plantearon establecer un impuesto a cargo de los egresados universitarios a fin de pagar el subsidio a aquellos que se encuentran cursando su carrera, lo cual resulta injusto e ilógico, además de que disuaría de estudiar una carrera universitaria, presentada entonces como un lujo sancionado con una carga fiscal para pagarles los estudios a otros que a la larga, se convirtirían en esclavos del sistema.
Pero veamos a algo que se refiere o se podría referir a ambos países: la competencia entre Universidades puede llevar a que las mismas ofrezcan cuotas más bajas y atractivas para el alumnado a fin de captarlo o den servicios y extras más allá de la educación en las aulas, la competencia, finalmente, mejorará el nivel educativo; es algo que ha sido clave para el éxito de las universidades estadounidenses y que hace que los jóvenes hagan una consciente elección de la casa de estudios donde piensan estudiar ya sea el "College" o después, su carrera profesional. Incluso aquí en México, y pese a que en los rankings aparece siempre en primer lugar la UNAM, y ello debido al verdadero monopolio que tiene en nuestro país de la investigación científica, nadie duda que el mayor nivel educativo lo tienen instituciones como el Tecnológico de Monterrey o el ITAM, es claro que la educación privada tiene un mayor nivel, motivado simplemente por la competencia, esa misma competencia, lleva a que entre los alumnos exista competencia por acumular méritos, a fin de tener acceso a becas y créditos para estudiar, y que incluso, aquellos que tengan mejores promedios en el bachillerato sean peleados por las principales instituciones de educación superior.
Sin embargo, con una educación pública "gratuita", (nótese el entrecomillado, porque no es gratuita, se desplaza el pago no a quien recibe el servicio, sino a un tercero, esto es, el contribuyente) el estudiante no siente ningún impulso para estudiar u obtener méritos, claro, queda su responsabilidad personal, pero con frecuencia se produce el fenómeno de los "fósiles" y porros que duran años y años sin jamás graduarse, y que generalmente terminan afincados dentro de las redes políticas y de corrupción internas que se tejen alrededor de un inmenso presupuesto que se les concede anualmente a las universidades, mismo que siempre aumenta y que beneficia, ante todo y en muchos casos, como es el de la UDG, a los directivos y clientes, que conforman una verdadera elite; el monopolio de la investigación y de los programas de intercambios con universidades extranjeras, terminan por excluir por completo a las universidades públicas de la competencia y por contrario, servir de semillero a corruptelas y redes de influencias y a la atribución casi completa de puestos en la administración pública y otras ramas del Gobierno.
En definitiva, un cambio revolucionario en el sistema de educación pública a nivel superior es necesario en nuestro país, algo como lo hecho por Cameron sería fundamental, pues por un lado, crearía un sistema autofinanciable, generaría ahorros al Estado y pondría a todas las casas de estudio en el mismo nivel, compitiendo y llevando a una mejora general del sistema (aparejado a ello, la existencia de colegios profesionales que ejercieran además como instituciones acreditadoras y certificadoras de la calidad de los planes de estudio,una plena libertad de las instituciones para fijar sus programas y contenidos y la creación de un sistema nacional de becas y créditos a estudiantes que les permitiese a los alumnos estudiar en la institución de su elección sin importar si es pública o privada y la inmersión e inversión de la pasiva iniciativa--aunque se oiga incoherente, pero así es--privada en la investigación y el desarrollo tecnológico, etc.) y a los alumnos a la búsqueda de excelencia; sin embargo, apuesto que en México continuaremos con el mismo sistema ahora sí hasta que truene o lleve a la inoperancia más completa, pues seguiremos defendiendo "los logros de la Revolución" o "las luchas sociales del Pueblo Mexicano, que inspiraron a los hombres de la Independencia, Reforma y Revolución"; si todo ello fue tan bueno, tan óptimo, tan grandioso, entonces, ¿porqué hemos fracasado en aquello en que los países que no tuvieron un movimiento de Independencia tan destructivo, una Reforma tan radical, traidora y nefasta y una Revolución que fue una farsa sangrienta como nosotros, han triunfado?
Se me ocurre un pequeño cuento o parábola para ilustrar como nos vemos: Un señor entra a una tienda departamental y llega a la sección de electrónica y ahí queda maravillado y empieza a curiosear entre las novedades: blue-rays, computadoras, tablets, celulares y televisiones, quedando con la boca abierta; entonces, una avispada vendedora le sale al encuentro y le muestra el televisor más avanzado del mercado: pantalla plana, leds, alta definición, tercera dimensión, posibilidad de conectarse a TV por Internet, etc. etc. y le pregunta al potencial cliente si la quiere, además, tiene un comodísimo sistema de crédito para llevársela y está en oferta.
--No, señorita, gracias--contesta el hombre.--Ya tengo televisor.
--¿Ah sí, cuál es?
--Es un Telefunken que mi abuelo me compró en 1972, blanco y negro, de bulbos, a veces se le va el sonido y le tengo que pegar para que agarre señal (y eso desde que era nuevo), y no agarra todos los canales de TV abierta, nomás el 2 y el 13.
--¿En serio? ¿Y porqué no lo cambia? ¡Eso ya está para la basura!
--¡Claro que no! Es el mejor televisor que puede haber, así me lo decía mi abuelo....
Ahí les dejo la reflexión.
Sin embargo, con una educación pública "gratuita", (nótese el entrecomillado, porque no es gratuita, se desplaza el pago no a quien recibe el servicio, sino a un tercero, esto es, el contribuyente) el estudiante no siente ningún impulso para estudiar u obtener méritos, claro, queda su responsabilidad personal, pero con frecuencia se produce el fenómeno de los "fósiles" y porros que duran años y años sin jamás graduarse, y que generalmente terminan afincados dentro de las redes políticas y de corrupción internas que se tejen alrededor de un inmenso presupuesto que se les concede anualmente a las universidades, mismo que siempre aumenta y que beneficia, ante todo y en muchos casos, como es el de la UDG, a los directivos y clientes, que conforman una verdadera elite; el monopolio de la investigación y de los programas de intercambios con universidades extranjeras, terminan por excluir por completo a las universidades públicas de la competencia y por contrario, servir de semillero a corruptelas y redes de influencias y a la atribución casi completa de puestos en la administración pública y otras ramas del Gobierno.
En definitiva, un cambio revolucionario en el sistema de educación pública a nivel superior es necesario en nuestro país, algo como lo hecho por Cameron sería fundamental, pues por un lado, crearía un sistema autofinanciable, generaría ahorros al Estado y pondría a todas las casas de estudio en el mismo nivel, compitiendo y llevando a una mejora general del sistema (aparejado a ello, la existencia de colegios profesionales que ejercieran además como instituciones acreditadoras y certificadoras de la calidad de los planes de estudio,una plena libertad de las instituciones para fijar sus programas y contenidos y la creación de un sistema nacional de becas y créditos a estudiantes que les permitiese a los alumnos estudiar en la institución de su elección sin importar si es pública o privada y la inmersión e inversión de la pasiva iniciativa--aunque se oiga incoherente, pero así es--privada en la investigación y el desarrollo tecnológico, etc.) y a los alumnos a la búsqueda de excelencia; sin embargo, apuesto que en México continuaremos con el mismo sistema ahora sí hasta que truene o lleve a la inoperancia más completa, pues seguiremos defendiendo "los logros de la Revolución" o "las luchas sociales del Pueblo Mexicano, que inspiraron a los hombres de la Independencia, Reforma y Revolución"; si todo ello fue tan bueno, tan óptimo, tan grandioso, entonces, ¿porqué hemos fracasado en aquello en que los países que no tuvieron un movimiento de Independencia tan destructivo, una Reforma tan radical, traidora y nefasta y una Revolución que fue una farsa sangrienta como nosotros, han triunfado?
Se me ocurre un pequeño cuento o parábola para ilustrar como nos vemos: Un señor entra a una tienda departamental y llega a la sección de electrónica y ahí queda maravillado y empieza a curiosear entre las novedades: blue-rays, computadoras, tablets, celulares y televisiones, quedando con la boca abierta; entonces, una avispada vendedora le sale al encuentro y le muestra el televisor más avanzado del mercado: pantalla plana, leds, alta definición, tercera dimensión, posibilidad de conectarse a TV por Internet, etc. etc. y le pregunta al potencial cliente si la quiere, además, tiene un comodísimo sistema de crédito para llevársela y está en oferta.
--No, señorita, gracias--contesta el hombre.--Ya tengo televisor.
--¿Ah sí, cuál es?
--Es un Telefunken que mi abuelo me compró en 1972, blanco y negro, de bulbos, a veces se le va el sonido y le tengo que pegar para que agarre señal (y eso desde que era nuevo), y no agarra todos los canales de TV abierta, nomás el 2 y el 13.
--¿En serio? ¿Y porqué no lo cambia? ¡Eso ya está para la basura!
--¡Claro que no! Es el mejor televisor que puede haber, así me lo decía mi abuelo....
Ahí les dejo la reflexión.
1 comentario:
Desgraciadamente en México estamos rodeados de "mafias" que nos forma con ideas retrogradas, amando a nuestros "héroes", dándonos pan y circo.. o callándonos de forma "inteligente" como Salinas a los escritores.. (ofreciendo becas vitalicias.. y lo peor ..logró callar a las pocas voces críticas de México en aquel entonces). A diario me pregunto, si podré seguir luchando para lograr la coherencia de mi hablar con mi actuar ¡¡en un País como el nuestro!!
Publicar un comentario