El científico norteamericano Jared Diamond publicó a fines de la década de los noventa un libro extraordinario titulado "Armas, Gérmenes y Acero", en el cual postula una teoría bastante reveladora: el desarrollo de una sociedad, en todos sus aspectos, se encuentra condicionado desde su origen por las circunstancias geográficas, ecológicas y de disposición de recursos naturales: las diferencias, por ejemplo, en los ejes de distribución de las tierras entre la gran masa de Eurasia y el continente americano que en el primer caso es este-oeste y en el segundo norte-sur, motivó por ejemplo, la rápida difusión de la agricultura entre muchos pueblos del Viejo Mundo, mientras que en el Nuevo, las especies vegetales domesticadas tardaron más tiempo en aclimatarse a latitudes más frías o más cálidas, según el caso y fue un factor decisivo para el avance más lento del desarrollo tecnológico y material de los pueblos indígenas americanos: así, al momento del "Encuentro de 2 mundos", Europa se hallaba ya rozando la Revolución Industrial, en pleno Renacimiento, con la explosión de los grandes descubrimientos científicos, artísticos y tecnológicos propios de los tres siglos prodigiosos: XVI, XVII y XVIII que pueden ser señalados abiertamente como el máximo esplendor creativo y emprendedor de la Civilización Occidental: no habría Ipods sin las matemáticas de Neper o Tartaglia, Pascal, Newton o Leibintz, ni que decir de los aportes de Leonardo Da Vinci, Francisco de Vitoria y su Derecho Internacional, un Shakespeare o un Cervantes; mientras tanto, América había desarrollado en Mesoamérica y Los Andes civilizaciones comparables a las de la antigüedad clásica en muchos aspectos, y que entonces, podríamos decir, se encontraban1,500 años atrás en el desarrollo social, político e incluso más atrás en el tecnológico, pues el empleo del metal no se había generalizado y la mayoría de las herramientas eran de piedra, madera y hueso.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver lo anterior con la pregunta que titula a este post? pues primordialmente que cada pueblo debe tener la forma de gobierno que más se adecúe a sus circunstancias, y que no se puede pedir, por ejemplo, que Irak tenga una democracia parlamentaria al estilo canadiense, puesto que su desarrollo histórico y las circunstancias sociales y culturales propias de esta nación islámica serán diferentes al extenso país norteamericano.
En el caso de México y de América Latina en general estamos viendo, o lo hemos visto desde el momento de la independencia respecto al Imperio Español el eterno fracaso de los intentos por establecer un sistema democrático-representativo y por el contrario, el éxito relativo que han tenido los regímenes autoritarios, aunque los mismos no han tenido siempre una continuidad prolongada que le permita mantener un desarrollo sostenido y que se prolongue en el tiempo, pues muchas veces estos regímenes están sujetos a un caudillo que por supuesto, no es eterno.
La excepción quizá fue el régimen priísta en México, que pudo sostenerse durante setenta años, seguido por el régimen castrista en Cuba, pero éste se sostiene fundamentalmente gracias a la extraordinaria longevidad de Fidel y Raul, resultando todavía una incógnita si el Partido Comunista Cubano podrá sostenerse tras la desaparición de sus líderes.
La razón del fracaso de los sistemas democráticos en América Latina se encuentra en el origen mismo de nuestros pueblos: sustentados sobre sociedades agrícolas hidráulicas, nacidas en zonas lacustres, en el caso de los imperios indígenas del México central, o en ambientes hostiles, como en el caso de las selvas del Mayab y de la cordillera andina, requirieron la conformación de sistemas políticos con un fuerte poder centralizado y absoluto: tal y como lo expone el antropólogo Christian Duverger en su obra "El Primer Mestizaje", tanto mayas como otros pueblos de la antigua Mesoamérica tuvieron un régimen que se encontraba encabezado por un monarca (no igual a los europeos: el traducir Huey-Tlatoani como Emperador, o Tlatoani y Ahaw como Rey es inexacto, pero es un convencionalismo aceptado, pues se acerca a la idea de la función desempeñada y lo mismo ocurre con la traducción del Huang-di chino o el Tenno japonés a Emperador, cuando son figuras diferentes, pero que se acercan a ese concepto occidental) que antes de emitir sus órdenes y decretos tenía que lograr consensos con los nobles, nobles que muchas veces lo elegían de entre una familia especial, como es el caso de los Azteca, o controlaban su poder, como el caso de los Batab respecto a los soberanos mayas que en los más de los casos sí tenían sucesión dinástica patrilineal (en algunos otros casos era matrilineal) y de no obedecer al consenso podía enfrentar la muerte, como ocurrió con el emperador azteca Tízoc.
Pero una vez emitida la decisión, orden o decreto real, el pueblo no podía hacer más que someterse al mismo, sin rechistar ni negar obediencia, además de que, basados en una mentalidad colectivista, debían colocarse totalmente bajo el mando del soberano, quien era considerado además intermediario entre los dioses y los hombres y por tanto recibía toda veneración y sometimiento respecto de los suyos. Este sistema, lo mismo que en el Egipto faraónico y los imperios de Medio Oriente, garantizó una gran estabilidad al edificio social y un alto desarrollo que ciertamente, quedó estancado al llegar un punto determinado. Así, no parecen haberse dado rebeliones masivas de campesinos o conflictos internos graves en los Estados mesoamericanos, sino que la caída de reinos e imperios se debió por lo general a conflictos entre ellos o invasiones extranjeras.
Así, regímenes representativos o con limitación del poder, calificables de "Repúblicas" fueron extremadamente raros en la Mesoamérica antigua: Tlaxcala, al llegar Hernán Cortés, se gobernaba por una asamblea nobiliaria presidida por los cuatro reyes de los señoríos que federados, conformaban a esta nación indígena, y Chichén Itzá, donde una asamblea de ricos mercaderes y militares elegían para las potestades ejecutivas y de mando supremo del ejército a dos líderes: el "capitán serpiente" y el "capitán disco solar". El único pueblo que logró en América un régimen claramente organizado en forma democrática y constitucional, con respeto incluso por los derechos fundamentales del individuo fue el Iroqués en lo que hoy es el este de Canadá y el Noreste de EUA, pero ese es un tema muy interesante del que no nos ocuparemos hoy.
Durante la época colonial tuvimos un régimen que precisamente no implicaba la representación de los gobernados, sino que descansaba en la figura del lejano e invisible monarca español que nombraba a las autoridades, y los ayuntamientos, que en España eran los órganos mediante los cuales se ejercía la participación popular en las decisiones políticas, muchas veces quedaban rebasados por el poder de los encomenderos, quienes luego ejercían funciones de gobierno que heredaban a sus descendientes, o lo peor, nuevos nobles compraban los cargos públicos y los ejercían sin haber sido electos para ello, y también muchas veces daban en herencia tales cargos; por otro lado, las Cortes que se reunían en la metrópoli cuando el Rey las convocaba sobre todo para la aprobación de medidas fiscales o declaratorias de guerra durante la época de los Austrias nunca contaron con representantes de la Nueva España ni de otras partes del imperio.
Para colmo, la gran autonomía de la que gozaban las colonias, concebidas como reinos en la estructura confederal de la monarquía española durante los siglos XVI y XVII, desapareció tras la llegada al poder de los Borbones, que de inmediato aplicaron el absolutismo y la centralización importadas de Francia, lo que fue una de las causas de la independencia.
Posteriormente, con la independencia la situación no cambiaría mucho, los intentos por aplicar las ideas de la Ilustración fracasarían, y hablaremos de ello en el próximo post...