Recuerdo que en los años 90, durante mi adolescencia, se exhibió en los cines una película llamada Sin Miedo a la Vida, un interesante drama psicológico protagonizado por el gran actor Jeff Bridges, en la que interpretaba a un hombre que milagrosamente sobrevive a un espantoso accidente aéreo, quedando además, ileso, algo que en ciertas ocasiones efectivamente se ha producido, debido a la posición al interior del avión, en que el pasajero se encontraba sentado al momento del impacto. A raíz de ello, y claramente afectado por el síndrome de estrés postraumático, el protagonista comienza a sentirse en cierta forma inmortal, una especie de elegido por Dios, y comienza a someterse, él mismo, a situaciones de riesgo, para demostrar que, pasara lo que pasara, no podía morir.
Aquello, evidentemente derivaba también de algo muy protestante: la creencia de la predestinación, que, --irónicamente para el discurso libertario que presuntamente difunde Estados Unidos-- termina por negar la libertad individual, aduciendo que todo, absolutamente todo lo que acontezca a una persona, ya se encuentra trazado por los designios divinos, incluso, ya se encuentra decidido por él quién se salvará y será parte de los 144,000 inscritos en el "libro de la vida" según aparece en el Apocalipsis, y quién se irá al infierno, con independencia de la moralidad sus acciones e intenciones, su fe o su escepticismo.
Así, me parece que he comentado aquí que el Presidente reelecto, Donald Trump, tras el atentado sufrido en julio, del que milagrosamente se salvó, gracias a un simple movimiento de cabeza, parecía muy diferente a su anterior campaña presidencial y a su primer periodo al frente del Ejecutivo norteamericano. Creo que, a diferencia del mandato anterior, en el que, si bien manejó un discurso conservador-populista y nacionalista, se mantuvo en la institucionalidad del cargo, respetuoso de la Carta Magna dictada en Filadelfia en 1787, y además, apareció como un promotor de la paz a nivel internacional... Hoy, me parece que, peligrosamente, parece adoptar cada vez más un discurso propio de un caudillo que se siente, como el personaje de Bridges en aquel filme, como un elegido de Dios para la salvación de su país, la derrota de sus enemigos y llevarlo a la grandeza, y en consecuencia, adoptando un discurso inusitadamente agresivo para con sus vecinos: México y Canadá, y regiones cercanas: Panamá, y la isla danesa de Groenlandia, como no se había visto desde los tiempos de James Knox Polk.
Así, pareciera que aquella sugerencia de convertir a Canadá en "el estado 51" de la Federación, es mucho más que una broma o burla a la debilidad del desastrado Gobierno que preside Justin Trudeau, al que, evidentemente, está buscando derribar mediante sus declaraciones para mover a la opinión pública canadiense en su contra y así ver la instalación en la Colina del Parlamento de un dócil, cuando no, servil Pierre Poilievre que acepte todos los dictados emanados de Washington sin rechistar, y por lo que ve a México, y aunque pareciera que había cierta negociación ya entre la administración entrante en EUA, y la nueva, recién instalada de Claudia Sheinbaum en México, con restricciones crecientes a los migrantes, aranceles a mercancías chinas y una cada vez mayor acción contra el crimen organizado contrastante con la abulia de AMLO, es claro que ya desde hace tiempo se viene preparando algo grande, lo que se manifiesta en el enorme tamaño de nuevas sedes diplomáticas del coloso del norte en nuestro país, como la nueva Embajada en Ciudad de México, y el Consulado en Guadalajara, lo que parece más bien que se destinarán a operaciones de las numerosas y poderosas agencias de inteligencia y seguridad norteamericanas. La declaratoria de los carteles del narcotráfico como organizaciones terroristas, implicarán que los políticos mexicanos, sean de MORENA, o de la Oposición, tengan que romper sus relaciones con los carteles, y se verán obligados a establecer mecanismos de cooperación con tales organismos de autoridad venidos del norte, ante la inminente entrada de fuerzas norteamericanas a combatirles. (La verdad, eso sería positivo, pero no está exento de dificultades ni tampoco es tan sencillo).
Ahora bien, he hablado aquí que realmente, es algo prácticamente natural e inevitable que se dé un proceso de integración de Norteamérica, entre EUA, México y Canadá, al menos; aunque le duela a los Hispanistas, la realidad es que simplemente por geografía, es mucho más natural y más fuerte la interacción entre los dos países angloamericanos y el hispánico, que entre éste y digamos, Ecuador, o Perú. Es claro, el Continente Americano consiste en dos masas de tierra, que no pocos consideran dos continentes separados, por el llamado Tapón del Darién que interrumpe las comunicaciones entre ambas partes del Nuevo Mundo.
Igualmente, he señalado que, en el caso de América, tenemos muchos elementos para creer que los actuales Estados que se asientan sobre este continente, son apenas formaciones temporarias: tomemos en cuenta que el proceso que culminó en la formación de los Estados Europeos comenzó con la caída del Imperio Romano de Occidente en 476 d.C., y la entrada de los pueblos germánicos que, con su asentamiento en distintas provincias de dicho imperio, y la mezcla con la población romanizada de cada región, fueron creando los actuales España, Francia, Italia, Alemania, etc., tras un largo proceso de mil años que fue la Edad Media, y en los casos italiano y alemán, el proceso no terminó sino hasta mediados del siglo XIX en la unificación y consolidación de Estados Nacionales en ella. En el caso americano, podemos iniciar el proceso formativo en 1492, con la llegada de Colón, la posterior conquista y colonización o poblamiento por europeos, principalmente de parte de España, Francia, Inglaterra y Portugal, por lo que, apenas nos encontraríamos a la mitad del proceso. Así que yo creo que México, Canadá, e incluso Estados Unidos no somos más que etapas transitorias en la evolución política y social de Norteamérica, no obste a ello que el vecino del norte haya obtenido la hegemonía mundial en forma prematura, debido a la anomalía provocada por la autodestrucción de las potencias europeas durante el siglo XX.
Por supuesto, quizá esa integración debería darse de una manera más gradual y partiendo de la cooperación, enfrentando amenazas comunes como el tráfico de drogas y de personas; sin embargo, la Historia ha dado ejemplos de que, de cuando en cuando, surgen líderes que, sintiéndose como abanderados de una misión providencial, actúan como catalizadores de procesos expansivos o integradores. Trump cree ser uno de ellos y que las circunstancias actuales le son propicias para hacerlo. Una eventual anexión de alguna manera violenta o forzada de Canadá y México a EUA, la adquisición o arrebatamiento a Dinamarca de Groenlandia a fin de contar con una base estratégica para el control del Ártico y sus innumerables recursos, la recuperación, ante un ínfimo e incapaz Panamá de defender su Soberanía, del Canal, --mismo que fue construido por EUA, quien impulsó la escisión del país ístmico de Colombia a fin de poder realizarlo, y que mantuvo la concesión sobre la vía y su área circundante de 1903 a 1999,-- cuando no, la anexión o integración de Centroamérica a todo el bloque, se explica por la necesidad de generar una especie de enroque del coloso angloamericano ante el poderío chino y de sus aliados.
Esto indica que, ante el peligro que representa la conversión de China en una potencia global, el resurgimiento de Rusia como gran poder euroasiático, y el ascenso de potencias islámicas como Turquía (lo cual quedó demostrado con la caída de Assad en Siria) y las petromonarquías del Golfo Pérsico, Estados Unidos no podrá continuar solo sin asegurarse el control de los inmensos recursos naturales que puedan proveer Canadá y México además de los propios, que son ingentes, y la mano de obra barata que, igualmente, los países al sur del Bravo ofrecen. Qué mejor oportunidad que el forzarlos a todos, no necesariamente con invasiones militares, pero sí con presiones de muchos tipos, a integrarse en una Unión Norteamericana dirigida desde Washington y sostenida por su poderoso ejército, a diferencia del tambaleante y débil bloque europeo, un experimento que se dirige al fracaso mientras sus integrantes colapsan ante el poder industrial chino, la ruptura con Rusia y la invasión islámica ante el derrumbe demográfico.
Esto se ve claramente en cuanto a que no pretende lograr esta integración desde la cooperación, sino mediante la imposición: para Trump, es la oferta y no la demanda, la que provoca el flagelo del narcotráfico, y ve en los abundantes drogadictos de su país a víctimas inocentes de los carteles mexicanos sin hacer mención de las redes internas en su país de la distribución de los narcóticos, y no habla del papel del sector farmacéutico estadounidense en la extensión de la adicción a los opiáceos como el fentanilo, ni tampoco acerca del tráfico de armas hacia el sur, lo que exigiría que, en plano de igualdad, se formulase un plan conjunto entre EUA y México, y también Canadá, para combatir un problema común a la región; tampoco parece encontrar otra manera de estimular la competitividad de las industrias americanas en contra de las chinas más que prohibiendo la libertad de comerciar con el Celeste Imperio, lo que implica un reconocimiento de que las empresas norteamericanas no pueden igualar o superar en calidad y precio a lo que hacen los asiáticos, además de que no sólo es China, sino también Vietnam, Tailandia o la India y hasta Bangladesh, quienes también pueden inundar el mercado global con productos de precio bajo y calidad aceptable.
Todo esto, en realidad, lo que hace es enmascarar que, realmente, lo que se busca es consolidar un coto de poder para la sobrevivencia de la posición de Estados Unidos ante las amenazas globales que le cercan, a la vez que echa la culpa a otros de los problemas internos, muy graves, que le aquejan, además de satisfacer esa misión mesiánica a la que, al parecer, se siente llamado.
Trump, de ser el artífice de un bloque norteamericano unificado, se erigiría como una especie de conquistador o un creador de imperios de nuevo cuño, quizá, en su ego, se sentiría que iguala a personajes como Octavio Augusto o Carlomagno.
Por supuesto, esto no es tan sencillo. Aunque en Canadá y México puedan existir muchos en sectores conservadores o de Derecha que consideren este proyecto como la única solución para librarse de la Izquierda del Foro de Sao Paulo representada por MORENA en nuestro país, o de la Izquierda Woke representada por el Partido Liberal de Trudeau en Canadá, y evitar el derrumbe de sus sociedades, presas de diversos problemas, habrá sectores que igualmente se resistirán, y tampoco las potencias rivales, como Rusia o China, aceptarían la conformación de una entidad política que sin duda, sería de un poder inimaginable, o que se les excluya, como lo ha anunciado Trump, de usar una vía internacional para su comercio como es el Canal de Panamá, y que él plantea hacer de uso exclusivo para el comercio norteamericano... quizá decidan devolverle una situación del tipo de Ucrania como respuesta a sus ambiciones.
Aunque para mi, Trump es un personaje que tiene muchas cosas positivas, como la recuperación de valores cristianos y tradicionales, su evidente favor hacia los Católicos, la destrucción de la ideología woke, la oposición a los sectores de las oligarquías financieras y del espectáculo que han impulsado eso y el ponerse como objetivo poner fin a la Guerra en Ucrania contra Rusia, sin embargo, creo que se encuentra en una deriva que bien lo puede llevar a cometer una imprudencia o sumergir a nuestro continente, y a su propio país en un caos que a la larga, lleve a encontrarse en una situación totalmente contraria a la que pretende lograr. Como siempre, resulta un tanto curioso que para obtener empleos que implican responsabilidades e incluso, para entrar a estudiar a la universidad, se exijan exámenes psicométricos y psicológicos, así como estudios de antecedentes de salud mental, pero para ejercer cargos públicos de elección popular, como es el gobierno del país más poderoso del mundo, esto se soslaye, pese a haber pasado ante una experiencia traumática como el atentado en su contra.
Como el personaje de Bridges en la película, puede estar tentando a la suerte, lo malo es que con ello, puede arrastrar a cientos de millones en su aventura.
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