Et lux in tenebris lucet et tenebrae eam non comprehendérunt... Esta frase, al inicio del Evangelio de San Juan se aplica perfectamente a lo que fue la figura del Sumo Pontífice Benedicto XVI, en el siglo Joseph Ratzinger, fallecido el 30 de diciembre de 2022. Teólogo brillante, quiso iluminar con su sabiduría sobre la Ciencia de Dios y sus estudios sobre la Fe desde la luz de la Razón a una sociedad, de inicios del siglo XXI, envuelta cada vez más en las tinieblas del hedonismo, el consumo y la indiferencia, y así, como lo describe el Apóstol en su Evangelio, la sociedad de su tiempo rechazó a Jesús, la sociedad actual lo rechazó en la persona y la doctrina de su Vicario, el Papa alemán.
Tras el largo y en mucho, espectacular pontificado de San Juan Pablo II, Benedicto pretendió dirigir a la Iglesia mirando hacia dentro, y así tratar de responder a los problemas que en mucho, la política eclesial dirigida hacia el exterior para combatir al comunismo que afectaba directamente a su natal Polonia, su predecesor había dejado crecer o dejado insolutos: los abusos sexuales por parte de clérigos --quizá un problema aumentado y exagerado más por los medios en países protestantes o anticatólicos, como EUA-- y la crisis post-Concilio Vaticano II, misma que aún hoy continúa ya bajo el reinado de Francisco I.
No ha habido Papa más atacado por tirios y troyanos que Benedicto XVI en los tiempos recientes. Se le sujetó a un escrutinio y a un cuestionamiento brutal para clasificarlo casi, como un villano. Desde su origen alemán, y que, siendo adolescente, hubiera sido levado para las fuerzas antiaéreas del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, calificándole de Nazi, se le tachó de retrógrada y elitista, de amante del boato por el rescate que hizo de ornamentos y vestiduras tradicionales asociadas al romano pontífice. Se le acusó de encubrir abusos, --pese a haber sancionado al nefasto Marcial Maciel, criminal fundador de los Legionarios de Cristo-- se señaló a su hermano, el Padre Georg Ratzinger, quien solamente había ejercido la dura disciplina escolar de otros tiempos como director de un coro infantil en su parroquia, y, por haber citado en un discurso en la Universidad de Ratisbona, Alemania, al emperador romano oriental Manuel II que hacía críticas al Islam, se le tachó de racista e islamófobo.
El Papa Ratzinger encarnó la faceta intelectual y racional del Cristianismo; el mundo actual, pese a que se llena la boca de "apegarse a la ciencia", resulta que, en realidad, es el mundo más irracional que existe, incapaz de definir lo que es una mujer, o creer que los estudios meteorológicos pueden concluir con "consensos", en vez de seguir el estricto método científico para generar teorías sobre los fenómenos que nos rodean. Por supuesto que el mundo de inicios del siglo XXI rechazaría a alguien que en base a la razón demuestra las verdades del mensaje de Cristo. No se está para admitir verdades incómodas, o, lo que hace el Cristianismo a diferencia de los otros credos: enfrentar a la persona consigo misma y que luche por ser mejor día con día a fin de alcanzar la salvación; no, la gente de ahora prefiere buscar santones en tantas prácticas orientalistas, supersticiones y discursos motivacionales sentimentales que no discutan ni planteen ningún cambio en el comportamiento moral, pero que les prometa éxito económico con el menor esfuerzo, considerado como la única finalidad de la vida.
Benedicto XVI supo señalar sin ambages los problemas del mundo actual, la deriva materialista, la crisis del relativismo y el pragmatismo morales, el pansexualismo y el aborto, todo lo cual se vende como derechos y libertades, pero que en realidad esclavizan más al hombre, y así lo han ido demostrando los acontecimientos posteriores, en que, basándose en ello, el autoritarismo, el control y el sometimiento de las personas a los dictados de gobernantes, políticos y codiciosas y viciosas élites empresariales, que lanzan los anzuelos del placer a fin de tenerlos contentos y dóciles.
Ratzinger sabía que la vida del cristiano es la lucha contra los tres enemigos del alma: Demonio, Mundo y Carne, sabía que enfrentarse a ellos sería enfrentarse a quienes se han rendido y convertido en sus sirvientes, y sabía que aquello sería impopular; resistió lo más que pudo, y al final, si renunció, fue por que se le agotaron sus fuerzas humanas. Hoy descansa ya en el Señor, y estoy seguro, ha recibido su recompensa.
BENEDICTO XVI, RUEGA POR NOSOTROS.
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