Pertenezco a una generación privilegiada; pude ver en 1989 cómo se derrumbaba el Imperio Ruso/Soviético; no por una guerra ni vencido por su gran rival norteamericano, sino por sus propias debilidades internas, arrastradas desde el siglo XVIII y agravadas por el estatismo comunista; las consecuencias fueron terribles: perdieron no solamente su zona de influencia en Europa Oriental, gran parte de su peso en el mundo y hasta vio reducido su territorio nacional con la pérdida de las otras 14 repúblicas soviéticas, regresando a las ya de por sí inmensas extensiones dominadas por Moscú en la época de la entronización de Pedro el Grande.
Y, desde el 2001, he visto el proceso de declive y decadencia irreversible de Estados Unidos, y con él, de la Civilización Occidental. Hoy, estamos viendo la verdadera debacle del coloso del norte, víctima, igualmente, de sus debilidades internas, que viene arrastrando desde el momento mismo de su Independencia, debilidades que, igualmente, se presentan en todo nuestro hemisferio, EUA viene a ser un reflejo de toda nuestra civilización, conformada por Europa, América, y partes de Oceanía como Australia y Nueva Zelanda.
¿Qué está pasando? Todo indica que se está dando una especie de golpe de Estado que están propinando los Demócratas, y más bien, detrás de ellos, la oligarquía que se ha apoderado de Estados Unidos, y que ha llevado finalmente, al desplazamiento del Sistema Democrático hasta ahora vigente en nuestro vecino norteño. Primero que nada, he de decir que realmente esto no me sorprende; era cuestión de tiempo, estamos viendo cómo las teorías de Platón, Aristóteles y Polibio sobre las formas puras e impuras de Gobierno y los cambios cíclicos entre ellas, estos filósofos clásicos siempre consideraron que la Democracia era una forma de Gobierno impura y que, a la larga, lleva a su sustitución por una Oligarquía, que busca el poder político a fin de proteger sus intereses y beneficiarse de la manipulación de las masas, misma que se logra con la Democracia a través de demagogos, que posteriormente pueden convertirse en Tiranos, siendo la Tiranía, la peor forma posible de Gobierno, más cuando el tirano ejerce el poder única y exclusivamente en beneficio propio y no ejerciendo un poder autoritario en defensa del orden y evitando el caos desatado por las masas incontroladas.
Lo que estamos viendo en EUA y en Occidente en general, es la llegada al poder de una serie de gobiernos autoritarios, que pueden ser ya sea de una vertiente nacional-populista (donde indudablemente, hay que decirlo, se inscribiría Trump de obtener el reconocimiento de su victoria electoral) o bien, la instauración de un autoritarismo de vertiente globalista, con la imposición de una forma de pensar única: lo "políticamente correcto", la ideología de género, la inclusión y el multiculturalismo, y el ejercicio de la censura más grosera y el ostracismo hacia todos aquellos que no comulguen con la ideología permitida y promovida como revolucionaria y antisistema, cuando la misma es postulada y promovida por grandes corporaciones e intereses que son quienes realmente manejan el sistema.
Esta oligarquía ya la describía el sociólogo norteamericano Cecil Wright Mills en la década de los años cincuenta, como lo recordábamos en la entrada anterior, se conformó por las élites financiera, del espectáculo, del complejo militar-industrial, el crimen organizado y recientemente por las tecnológicas, y por supuesto que interviene en la toma de decisiones de los Gobiernos. Es un hecho natural, podríamos decirlo, ya que desde la Independencia misma de Estados Unidos y de la Revolución Francesa, en Occidente se pretendió desligar al poder económico, al ideológico y al político.
Me explico: en el Antiguo Régimen, todavía, en el siglo XVIII, se mantenían vigentes muchas instituciones del Feudalismo medieval, esto hacía que la clase política de aquel entonces, la Nobleza, fuese además de la depositaria del poder, la propietaria de la tierra, el principal factor de producción en las sociedades agrícolas; del mismo modo, y aunque la misma Iglesia había impulsado su separación respecto del Estado desde los tiempos de los Papas Gregorio VII y Bonifacio VIII, tenía una alianza con el Poder, lo que en los países protestantes, después de la Reforma Luterana, fue a más, con la constitución de Iglesias Nacionales, como en Inglaterra o los países escandinavos y por supuesto, los principados alemanes que apoyaron al heresiarca Wurtemburgués. Sin embargo, la Ilustración y estas Revoluciones impusieron el camino hacia la Democracia Representativa, en la cual, en teoría, cualquier persona podría ser electa para el ejercicio de un cargo de autoridad en ejercicio de la representación popular, además de mantenerse como un Estado Laico, separado de cualquier doctrina religiosa.
Sin embargo, es claro que estas Revoluciones, tanto la Norteamericana, como la Francesa, y las posteriores independencias hispanoamericanas, desde una óptica un tanto marxista, fueron impulsadas por una nueva clase social que se había adueñado del poder económico gracias a la incipiente Revolución Industrial: la Burguesía, dueña de los nuevos factores de producción: las máquinas, y sobre todo, del capital. Basta ver que en el fondo, a Jefferson, a Robespierre, a Bolívar y a Hidalgo los movía el principal motivo: los regímenes monárquicos inglés, francés o español les afectaban sus bolsillos con impuestos que mantenían a clases nobiliarias cada vez menos productivas y más parasitarias.
Esta Burguesía, fue la que creó el Estado Liberal, y con él, la Democracia representativa, sin embargo, no podía, por los mismos principios doctrinarios del nuevo régimen, aparecer abiertamente como detentadora del poder político, sino que éste era supremo y por el contrario, subordinaba a los poderes económicos mediante el orden jurídico, a sus dictados y a cumplir ciertas reglas para el mantenimiento de las libertades y derechos ciudadanos que garantizaban más o menos el acceso a las oportunidades de ascender en la riqueza... pero eso, ha cambiado. Aunque también sería torpe negar que los grandes industriales y comerciantes no ejercieron influencia en la toma de decisiones políticas a fin de sostener sus intereses ya en el pasado, incluso este fenómeno es mucho más antiguo: quizá la Cuarta Cruzada, en el año 1204, pueda ser considerada como la primer guerra que se movió por intereses puramente financieros, Venecia era ya, a fines del siglo XII, una potencia económica que destacaba de entre el mundo feudal que le rodeaba y controlaba el comercio en el Mediterráneo a la vez que amasaba grandes cantidades de riqueza consistente en oro y plata, que luego prestaba, por ejemplo, a la Corte del Imperio Romano de Oriente, y en específico, a las facciones de la atribulada familia Comneno, poseedora del trono y de las intrigas de los Césares tan vivas entonces como en los tiempos de Livia, Mesalina y Agripina. Precisamente por asegurar el cobro de una deuda de un pretendiente al trono imperial con la Serenísima República de San Marcos de Venecia, fue que la Cruzada se desvió por deseos del Dux Enrico Dandolo (especie de Presidente de dicha república) de su objetivo de atacar al Islam en Palestina y terminó tomando Constantinopla, hiriendo ya, fatalmente, de esa manera, al verdadero Imperio Romano, que hasta entonces todavía era la mayor potencia europea.
Los venecianos y cruzados impusieron, al más puro estilo de lo que hemos visto en Irak o Libia en los últimos años, un cambio de régimen, fundando un Imperio Latino de Constantinopla, como un Estado cliente al que sostenían como un títere para sus intereses comerciales y sometido por la deuda eterna con la ciudad de los canales, y las familias patricias romano-orientales tuvieron que exiliarse, los Comneno trataron de crear un gobierno imperial alterno en Trebizonda, pero la Iglesia Ortodoxa no los reconoció y los Láscaris se proclamaron nuevos sucesores de Augusto en Nicea, siendo quienes finalmente, tendrían éxito en organizar una resistencia que luego usufructuaría Miguel VIII, ya de la familia Paleólogo, quien retomaría la capital, pero sería un imperio moribundo, debilitado y esquilmado por las especulaciones venecianas y que para oponerse a ellas, el nuevo César debió permitir la entrada de sus competidores de Génova, lo que le permitió sobrevivir al Imperio por doscientos años, siendo fagocitado por los Otomanos que le terminarían por destruir, tras haber sido desechado por los banqueros y mercaderes italianos.
La Globalización, desde la década de los 90, o si se quiere, desde fines de los años 80, ha impulsado como nunca el enriquecimiento de ciertos sectores de la actividad económica y que los mismos ya no se encuentren constreñidos por las reglas nacionales o las fronteras de los países. Estos sectores precisamente han sido el Financiero, el Tecnológico y el del Entretenimiento, todos ellos basados originalmente en EUA, principalmente en Nueva York y en California, estados identificados tradicionalmente con el Partido Demócrata. De ahí las grandes riquezas de personajes como el tan trillado George Soros, Bill Gates o el poderío de una corporación como Disney, y también la capacidad para influir e imponer ideologías y cambios sociales que la gente adopte como posturas antisistema, cuando en realidad se vienen ofertadas dentro del propio sistema político-económico hipertrofiado en su degeneración hacia la imposición del poder de estos entes privados por encima de los Estados, que por supuesto, desean hacer cambios sociales pero para beneficiarse ellos y sobre todo, anquilosar las sociedades y fosilizar, en realidad, toda posibilidad de ascenso social de nuevos actores, eliminando la creatividad, la independencia y la imaginación, y hasta la fertilidad de los mortales, desde una posición soberbia en que se ven a sí mismos claramente como una casta superior que lo merece todo y que es capaz de someter al resto, --bola de pobres inútiles-- a su voluntad.
Por ello, es que ejerce en esas élites un gran atractivo el régimen chino y lo que ha logrado en poco tiempo: construir una "jaula de oro" para su pueblo, en el que éste cuenta con la plena libertad de consumo y de enriquecerse, sin que esto lleve a que la élite gobernante, encarnada en el Partido Comunista, se vea amenazada de perder el poder por una masa de personas que se mantienen contentos, besando el yugo y lamiendo los barrotes sabor a caramelo que les han puesto al rededor; lo que las élites nos ofrecen ahora, es un mundo con plena libertad de consumo y libertad de entretenimiento y un libertinaje sexual carente de responsabilidad, a cambio, solamente, nos están arrebatando nuestra libertad de pensamiento, de conciencia, de creencia, de creatividad y de expresión. Muchos, sin embargo, así estarán felices porque habrán aprendido a conformarse en creer que la Libertad únicamente consiste en creerse ser mujer, perro o cualquier cosa sin serlo realmente y follar hasta con piedras...
No en balde, es lo que propone el Foro Económico Mundial de Davós...
Más tarde volveremos a este tema de las oligarquías que manejan todo, y esto no lo hacen porque sean parte de un culto secreto o sean extraterrestres, es simple y sencillamente la peligrosa combinación de soberbia con codicia y la estupidez que deriva de ellas, sí, porque lo más probable que pase es que China, que se mueve por el resentimiento contra Occidente y sus élites por el infernal periodo que medió entre las Guerras del Opio en 1840 y la llegada al poder de Mao y los Comunistas en 1949, terminen por quitarles todo, arruinarlas y someterlas, y de paso a todo nuestro hemisferio, en un golpe de mano tras haberlas usado.
La idea de que el sistema electoral estadounidense es perfecto y se encuentra garantizada su limpieza, es en realidad, un mito; es cierto que, en general, desde la elección de George Washington, las elecciones se han celebrado por lo general con seguridad y transparencia, y los contendientes que no se han visto favorecidos por el voto, han terminado por aceptar los resultados, aunque, en realidad, sí se han presentado y recordado prácticas electorales irregulares; en su formidable estudio biográfico sobre la Familia Kennedy, Peter Collier y David Horowitz señalan cómo el fundador de la familia: Patrick Kennedy, recién llegado de Irlanda a mediados del siglo XIX, se vinculó con el Partido Demócrata en la participación de operaciones de coacción y compra de votos; algunos plantean también que la muerte por aparente congestión alcohólica del gran escritor Edgar Alan Poe se debió a las borracheras que promovían los políticos en las personas para hacerlas votar una y otra vez, sin que hubiese en aquella época, controles sobre la identidad y la adscripción electoral de los votantes.
De igual manera, la victoria de John F. Kennedy hasta el día de hoy gravita sobre la sospecha de haber sido obtenida gracias a las alianzas de su padre Joseph Kennedy con el crimen organizado y el sindicalismo, con la coacción a los agremiados, fraude y compra de votos. Sin embargo, Richard Nixon, apostando por la gobernabilidad y la estabilidad del país, reconoció el triunfo del joven Demócrata, cuyo hermano se lanzaría en una guerra contra aquellos poderes que le habían impulsado a la Casa Blanca.
En tiempos mucho más recientes, en la elección del año 2000, el candidato republicano George Bush Jr. se impuso al demócrata Al Gore gracias a un sospechoso recuento en el estado de Florida, gobernado entonces por el hermano del nominado del elefante: Jeb Bush; y abundaron las acusaciones, por ejemplo, de manipulaciones en urnas electrónicas y boletas electorales trucadas o impresas de forma ambigua entre ambos institutos políticos.
A pesar de ello, ha imperado un espítritu de buena fe, así como la tradicional resistencia de los anglosajones a las modificaciones legales que no sean hechas por la judicatura mediante la interpretación legal, han llevado a mantener un sistema electoral primitivo, basado en un sistema de elección indirecta, como todas las constituciones de primera generación (basta ver las constituciones de la Revolución Francesa o la carta gaditana de 1812) en los que se tenía que lidiar con un electorado que en un gran número era analfabeta, y en que además, tras haber constituido una Federación, se buscaba, por la llamada "transacción de Connecticut" equilibrar el balance de poder, o el peso de los diferentes estados; sin embargo, la incorporación tanto de Florida tras su compra a España, y la adición de Texas como California tras la Guerra con México, rompió los equilibrios, a la larga, serían estos, entidades a las que se les concedería un número mucho mayor de votos electorales, a grado tal que California, por ejemplo, cuenta con 55 votos electorales, supuestamente debido a que se han convertido en los estados más poblados, pero también, una evidente compensación por el peso económico que tienen estas entidades para la Federación; piénsese que simplemente, el Golden State sería por sí mismo, la quinta economía mundial.
De este modo, en realidad existe una enorme disparidad e inequidad, quizá no para los estados como entes en sí mismos, sino para los habitantes como ciudadanos todos ellos del mismo ente federado. Ya en 1986, el famoso internacionalista George F. Kennan, el llamado Padre de la Guerra Fría, en un artículo llamado En el Espejo Estadounidense, escrito como comentario al libro Los Ciclos de la Historia Americana del historiador Arthur Schlesinger, hacía eco de las observaciones de ese autor, en torno a la necesidad de reformar la Carta de Filadelfia, o de plano, emitir, una nueva Constitución en la que se adoptara el principio del sufragio universal directo para la elección del titular de la Primera Magistratura de la Nación. Es curioso, en el proceso electoral pasado de 2016, ante la derrota en el voto electoral de Hillary Clinton, pero la obtención de la mayoría del voto popular, los Demócratas clamaban por esa reforma, hoy, por el contrario, manifiestan su apego y defensa al sistema electoral vigente.
De esta forma, en el sistema electoral norteamericano no encontramos todo aquello que, en México, se ha venido implementando desde hace treinta años para asegurar procesos electorales limpios, transparentes y confiables, y aún en otros países: un órgano electoral autónomo que organiza los procesos, emite la papelería electoral, implementa un software para el cómputo de sufragios y se cuenta con una credencial de elector que identifica al votante al momento de presentarse ante las urnas, se organiza un sorteo entre los ciudadanos para designar a los representantes de casillas, se permite la entrada de observadores electorales independientes que pueden ser nacionales o extranjeros para dar fe de la limpieza del proceso, y se identifica al votante que ejerció su derecho no con una calcomanía que se cae que dice "voté", sino con una mancha de tinta indeleble en el dedo pulgar, para evitar que la misma persona se presente a sufragar de nuevo.
Por el contrario, en EUA, la organización de los comicios, aún los federales, es competencia de los gobiernos estatales, siendo las Secretarías de Estado (equivalentes a las Secretarías Generales de Gobierno de los estados de nuestra fake federación mexicana) de cada una de las entidades federativas las que hacen toda la labor de organización, preparación y vigilancia de los comicios... a nivel municipal, en cada Condado se organiza una comisión electoral, dependiente de cada Ayuntamiento. Esta situación, entonces, hace que en nuestro vecino del norte se presente la situación que generaba en México la situación previa a la creación del Instituto Federal Electoral (IFE), en que era el Gobierno Federal, a través de la Secretaría de Gobernación (equivalente a la Secretaría de Estado en EUA) organizaba el proceso, fiscalizaba los gastos electorales de los partidos, los registraba, así como a sus candidatos, formaba el padrón electoral, imprimía las boletas y contaba los votos, lo cual tuvo su punto culminante en la elección de 1988, y las acusaciones de fraude electoral con el que Carlos Salinas de Gortari llegó a la Presidencia de la Nación, siendo protagonista de ello Manuel Bartlett, entonces Secretario de Gobernación del gabinete de Miguel de la Madrid y actual colaborador de AMLO, y su famosa "caída del sistema".
En cierta forma, creo que EUA está viviendo su 1988; es claro que no hay garantías de imparcialidad en la celebración de los comicios cuando los gobiernos estatales organizan las elecciones, aún las federales, en cada uno de sus estados; pensemos en Pensilvania, donde el gobernador, Tom Wolf, es del Partido Demócrata y su gobierno, estuvo a cargo de organizar el proceso y... contar los votos.
Pero esta elección, como ya lo apuntaba en el post anterior, ha mostrado al mundo, de manera descarada, la colisión de intereses que están en juego actualmente por el control de EUA; no nos vayamos con lo que dicen mucho youtuber en la línea de las conspiraciones de Q-Anon o el Pizzagate, simplemente veamos claro que Donald Trump se confrontó a los intereses de las oligarquías de las que hablaba párrafos arriba, como dice el excelente experto en Geopolítica, el Coronel español Pedro Baños, son los que pretenden continuar con la Globalización y convertirnos en una masa sin identidades individuales ni nacionales, ni familiares, sólo consumidores y productores para el logro de su utopía ultraliberal; pero que en realidad, le están poniendo a China, el "Celeste Imperio", el mundo en charola de plata.
Trump lo que quiso hacer, en pocas palabras, fue restaurar al Estado en su supremacía sobre los entes privados más poderosos, que han impulsado la Globalizacióny someterlos al imperio de la Ley, mientras restauraba el poder nacional de EUA frente a China y el Islam ; estos poderes por supuesto, no se la iban a poner fácil, y por el contrario, se han mostrado totalmente detrás del pucherazo electoral, como dicen los españoles, que hemos presenciado en todos los medios; es clarísmo cómo estos han divulgado una imagen distorsionada y negativa del personaje, quien hasta antes de manifestar su deseo de contender por la primera magistratura del país en 2015 era venerado por la TV, por Hollywood y el mundo empresarial, lo mismo que su ahora jefe del equipo jurídico de su campaña, Rudolph Giuliani, ex-alcalde de Nueva York y quien devolvió la prosperidad y seguridad a la Gran Manzana durante su mandato, y que además enfrentó con decisión y seguridad la crisis del 11 de septiembre de 2001, llegando igualmente a tener cameos en producciones cinematográficas y televisivas y admirado por todos, para ser ahora objeto de burla de Sasha Baron Cohen en Borat 2.
¿Qué pasará? Todos ya dan a Biden por ganador, Trump va a impugnar la elección, y parece que tiene bases para ello, sobre todo por las denuncias de los votantes muertos y el manejo de los sufragios por correo... La moneda está en el aire, y la tensión, al interior de EUA, está al límite. Como sea, Estados Unidos ha perdido; se valide el triunfo de Biden, o se anule el proceso electoral, se anulen votos y el triunfo legal corresponda a Trump, ya no es la Democracia que era, ha quedado desvelado --con el descaro de censurar al primer mandatario, los propios medios de comunicación y las redes sociales-- los intereses poderosos que están detrás de los procesos políticos, y reducido a ser una especie de Honduras gigante. La posible violencia política permanece como una posibilidad. Señoras y señores, estamos viendo la caída de EUA como superpotencia y en el umbral, al parecer, de una era dominada por China y su séquito de potencias asiáticas: Rusia, Irán, la India, Arabia Saudita, Turquía, Japón, las dos Coreas, que infundirán en el mundo sus distintos modelos de despotismo.
Preparémonos, la noche ha caído y será larga.