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12 de junio de 2018

EL (NEGRO) PANORAMA ELECTORAL MEXICANO



No había tenido la oportunidad de escribir acerca de las próximas elecciones presidenciales a celebrarse en México en ya solo unas semanas. La verdad, es tal el hartazgo y el pesimismo que tengo respecto al futuro de mi país, que ni había querido tocar el tema. La realidad es que el panorama que ofrece este proceso electoral respecto al futuro de México es bastante oscuro. Lo que queda claro es la crisis de liderazgos y el agotamiento de nuestra clase política. Nuestro país, al igual que el resto del mundo occidental, se encuentra en una situación de franca decadencia, que se refleja en la falta de líderes capaces y con conocimiento y propuestas para hacer frente a una realidad harto complicada, tanto en lo interno como en lo exterior.

Para empezar, debemos tener en claro que en México no tenemos opciones políticas reales: todas las opciones políticas tienen una misma fuente: el tan odiado y denostado PRI, partido político al que es imposible desligar del siglo XX mexicano y aún de lo que va del presente.  Realmente no tenemos alternativas. Analicemos un poco la Historia y comprenderemos porqué nos encontramos en una coyuntura bastante complicada, y porqué, gane quien gane, no habrá ningún cambio de fondo en la situación nacional:

Como ya en otros posts en este espacio lo he mencionado, la clase política mexicana actual es heredera directa de los Liberales que vencieron definitivamente a los Conservadores en 1867 con la derrota y fusilamiento del emperador Maximiliano de Habsburgo; desde entonces, en México se acabaron las alternativas reales o proyectos alternativos para plantear el Estado y el Derecho. Desde entonces, en nuestro país se apoltronó en el poder una élite autoritaria que diseñó un Estado autoritario e interventor, federalista de forma y centralista en la práctica, más parecido ideológicamente al jacobinismo francés que al genuino liberalismo de Adam Smith o John Locke, y que a la vez, subordinó el país a los intereses de EUA, con cuyos políticos los unía el vínculo de la Masonería. El Porfiriato representó cierto distanciamiento de ese proyecto, pues Don Porfirio Díaz buscó más ceñirse a un modelo europeo y obtener cierta independencia, recuperando incluso una parte de los elementos del proyecto Conservador; sin embargo, la Revolución rompería con esta tendencia y no significaría sino un conflicto generacional entre los viejos veteranos de la lucha contra el Imperio de Maximiliano y la Intervención Francesa, como el propio Díaz, Huerta o Blanquet, contra jóvenes líderes provenientes de los estados norteños recientemente incorporados de lleno a la vida política nacional, como fueron Madero o los sonorenses Calles, Obregón, De la Huerta, Serrano, que serían los vencedores de la contienda; ciertamente, hubo movimientos como el agrarista postulado por líderes populares como Zapata o Villa, lo que descansaba en postulados propios del Conservadurismo del siglo XIX y ya habían sido planteados por líderes como Tomás Mejía o Manuel Lozada, todos ellos derrotados por la aplanadora "Liberal", aunque luego, se pretendió hacer que el agrarismo fue otra conquista de la Revolución, aunque en realidad, esas posturas fueron muy tergiversadas y destinadas más hacia el control político.

El PNR-PRM-PRI, finalmente, fue la institucionalización de esa élite política, que buscó no dejar alternativas a la extraña mezcla de liberalismo jacobino decimonónica y socialdemocracia que conformó el bagage ideológico de la formación. La Guerra Cristera, por ejemplo, puede explicarse como el intento, --en mucho, conseguido-- de suprimir alternativas políticas para México, y así se explica el fusilamiento de Anacleto González Flores, quien probablemente habría impulsado una opción cercana a la Democracia Cristiana --lo cual quizá no es un consuelo, como afirma el jurista  español Miguel Ayuso, nada ha contribuido más a la descristianización de los Estados europeos que la Democracia Cristiana, y como ejemplo está el gobierno de Angela Merkel, surgido de esa corriente ideológica en Alemania-- consolidándose la hegemonía del partido tricolor.

Pero entonces comenzaron los cismas: el PAN, primero de las escisiones del partido gobernante: Manuel Gómez Morín había sido el Secretario de Hacienda bajo los gobiernos de Obregón y Calles, para luego, unido a lo que quedaba del movimiento de Anacleto González Flores, representado por Efraín González Luna, fundar el primer partido opositor al partido de la Revolución.

Después, se dieron escisiones del PRI sobre todo desde el lado de la Izquierda, aunque la mayoría de las veces fue el surgimiento de partidos clientes, hasta 1988: nuevamente, alguien que se siente descontento del sistema o no es recompensado por éste, decide separarse y formar su propio grupo político: Cuauhtémoc Cárdenas, descontento por no ser nombrado candidato a la presidencia de la República por el PRI en vez de Carlos Salinas de Gortari, fundó un movimiento que terminó por decantarse en el PRD. Posteriormente surgirían otros partidos: Dante Delgado Ranauro, ex-Gobernador de Veracruz, y que estuviese preso por corrupción, conformó el Partido Convergencia por la Democracia, hoy Movimiento Ciudadano, y Raul Salinas de Gortari, --el "hermano incómodo", del Presidente-- con ayuda de líderes del sindicato docente como Carlos Jonguitud o Juan Escutia, desplazados por el ascenso imparable de Elba Esther Gordillo, fundó al PT, un partido que afirmaba, de dientes para afuera, de ser socialista de tendencia Maoista. Y luego, los empresarios farmacéuticos González Torres, fundarían un "Partido Verde" que no tiene nada de ecologista, sino de negocio familiar y que ha sido parasitario tanto del PRI como del PAN.

Como resultado, tenemos que en realidad todos los partidos políticos mexicanos se encuentran dentro de un mismo espectro ideológico que, si se quiere, tiene variaciones de Izquierda a Derecha, pero que, en realidad, no son muy grandes: todos plantean un nacionalismo trasnochado que llega a manejar hasta una retórica xenófoba, plantean un programa socialdemócrata, con un gran intervencionismo del Estado en la vida económica y asistencialista, ninguno de ellos plantea una revisión a fondo de la Historia ni de los fundamentos del Estado Mexicano actual (el PAN, supuestamente conservador y católico, salvo esporádicas expresiones un tanto frívolas del Presidente Fox, no planteó ninguna crítica ni revisión a la figura de Benito Juárez cuando se conmemoró el bicentenario de su nacimiento en 2006, por ejemplo, ni reivindicó a Agustín de Iturbide, ni pudo negar sus vínculos con la Revolución, con la familia Madero a su interior) y conciben a la sociedad mexicana como conformada por grupos, corporaciones o gremios, al más puro estilo de Lázaro Cárdenas, quien, según lo sostiene Macario Schettino, tomó la idea de Jacques Maritain sobre el corporativismo, aunque es más probable que la idea haya sido tomada del Partido Fascista Italiano, conocido y estudiado por Plutarco Elías Calles, y por supuesto, conciben el ejercicio del poder de manera autoritaria y centrada en la figura de un caudillo-presidente todopoderoso.

Las diferencias, y afiliación a uno u otro partido se da como consecuencia de un enorme pragmatismo que estimula a la vida política en México: la búsqueda de cargos públicos y de buenos salarios que, de mínimo, aseguren un ingreso suficiente para llevar un buen nivel de vida, aunque esto no equivalga a trabajar intensamente, cuando no, presente la oportunidad de hacer jugosos negocios y enriquecerse, o simplemente, la satisfacción inmensa, el enorme placer del poder sobre los hombres del que hablara Voltaire, sobre todo para espíritus acomplejados y soberbios.

Por eso, no nos extrañe, un cambio radical no lo vamos a ver, aunque dejaré al final mi conclusión, que creo, sorprenderá a muchos.

Pero permítanme expresar mi opinión sobre cada candidato, empezamos por el puntero:

Andrés Manuel López Obrador: No me convence; Obrador es una mezcla de demagogia tendiente a alentar el enorme resentimiento que existe en gran parte de la población. Sólo estimula emociones, no a la razón, porque la masa no tiene raciocinio, sólo emociones, como bien lo utilizó Joseph Goebbels. Muchas de sus promesas son huecas e irrealizables, y plantea combatir a la corrupción cuando ha pactado o se ha rodeado de personas claramente corruptas: Marcelo Ebrard y el enorme fraude de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, Manuel Bartlett, al que tradicionalmente se le achaca el supuesto fraude electoral con el que Carlos Salinas ganara la Presidencia en 1988, Napoleón Gómez Urrutia, líder del Sindicato Minero que jamás ha agarrado un pico o pala y sí fue acusado de saquear las arcas de su gremio, ante la terrible tragedia de la mina de carbón de Pasta de Conchos, Coahuila, o la secuestradora Nestora Salgado, escudada en los "usos y costumbres" indígenas con los que justificó su poder de facto ejercido sobre su comunidad con violencia, abusos y crímenes y ni se diga de la corrupta líder docente Elba Esther Gordillo.

Pero el eterno candidato, que ha jugado con la ignorancia, el sentimentalismo y la idea atávica en el pensamiento mexicano de concebir al Presidente como un personaje casi bíblico, de cuyas acciones y conductas se puede desprender tanto el fracaso o el éxito del país, y que el Presidente es capaz de controlar casi hasta el clima, ha otorgado su perdón y su confianza a este tipo de personajes, y su seguidores se lo creen, en toda acusación contra ellos hay una conspiración infundada urdida por la indefinida "mafia del poder".

AMLO, llamado así por sus iniciales, no garantiza cambio alguno, lo que plantea es mantener el status quo de aquellos que se han visto amenazados por las reformas que, desde precisamente hace treinta años, han ido minando los cotos de poder de sindicatos, grupos de facto y la clase política tradicional. López Obrador no es antisistema, cuando ha sido alguien que ha vivido, abrevado y crecido dentro y por el sistema: surgido del PRI y luego cambiado de siglas gracias a las abiertas  y pragmáticas reglas del sistema, plantea regresar al sistema keynesiano y socialdemócrata de los 70, implantado durante los mandatos de Echeverría y López Portillo y bajo los que el hoy candidato favorito se formó como político en el partido tricolor: asistencialismo, Estado interventor, autoritarismo unipersonal del mandatario y populismo. No creo que nos pueda llevar a volvernos otra Venezuela, pero sí lo creo capaz, con su escasa comprensión de las coyunturas actuales en el mundo en los terrenos geopolíticos y económicos, y la panda de personajes, por lo menos cuestionables que lo rodean, de regresarnos al México de 1982, cuando vivimos la madre de todas las crisis económicas con un Estado quebrado y endeudado al sostener una costosísima e inútil política social que generó una mentalidad, muy nociva y persistente de que el Gobierno debe resolverlo todo. 

De igual manera, busca generar confrontación haciendo uso del típico "pobrismo", propio de películas o telenovelas maniqueas del "pobre bueno" contra el "rico malo", lo que pega mucho en la gente, sobre todo de clase baja; porque sí, es indudable que en México existe muchísima pobreza, sobre todo en algunas regiones como el sureste, pero también este detalle se exagera demasiado en el discurso político por todos los partidos y candidatos a fin de atraer votos, la realidad es que México, insisto, es ya un país desarrollado, con zonas en las que se puede vivir a nivel del llamado Primer Mundo, o rubros en los que se cuenta con grandes industrias y servicios, hay problemas de distribución de la riqueza, pero vamos, eso hasta en las economías más potentes, como EUA o China lo hay, y hasta en Vancouver hay zonas de pobreza.

Lo más probable es que lamentablemente, él gane las elecciones, y en seis años todo mundo estará llorando.

Ricardo Anaya: El candidato de la --para nada increíble-- alianza entre el PAN y los izquierdosos PRD y Movimiento Ciudadano, es a mi modo de ver, la peor de las opciones... sí, incluso peor que el "Peje". 

Anaya es un monstruo de pragmatismo, un joven político de ascenso meteórico en las filas del PAN  a base de intrigas, mentiras y traiciones, un sujeto carente de moral y para el que el poder lo es todo. Mientras que López Obrador al menos tiene una serie de ideas (equivocadas, pero las tiene) sobre lo que quiere para el país, Anaya no tiene un programa ni proyecto claro, cambia según se encuentre a qué público  y ha hecho una campaña que consiste únicamente en aparecer como un santo, que por supuesto que no lo es, víctima de una feroz persecución urdida entre el todavía Presidente Peña Nieto, el PRI y AMLO, a quienes no se cansa de denostar, insultar y acusar rabiosamente.

Con él, aquella pérdida del partido que Carlos Castillo Peraza profetizó para el PAN de ganar la presidencia se consumó. El PAN nunca aprendió a ser gobierno, siempre fue oposición aún ocupando Los Pinos, y como resultado se vinieron dos sexenios de espanto, como fue el de Fox, desperdiciado totalmente por la ineptitud y la más que probable enfermedad mental del mandatario y las corruptelas de su camarilla encabezada pro Martha Sahagún, y después por el violento, errático y también corrupto mandato de Felipe Calderón, quien en mucho fue culpable del desastre enmarañado que Peña no fue capaz de desenredar.

Con Anaya, la tendencia destructiva presente en los dos gobiernos panistas continuaría, es alguien que no aporta nada, sólo conflicto y para colmo, proveniente de un partido que se las daba de conservador y de cristiano, pero que se alió con las fuerzas progresistas y verdaderamente anticatólicas encarnadas por el PRD y Movimiento Ciudadano, teniendo para colmo, como principal asesor a un personaje como Jorge Castañeda Gutman, alcohólico e irresponsable, que probablemente ha sido el peor Secretario de Relaciones Exteriores que ha tenido México, responsable directo de la falta de credibilidad que tiene el Estado mexicano actualmente y que lleva a los desprecios de Trump: se peleó con la administración de Bush Jr., a quien primero buscó acercarse servilmente y también con la de Fidel Castro en Cuba, de modo innecesario además. La ideología de Anaya se resumiría en el lema "O César o nada" refiriéndose a él mismo. 

(En el caso del Peje, él mismo no ha dudado en expresarse que, personalmente, es un tipo conservador, aunque igualmente tenga a gente como la ex-Ministra de la Suprema Corte, Olga Sánchez Cordero, que sigue la misma agenda de destrucción social del progresismo)

En definitiva, yo creo que incluso, con Anaya, sujeto inestable, ambicioso y ruin, nos iría peor que con AMLO, dado que se trata de un personaje ambiguo, simulador y falso.

Jaime Rodríguez "El Bronco": Un payaso, ni lo tomo en cuenta, porque debe ser una broma, muestra de la poquísima seriedad de nuestras instituciones políticas.

José Antonio Meade: En conciencia, votaré por él. Meade no es político, es un técnico, apartidista además, que ha servido tanto en administraciones del PRI como del PAN, --incluso, si en el partido albiceleste no se hubiese dado la lucha por Calderón de seguir mandando detrás de su esposa contra el maquiavélico Anaya, es probable que Meade hubiera sido su opción a la candidatura-- el hecho de que el tricolor lo haya postulado es evidencia de la conciencia interna en el partido de que sus cuadros actuales son un desastre y una decepción.

Si en México no existiese una Democracia, que lleva a que gane quien maneje mejor la propaganda y convenza a los votantes, en su mayoría ignorantes e irracionales, y hubiese un sistema tecnocrático o aristocrático como en China, donde se asciende según el mérito, probablemente Meade sería Presidente y estoy seguro que sería un buen gobernante. Y creo también que el PRI, por irónico que sea, es el único partido que es capaz de cambiar y de realizar cambios: el Peje y su partido "Movimiento de Regeneración Nacional" (MORENA) no plantea cambios, plantea cambiar todo para que todo permanezca igual y no se afecten intereses poderosos y parasitarios enquistados en el Estado desde los años 70, el PRI en cambio, supo cambiar del modelo Keynesiano, fracasado tras los 70 y adoptar reformas que metieron al país a los mercados globales, lo que sí, trajo muchos daños, pero es indudable que también nos trajo innumerables beneficios, pudo romper con el mito del monopolio petrolero y abrirlo a la inversión privada, siendo el problema que por propaganda, creó expectativas de beneficios inmediatos que eran irrealizables dadas las circunstancias internacionales y ahora paga el precio.

Meade me recuerda el caso de que el hombre que salvó al Imperio Romano de Oriente de correr la misma suerte que la mitad Occidental no fue un gran caudillo militar ni un líder carismático como Trajano u Octavio Augusto, sino un sencillo, humilde y fiel funcionario público: el emperador Anastasio I, quien fue elevado al trono por el Senado de Constantinopla en medio de las invasiones bárbaras y tras la muerte de un fuerte guerrero como el emperador Zenón, quien fracasó en salvar a la parte Occidental del mundo romano. Anastasio logró evitar tal destino para sus dominios no por sus victorias militares, sino por su eficiente administración y su política económica y fiscal con la que saneó las finanzas públicas y permitiría que a su muerte, siendo sucedido por el comandante de su guardia Justino I, iniciase un programa de recuperación del poderío imperial que culminaría bajo Justiniano.

Esas son mis conclusiones y es mi opinión y mi decisión, me importa un bledo si están de acuerdo conmigo o no, sé que muchos votarán por el Peje movidos por su resentimiento y por "darle ahora sí la oportunidad" o porque creen en esa solemne tontería del "voto de castigo", el voto no se usa como castigo o premio a los políticos, si no a uno mismo, pues depende de quién se elija para que gobierne y la asunción de un programa cómo se afectará la vida de uno mismo. El voto debe razonarse, no sentirse. Desgraciadamente, estamos en un mundo y un momento histórico en que la razón ha cedido su lugar a la emoción. 

Esperemos que después, no estemos experimentando emociones amargas por quienes votaron guiados por la hiel.

2 comentarios:

misteryhouse dijo...

De algo de lo que no tengo la menor duda es que necesitamos un gobierno que se faje los pantalones ante ciertas situaciones y he ahí el gran error del gobierno de Peña Nieto. Su administración tomo las medidas adecuadas sin duda, pero se mostró timorato ante los maestros de la CNTE, por citar un ejemplo. Aunque yo sé que mucha gente tiene Jaime Rodríguez Calderón como el elemento cómico del actual proceso electoral, incluso entre sus malos chistes de repente pone sobre la mesa propuestas mucho más interesantes y sensatas que las de López Obrador, aunque se que dejo a su estado, Nuevo León, como un desastre. Apoyaría a Meade, pero algunas de las estructuras que de antaño han apoyado al partido tricolor me hacen pensarlo dos veces. Anaya es claro que llegó a donde está traicionando a medio mundo, es muy maquiavélico y no le importa pasar por encima de quien sea para obtener lo que quiere. En cuanto a Lopitos, no tengo más que decir que la corrupción es algo habitual en MORENA, y esto lo digo porque vivo en un municipio gobernado por ese partido y se que usan cualquier fuente de financiamiento no importa lo sucia que sea, incluso llegando a quitarle el 10% del sueldo a los trabajadores del ayuntamiento de Texcoco, o las compras que Layda Sansores hizo con cargo al erario, las alianzas con sindicatos charros y las corruptelas de sus colaboradores, prácticas que de antaño veíamos en el PRI, y se supone que AMLO es el candidato antisistema. Con todo esto, no tengo motivos para ser optimista puesto que los mexicanos no sabemos vivir fuera del presupuesto. Voy a decirlo con toda claridad, soy uno de esos ninis a los que López Obrador ofrece una beca, puesto que desde hace dos años estoy buscando trabajo sin encontrarlo, pero yo no quiero que me regalen dinero, yo quiero poder valerme por mis propios medios, pero al paso que vamos, creo que eso no será posible en el corto, ni en el mediano, ni mucho menos en el largo plazo.

misteryhouse dijo...

Algo más: no estoy muy contento de que México haya vuelo a ser electo para el mundial. Aunque los gastos van a ser compartidos con Estados Unidos y Canadá, después de lo ocurrido en Brasil con el mundial de 2014 y los juegos olímpicos de 2016 en los que hubo muchas denuncias por corrupción, la verdad es que no tengo muchas ganas y menos con los problemas que enfrenta el país que no son pocos ni menores.