El pasado sábado 23 de abril se celebró el aniversario 400 de la muerte de Don Miguel de Cervantes Saavedra y Mr. William Shakespeare, los que, sin duda, son los dos más grandes genios literarios de todos los tiempos; no es de extrañar, además, que las lenguas nativas de ambos: el Español, y el Inglés, sean hoy por hoy las mas importantes a nivel mundial y las más habladas con excepción del Chino Mandarín, con la salvedad que éste, pese al ascenso económico y político del Celeste Imperio, no logra permear como lengua para el comercio, ciencia y negocios a nivel global, pues no le ayuda su primitiva estructura monosilábica y su sistema de escritura mediante ideogramas.
Cabe señalar que Cervantes y Shakespeare murieron en la misma fecha pero en realidad, en diferente día: en el Imperio Español, el Calendario Gregoriano se había adoptado en 1582, mientras que en Inglaterra, debido al cisma anglicano de Enrique VIII, la reforma calendárica no sería adoptada sino hasta 1752, por lo que, si bien Shakespeare falleció el 23 de abril de 1616, de acuerdo al Calendario Juliano, en realidad su óbito ocurrió el día 3 de mayo de aquel año, diez días después de la muerte del escritor hispano.
Ambos literatos contribuyeron a darle la forma definitiva y literaria a sus lenguas, mismas que se convirtieron en vehículos para la difusión de ideas, cultura y conocimientos: el idioma Castellano se había impuesto al resto de lenguas y dialectos de origen romance hablados en la península ibérica dividida tras la invasión islámica y a la misteriosa lengua íbera conocida al día de hoy como Euskera o Vascuence, y posteriormente, la evangelización de la población indígena de América por los misioneros, si bien respetuosa de las lenguas nativas no pudo hacerse sin la difusión del Español, elevado a categoría de lengua global por Cervantes; entre tanto, a partir de fines del siglo XVIII el inglés, elevado también a cotas internacionales por el bardo de Stanford Upon Avon, se convirtió en la lengua en que se educaron las élites de la India, Oriente y gran parte de Africa para ser después la lengua de la Ciencia, de los Negocios y finalmente, de la Cultura Popular; estos fenómenos no se deben sólo al poderío militar y naval que en su momento tuvo la España de los Austrias o la Inglaterra Victoriana y el EUA de la posguerra; sino al potencial que ambos idiomas desplegaron y que fueron descubiertos por Cervantes y por Shakespeare en sus obras.
¿Porqué ambos poetas aparecen al día de hoy como los titanes de la literatura? ¿Qué les hizo tan extraordinarios? Cervantes, para empezar, es el creador de la Novela moderna: el abrevó de fuentes clásicas y de lo que existía antes que él. Así, el complutense se inspiró en las Novelas de Caballerías típicas de la Baja Edad Media y del Renacimiento que sucedieron a los Cantares de Gesta para rememorar las hazañas de héroes reales o ficticios de la época feudal y de las Cruzadas, del ciclo legendario del Rey Arturo o de Carlomagno y sus Doce Pares, siendo el más famoso y mejor de ellos el Amadís de Gaula, a su vez, estas novelas se desprendieron de las llamadas "Novelas Bizantinas" surgidas del Imperio Romano Oriental, --y por ello no es raro que el propio Amadís y otros personajes del género sean griegos o los hechos ocurran en Grecia y Asia Menor-- siendo la más famosa la del Digenis Acritas, misma que narra las aventuras de un guerrero romano, defensor de las fronteras orientales del imperio, hijo de una noble romana y un jeque turco de siria, que si bien, parte de un principio plausible, luego viene toda una serie de acontecimientos en que el romano combate contra dragones y enamora amazonas, lo que muestra la clara influencia de la mitología griega en la imaginación de los autores "bizantinos" y la continuidad de la Civilización Grecorromana en la parte oriental del Imperio Romano.
Cervantes partió de parodiar esas novelas primitivas que se caracterizaban por sus personajes monodimensionales e historias fantasiosas en su Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, creando algo mucho mayor: la novela moderna, tal y como la conocemos en la actualidad, con un desarrollo profundo de los personajes y una descripción detallada del entorno en el que se llevan a cabo los hechos, abarcando además, una pluralidad de temas y tramas: el Quijote en partes parece una obra cómica, en otras, tiene momenos dramáticos y hasta trágicos, pero sobre todo, la obra de Cervantes es una profunda reflexión acerca de la lucha por las propias convicciones, por la Justicia y por la Verdad como virtudes; resultando ser un elogio a los ideales caballerescos medievales que, en aquella época en que en España y Europa entera se gestaba ya, dentro del Mercantilismo imperante, el Materialismo y el Liberalismo en el que ahora vivimos. El Quijote, por tanto, es una llamada a volver a recuperar esos valores y virtudes; probablemente Cervantes no lo pretendía: el miraba su obra como una simple sátira y apostó todas sus energías a Los Trabajos de Pérsiles y Segismunda, una historia de acción y aventuras, misma que resulta ser una obra que, en cuanto a su redacción y lenguaje resulta impecable, en un intento del nativo de Alcalá de Henares por ajustarse al modelo de "Novela Bizantina" y lograr una obra perfecta; sin embargo el Quijote, por su profunda humanidad y la amplitud de los temas que contiene eclipsa a esta obra y a todas las demás, como a las Novelas Ejemplares o la pastoril La Galatea.
Cervantes también probó el teatro, pero ahí fue vencido por el gran Don Félix Lope de Vega y Carpio, con quien tenía una extraña relación que variaba de la admiración al desprecio mutuos, pues el ingenio del "manco de Lepanto" no alcanzaba a igualar al del mujeriego dramaturgo sobre las tablas.
Sin embargo, si en cuanto a teatro se refiere, Lope de Vega queda corto, al igual que todos sus demás contemporáneos del Siglo de Oro Español o de la Inglaterra Isabelina, ante Shakespeare, cuya influencia en las artes escénicas: teatro, cine, TV, etc. es inmensa y perdura hasta nuestros días: el poeta inglés delinea con ojo clínico los perfiles psicológicos de sus personajes y los convierte en arquetipos o paradigmas: McBeth encarna a la ambición, Otelo a los celos, Hamlet la duda, etc. sus dramas históricos apuestan por el realismo veraz y la humanidad de sus representados: Julio César o Enrique V, recuperando y transmitiendo los potentes discursos de Marco Antonio ante la pira del dictador o del monarca inglés en el Día de San Quintín, y crea dramas trágicos y a la vez enternecedores como la lamentación del Rey Lear ante la muerte de Cordelia. Apuesta también a la fantasía y nos sorprende con las vivencias de Próspero, el genio Ariel y el deforme y malvado Calibán, y en todo, el bardo nos deja lecciones morales que aprenden sus personajes.
Hoy, a 400 años de su partida, les quedamos a deber a estos dos gigantes que ya no solo le pertenecen a España y a Inglaterra, sino al mundo entero: el mundo ha olvidado a los clásicos como ellos, no se interesa por leer sus obras, en un mundo literario dominado por novelas baratas de historias simples y maniqueas, incluso se les denosta. El pasado viernes 22, por ejemplo, el homenaje rendido a Cervantes en el Parlamento Español pareció más bien uno de sus entremeses o sainetes, con un actor interpretándolo en forma casi burlona y quedando manifiesto que los políticos que asistían en sus curules poco o nada saben de la obra del gran manco. El gran público, por su parte, en el mundo de habla hispana, olvida a Cervantes después de la escuela secundaria o jamás lee sus obras; hoy en día, se prefiere leer las novelas de historias baratas como Harry Potter, Los Juegos del Hambre o Crepúsculo y las 50 Sombras de Grey.
En la España dividida de hoy con sus regionalismos y partidos políticos, hay poca conciencia realmente de la grandeza de la obra de Cervantes; pero también a su par británico no le ha ido mucho mejor: al parecer, tras descubrirse que el bardo fuera católico en secreto y aún así estuviese cerca de la corte de Isabel I y de Jacobo I, ambos fuertes impulsores del Protestantismo y perseguidores de los Católicos, lo que resulta hasta la fecha inadmisible para el establishment "anti-papista" británico, ha aumentado las críticas a su persona o su obra o buscarle misterios y enigmas: desde hacerlo pasar ahora por homosexual, en interés del lobby gay hasta reavivar las dudas sobre la autoría de sus obras, teoría iniciada en el academicismo, muchas veces pedante, tan típicamente británico, desde el siglo XVIII, en que se dudaba que un "hijo del pueblo" como Shakespeare, de origen humilde y nacido en un poblado escondido en la Inglaterra rural tuviese los conocimientos históricos, mitológicos, geográficos y de costumbres que exhibe en sus obras, no tomando en cuenta que, en los siglos XVI-XVII, y sin tantos distractores como en la actualidad, mucha gente con curiosidad buscaba ser autodidacta y podía allegarse de grandes conocimientos con el simple ejercicio del hábito de la lectura; incluso Cervantes mismo, que también hace gala de erudición en sus obras, tampoco tuvo una educación universitaria y sus orígenes eran igualmente humildes, pues fue hijo de un cirujano itinerante que no completó sus estudios de medicina y él mismo fue un aventurero buena parte de su vida: soldado y recaudador de impuestos con las uñas algo largas.
Como sea, ambos autores nos han dejado en sus obras verdaderos retratos de la humanidad, leerlos, ver alguna de sus obras teatrales o sus adaptaciones al cine o la TV es algo imprescindible, si queremos salvar la cultura, si queremos rescatar las bases de nuestra civilización es hora de volvernos a los clásicos y rescatar el enorme legado que nos han dejado.