La muerte de Nelson Mandela significó la muerte definitiva del siglo XX: un siglo definido por los caudillos, que van desde Lenin y Stalin en Rusia, Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Franco en España, Perón en Argentina, Madero, Obregón y Cárdenas en México, Roosevelt, Kennedy y Reagan en EUA, Churchill o Margaret Thatcher en Inglaterra, y las poderosas personalidades de Pío XII, Juan XXIII y Juan Pablo II en la Iglesia.
El penúltimo de esos grandes líderes que definieron el siglo más terrible y más extraordinario de la Historia por los enfrentamientos ideológicos se ha ido, --aún vive lo que queda de Fidel Castro, a quien, pese a su carácter en mucho nocivo, no puede negársele su liderazgo y su paso por las páginas del pasado siglo-- y nos deja un mundo hasta cierto punto "huérfano" acostumbrado al carisma y la dirección de los grandes personajes. El siglo XXI ha comenzado carente de líderes destacados, salvo el caso de Rusia, donde Vladimir Vladimirovich Putin sin duda se perfila como el primer gran líder del nuevo siglo y nuevo milenio, en las otras potencias emergentes asiáticas se ha apostado por la dirigencia colegiada antes que por el mandato de un solo hombre destacado, como es el caso de China, donde nadie quiere volver a los excesos de Mao ni tampoco temer por el "qué pasará" a la falta del caudillo, como ocurrió tras la muerte de Deng Xiao Ping, los mandatarios que han sucedido a ambos líderes al frente del Celeste Imperio: Jiang Ze Minh, Hu Jintao y Xi Jinping, son los ejecutores o voceros de un cuerpo colegiado de gobierno, dentro del entramado constitucional chino y no buscan ser los caudillos todopoderosos y omniscientes, sentados en la silla presidencial hasta la muerte como sus predecesores, lo mismo ocurre en Irán, donde tras la fuerte personalidad de el Ayatollah Ruyollah Khomeini, su sucesor, el Ayatollah Alí Khamenei se ha avocado a desempeñar su rol de árbitro constitucional del sistema político, dejando la cabeza del Estado en los Presidentes electos popularmente, quienes tampoco han apostado por un liderazgo extremo y el culto a la personalidad, para ser parte de una toma de decisiones compartida.
Estos sistemas colegiados de mando han garantizado una mayor moderación a la hora de ejercer el poder, sobre todo dentro de esquemas autoritarios, y han evitado la ruptura con el orden legal por sobrepasarlo la personalidad del gobernante.
Pero volviendo a Mandela, tras su muerte han surgido o se han publicitado dos visiones acerca del personaje: de un lado, una verdadera hagiografía, con la que se nos pinta un Mandela inmaculado, colosal, todo amor, paz y reconciliación, un verdadero santo secular, mientras que también se presenta otra de la mano de sus críticos: un hombre resentido y violento que jamás abandonó el proyecto de no solo eliminar el Apartheid, sino incluso de eliminar a la población de origen europeo del sur de Africa, instaurar el comunismo y hasta que era parte de una conspiración anglo-judío-masónica para lograrlo.
Ambas son ya visiones extremas y algunas caen en el ridículo (lo de la conspiración, por ejemplo, planteada por blancos anglosajones y europeos que han conspirado en contra del mundo católico y latino para lograr la supremacía en contra de sus hermanos de raza que defendían su supremacía, protestantes en contra de protestantes... eso no tiene ni pies ni cabeza), la realidad es que Mandela era simplemente un ser humano, destacado por algunos hechos de su vida y su innegable liderazgo, pero como humano no todo lo que hizo fue bueno, correcto o acertado y es un completo disparate el intentar presentarlo como un personaje cuasirreligioso con tintes mesiánicos, como tampoco fue una encarnación del mal.
Para empezar: Mandela no fue encarcelado por 27 años por su oposición al Apartheid (otros líderes negros también se manifestaban en contra y jamás fueron encerrados) sino por sus actos violentos y terroristas que segaron la vida de personas blancas, por lo que se estima que su juicio fue perfectamente legal y su condena legítima; el problema está que Mandela había actuado de esa manera, como muchos otros de su raza, al oponerse a la violencia institucionalizada por el Estado Sudafricano regenteado por los políticos Bóer y Anglosajones que establecieron el régimen de segregación racial y de práctica subyugación sobre la población nativa, muchos de estos, no encontraron otra vía de lucha por sus derechos que la violencia, lo que como consecuencia, solo tuvo el endurecimiento de las políticas segregacionistas del gobierno blanco.
También es cierto que Mandela nunca renegó de sus filiaciones socialistas o de Izquierda, y que en repetidas ocasiones manifestó su apoyo a la dictadura cubana o sus simpatías por el régimen soviético ruso, ambos que apoyaron e intervinieron militarmente en el "continente negro" en contra de la Sudáfrica de Pieter Botha o la racista Rhodesia (Zimbabwe) de Ian Smith. De igual manera, Mandela no ocultó estar a favor del aborto como medio de regulación de la explosión demográfica o de la política establecida desde la ONU respecto al uso del condón como único medio de frenar la expansión del SIDA, verdadera plaga en Sudáfrica; quien sabe si esto fue por convicción personal o a cambio de la ayuda prestada por las instituciones internacionales que le forzaron a adoptar tales medidas.
También es cierto que Mandela no fue el único factor ni el único opositor decisivo para derrumbar el injusto régimen segregacionista, sino también la actuación del Obispo Anglicano Desmond Tutu tuvo una gran importancia, el activismo de los Zulúes, a través del movimiento político Inkhata, la presión internacional, la actitud de los blancos pobres y marginados encabezados por Harry Schwartz, que se unieron a las protestas de los negros, e incluso el propio Fidel Castro fue un factor de unidad, si no hubiera tenido el disparatado sueño de construirse un Imperio Africano con los despojos de Sudáfrica y del Imperio Portugués, blancos y negros jamás se hubiesen unido contra un enemigo común como lo hicieron en los años 70, y el injustamente olvidado Frederick De Klerk quien, opuesto a la segregación racial, realizó durante su presidencia los cambios constitucionales y legales que llevaron al fin del Apartheid, es cierto entonces que Mandela en mucho aprovechó la coyuntura de encontrarse preso para convertirse a sí mismo en símbolo de la resistencia contra el racismo del régimen anglo-bóer y dejar muy atrás a los otros líderes que dirigían una lucha pacífica con el arma de la razón en contra de esta situación, y así convertirse en mito y éxito de mercadotecnia, fue un gran promotor de sí mismo, como lo hiciera Gandhi, que muy lejos estuvo de ser un sincero hombre espiritual y en realidad fue un astuto líder político que derrotó a Inglaterra en los terrenos económicos, para luego convertir a la India en un gigantesco dominio de las familias emparentadas de él y de su amigo y continuador Jawarlal Neheru.
Es falso que Mandela fuese un hombre pobre víctima de la explotación de los blancos, él provenía de una familia de la nobleza de una de las etnias Bantú de milenaria Historia, el Apartheid no afectó las riquezas ni aún la educación de muchos nativos bajo el más tolerante régimen colonial británico, y la familia de Mandela era acaudalada y él era abogado, pero se les excluía de la participación en la vida política de la república sudafricana independiente, y para los que no provenían de clases altas se les excluïa de toda posibilidad de progresar, con una educación diferenciada y trabajos con menores salarios y pesados.
Sin embargo, también es cierto que Mandela supo gestionar la transición y él mismo cambió de la violencia a la resistencia civil pacífica y de la búsqueda de la confrontación a la reconciliación y la búsqueda de convertir a Sudáfrica en una sociedad incluyente y multiétnica. ¿Lo hizo al tener que reconocer como hecho consumado el que descendientes de europeos vivan en Sudáfrica? ¿lo mismo de los hindúes? ¿Mantuvo vivo su resentimiento contra los blancos que contuvo por estrategia política? No lo podremos saber nunca, eso es parte del fuero interno de Mandela.
Mandela reveló la realidad de Sudáfrica, la mayoría de la población negra vivía en condiciones de pobreza y las ciudades carentes de servicios e infraestructuras, en mucho el régimen anterior maquillaba cifras y aparentaba vivir con gran prosperidad y desarrollo, y convirtieron a Ciudad del Cabo en un resorte de playa al estilo británico, para hacer creer que el país era desarrollado por ser gobernado por descendientes de europeos, pero tapaba la realidad del subdesarrollo del país y que los lujos de la élite dirigente se costeaban con la explotación de nativos y obreros y granjeros blancos; falló en su gobierno, abocado a realizar una mera "operación cicatriz" en la sociedad --donde se inscribe el triunfo en el campeonato mundial de Rugby, magnificado un tanto por Hollywood-- a poner solución a ese problema social que sigue siendo una terrible herida en Sudáfrica, país construido durante siglos por el principio de la exclusión y el odio, y que es la causa de que la violencia continuara bajo su mandato y muchos negros busquen aún hoy la revancha contra los blancos, eso finalmente estuvo fuera de su alcance, además de que la ola de inseguridad que vive el país afecta por igual a todos sus habitantes, sean de la raza que sean.
El gran mérito de Mandela radicó en su renuncia a la venganza y en la búsqueda de acuerdos y en el deseo de construir una nueva sociedad que sirviese de hogar a todas las razas que habían terminado por habitar en el país, inició en su propio partido político: el Congreso Nacional Africano, poniendo fin a las violentas rencillas y la desunión que existía entre sus dirigentes, que muchas veces se saldaba con sangrientos enfrentamientos y ejecuciones crueles de los disidentes, incluso tuvo el coraje de repudiar a su esposa Winnie cuando descubrió que ella, si bien durante su ausencia mantuvo la lucha, también realizó numerosos actos de corrupción y de violencia contra los propios militantes del CNA. Mandela, igualmente fue un ejemplo de tenacidad, de firmeza y de saber no destruirse en el largo encierro en prisión, lo que no excluye sus aspectos controversiales, y es que nuevamente, nos encontramos ante la difícil tarea de identificar a un prócer, nunca se estará de acuerdo, puesto que se trata de la valoración de los actos de un hombre, y esto nunca será irreprochable o inmaculado. Finalmente, el juicio de la Historia sobre Mandela se decidirá según la permanencia de su obra; si a su muerte la unidad entre los sudafricanos no se rompe pese a todos los problemas existentes y la ahora aparente hegemonía negra encarnada en el CNA, --algo que era de esperarse, si la mayoría de la población es de color, y ese partido aglutina a la mayoría de dicho sector demográfico, resulta muy difícil que un político blanco vuelva a ocupar la primera magistratura, salvo que demuestre estar comprometido con todos los sudafricanos sin importar el color de la piel-- es superada por un sistema político más abierto y el país, pese a todos sus problemas, logra abrirse un lugar entre las potencias emergentes, pese a encontrarse muy detrás de sus poderosos aliados los BRIC, Mandela habrá triunfado, si por el contrario, renacen los odios y las ganas de revancha, será su fracaso completo o se habrá demostrado que su movimiento fue hueco.
Como sea, bueno o malo, Mandela fue un líder de los que ya no habrá, hasta ahora, la autoridad moral de su presencia aseguraba en mucho la unidad de Sudáfrica y era respetada en todo el mundo. Qué lamentable que su funeral haya sido planeado como un show por el gobierno actual del país y que los "líderes" mundiales lo hayan tomado como una diversión, comportándose como adolescentes, basta ver las imágenes que han dado vuelta al mundo sobre la verdadera fiesta que entre Soetoro, David Cameron y la Primera Ministro de Dinamarca llevaban a cabo en las gradas:
Ante esta actitud de adolescentes y el ventaneo ante todo el mundo de los celos conyugales de Michelle Obama, sí que se extraña a los líderes del siglo XX, esto es prueba del bajísimo nivel de los dirigentes actuales del Mundo Occidental, ante esto y los liderazgos firmes de Rusia, China o Irán, no hay duda que el futuro les pertenecerá, a nosotros, ni las migajas.
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