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17 de septiembre de 2021

CONSECUENCIAS DE AFGANISTÁN: LOS VENCEDORES

 Xi Jinping se Reúne con Príncipe Heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin  Salman

En el post anterior, señalé que entraría ahora a hablar de los vencedores principales en el conflicto afgano, hoy concluido con la derrota militar más aplastante sufrida por las fuerzas norteamericanas en su Historia, derrota que no significó una masacre de sus efectivos, ni una invasión de su territorio, no, sino la culminación de un proceso de 20 años que inició con el derribo de las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York dirigido a destronar a EUA, que desde 1991 se erigía en el único foco de poder político hegemónico tras el derrumbe del Imperio Ruso/Soviético, y en su lugar, erigir la hegemonía del mundo islámico, encabezado por Arabia Saudita, el principal y mayor ganador de todo este drama.

1.- Arabia Saudita, la Súper Potencia en la Sombra:

Lo que voy a afirmar aquí es algo que contraviene la óptica de todo el mundo: que China se está convirtiendo en la primer potencia mundial; esto no es así, el Celeste Imperio, y al rato abundaré más al respecto, tiene muchos problemas internos latentes que hacen que, si bien es y será una potencia importante, pero que tiene debilidades muy graves que no serán fácil ni rápidamente subsanables para permitirle llegar a la cúspide, además de otra cosa: olvidémonos del esquema de competencia entre potencias por la hegemonía al que se refiere el internacionalista Jean Baptiste Duroselle; la lucha por el equilibrio del poder que ha sido la tónica de las relaciones internacionales desde el siglo XVI: con la hegemonía española, reemplazada posteriormente por el predominio francés y posteriormente, por el predominio anglosajón en sus dos capítulos: el Imperio Británico de 1815 a 1945 y el Imperio Norteamericano de 1945 a 2021.

No, el Mundo Islámico tiene sus propios esquemas políticos; si uno quiere aproximarse a ellos, es esencial leer la monumental Al-Muqaddimah, del filósofo tunecino medieval Ibn Khaldun; un compendio de Historiografía y de Ciencia Política islámicas; para empezar, ellos no tienen como estructura al Estado-Nación, un producto del desarrollo histórico y político de Europa Occidental y que se extendió al resto del mundo tras los procesos de Independencia y descolonización, iniciados, precisamente en 1776 con el nacimiento de Estados Unidos de América; por eso resulta, a diferencia del digamos, escalafón de títulos nobiliarios surgidos con el feudalismo medieval europeo, un tanto incomprensible para los occidentales cuáles son las características y las relaciones jerárquicas entre los títulos que ostentan los diferentes monarcas islámicos, como el de emir, (habida cuenta que los Taliban hablan de constituir a Afganistán como un Emirato) otros el de sultán, otros el de malik, traducido tradicionalmente como "rey", no nos queda claro que es un sheik, castellanizado como "jeque" y el carácter del mayor título, vacante desde 1924: Califa. 

El mundo musulmán adoptó la figura del Estado Nacional como parte de la adopción de instituciones occidentales con posterioridad al descuartizamiento del Califato Otomano tras la Primera Guerra Mundial, con los tratados de Sévres y de Lausana, y los acuerdos Sykes-Picot, y luego la descolonización tras 1945. 

Simplemente analicemos Arabia Saudita, démonos un clavado en su pasado, porque hoy por hoy, este reino, gobernado por un Malik, es quien está dirigiendo los cambios en el Medio Oriente y ha extendido su influencia sobre Occidente.

La Casa de Saud inicia su relevancia en la Península Arábiga a partir del siglo XVIII. En aquel entonces, integrados al Imperio Otomano, gobernaban, con el título de Emires, tras haberse impuesto a otros clanes y tribus nómadas, la región central de Arabia, conocida como el Néyed, pero no la zona del Hidyaz, región costera más o menos ancha en la cual se sitúan las ciudades santas de La Meca y Medina. En ese entonces, sin embargo, los Saud fueron alcanzados por las prédicas del clérigo Mohamhed Ibn Abd-Al Wahhab, éste criticaba las políticas modernizadoras y pro-occidentales del Califa Otomano Selim III, quien se considera el iniciador del taazimat, o "puesta al día", movimiento que era impulsado ante las derrotas militares sufridas por las hordas de Jenízaros, Sipahis y Mujahidines, ancladas en las inveteradas tradiciones militares del Medio Oriente, contra las fuerzas europeas y rusas, dotadas de armas de fuego cada vez más precisas y letales, disciplina, logística y organización modernas estructuradas con criterios científicos y medios de transporte más rápidos y eficaces. Para Wahhab y sus seguidores, Selim estaba corrompiendo el Islam al adoptar medios e ideas provenientes de los Infieles Nazara (Cristianos) o Frani (Francos/Europeos), por lo que había que  rescatar las ciudades santas de La Meca y Medina de su herético gobierno y restaurar la doctrina mahometana en su forma más pura, salaf, en árabe, por lo que a sus seguidores también se les conoce como Salafistas.

La Casa de Saud aceptó la doctrina de Wahhab, y selló un pacto con este Imán, puede que porque sinceramente creyeran en su doctrina, o quizá también, por la ambición de romper con el Califato y ganar independencia, y hasta quizá, de llegar a ostentar el trono de sucesor del profeta Mahoma dentro del Islam sunnita, del cual el Wahabismo es una vertiente o interpretación. Así, la rebelión surgió y se logró crear el Emirato Independiente de Dariya o Primer Estado Saudí, que perduró hasta 1818 en que el Califa Mahmud II (Selim había sido destronado y asesinado por los Jenízaros y los conservadores en Estambul, que auparon a Mustafá IV, quien a su vez fue eliminado por los reformistas, que impusieron a Mahmud) logró vencerlos y recuperar precariamente el control sobre Arabia.

A pesar de que los Califas Otomanos del siglo XIX impulsaron una serie de reformas continuadoras de los esfuerzos de Selim III y Mahmud II por modernizar el Imperio, éste se fue debilitando, perdiendo territorios en manos de las potencias europeas o que proclamaban su independencia, como en el caso de Egipto, y a fines del siglo XIX, los Saud, nuevamente, se rebelaron, tomaron el título de Sultán, proclamando su compromiso con la pureza del Islam, atacada por las reformas y la occidentalización que se impulsaba desde Estambul. Esta vez, aunque no se pudieron apoderar de la región del Hidyaz y por tanto de las ciudades santas, ganaron una independencia de facto, sometiendo a tribus y clanes en el interior de la península.

Las cosas cambiaron tras la Primera Guerra Mundial: desmembrado el Califato Otomano con los tratados de Sévres y de Lausana, y atizada la rebelión contra la dinastía turca por T.E. Lawrence de Arabia en el Hedyaz, se constituyó un reino a cargo de la dinastía Haschemita, descendientes de Mahoma y guardianes o Jerifes de la Meca. El Reino no duró mucho; en 1925, un año después del derrocamiento del último Califa: Abdul-Mejid II por Atatürk, el Sultán Saudita Abdul-Aziz, conquistó el Hedyaz y las ciudades santas del Islam... nadie, ni siquiera los británicos, que en teoría protegían a los diferentes Estados creados artificialmente sobre los restos del Califato Otomano, hizo nada por defender el contenido de los tratados de posguerra en ese caso; lo aceptaron, como aceptaban el movimiento Sionista que llevaba migraciones masivas de Judíos europeos a Palestina y poco a poco provocaba problemas al Mandato Británico... ¿Porqué? Porque Abdul-Aziz Ibn Saud, que se proclamó Rey o Malek de Arabia, garantizó el flujo del petróleo y pronto aceptó inversiones y hacerse socio con empresas occidentales para la explotación del "Oro Negro".

Lo que siguió, fue el enriquecimiento progresivo de la familia Saud y del Estado que fundó, así como su cercanía de Occidente.

Ahora, como hemos visto, a la familia Saud realmente no le importó construir un Estado-Nación Árabe. No, ellos no siguen la lógica de Estados como los Occidentales, ni estaban luchando como líderes de un pueblo árabe soberano en búsqueda de un Estado... finalmente, quien buscó la unificación de tribus nómadas y aisladas para crear un ente político propio en el pasado fue el mismo Mahoma; sus sucesores fueron más allá y unificaron todo el Medio Oriente, aunque los avatares de la Historia y los cambios de poder llevaron a la división y fragmentación de los Califatos. Lo que importó a los Saud fue la creación de un Estado como base de poder para su verdadero proyecto; en cierta forma, siguiendo la receta del Profeta: la expansión del Islam Sunnita-Wahabita. Arabia es sólo una plataforma para la proyección del poder de la familia y su programa expansionista-religioso, una fuente de riqueza para financiarlo y contar con una base de operaciones permanente, además de que, al estar a cargo de La Meca y Medina, contaban con el sustento también para aducir liderazgo sobre el mundo islámico ante la abolición del Califato.

Tan es así, que les importó un bledo la existencia de los Tratados de Lausana, Sèvres o Sykes-Picot... y también, desde 1925, se dieron cuenta de por dónde estaba la debilidad de los Occidentales: la necesidad del petróleo y la necesidad de aliados contra los enemigos. Así, tras la Segunda Guerra Mundial, el ascenso de líderes que intentaron aplicar la receta pro-Occidente y laicista de Mustafá Kemal Atatürk en Turquía, y que fueron apoyados sobre todo por el Bloque Soviético, llevó a los Saud a ofrecerse como aliados incondicionales de EUA ante el enemigo común: los nacionalistas laicos, como el egipcio Nasser, los Assad sirios o el Partido Baath en Irak y el libio Coronel Gaddafi coqueteaban con Moscú, por momentos y por momentos con EUA, como en el caso Iraquí, pero la existencia de Israel y el apoyo dado a éste por Washington, les llevaron inevitablemente a chocar.

Arabia, o más bien los Saud --es bastante ilustrativo que el nombre oficial del país contenga alusión al apellido de la familia reinante, lo que indica que, más que un Estado, se trata de un patrimonio-- gustosamente asumieron el cargo de financiar y promover a los movimientos y grupos islamistas que se alzaron contra regímenes laicos que simpatizaban con los Soviéticos, o contra estos directamente en Afganistán, donde mandaron a uno de sus principales operadores: Osama Bin Laden, a hacerse caso de la Jihad, al tiempo que crecía el peso en el Medio Oriente de la influencia Saudí, incluso, la visión de los occidentales hacia el Islam, identificándosele con esa imagen de violencia, terrorismo, discriminación a las mujeres, velos, hijabs, túnicas y religiosidad extrema, era la imagen propia del Islam Sunnita acorde con las enseñanzas de Wahabb; es como, si en el caso del Cristianismo, se crease una imagen de las enseñanzas de Jesús acorde con la figura de Oliver Cromwell y demás puritanos ingleses y norteamericanos del siglo XVII. Finalmente, los Saud financiaron la construcción y establecimiento de mezquitas y escuelas coránicas o madrazas que han venido extendiendo su visión del Islam por Medio Oriente, Pakistán --donde los Talibán fueron formados en ella-- e incluso Europa, donde los inmigrantes islámicos se educan en templos y escuelas patrocinadas por la Corte de Riyahd o sus satélites: Kuwait, Qatar, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos y Omán, países también muy ricos, pero que no cabe duda que se encuentran sujetos a los dictados del Guardián de las ciudades santas del Islam, por el vínculo religioso y también por el peso militar y diplomático del reino de los Saud. Yemen, bajo la influencia persa, se resistió, y ha terminado sumido en una guerra civil que en realidad es el marco dentro del cual Irán y Arabia se disputan la supremacía en la región del Golfo Pérsico.

Pero ahí viene la gran falla de EUA respecto a Medio Oriente y a su aliado regional, aliado que sin duda, es mucho más poderoso, e importante que Israel mismo. Tal parece que nadie en Washington o Langley y Quantico pensó o creyó posible que Arabia, o más bien, la Casa de Saud, pudiese tener intereses o voluntad propia, y qué tal si en un momento dado, la llamada Casa de los Tres Mil Príncipes tomase conciencia de su propio poder e influencia sobre Occidente y EUA en particular. Esto se dio después de que EUA y una coalición internacional destruyera el poderío iraquí de Saddam Hussein en la Guerra del Golfo Pérsico en 1991. Desembarazados del Estado Árabe laico más poderoso de su entorno cercano, los Saud se dedicaron a consolidar su posición: aceptaron la presencia militar norteamericana en su territorio, y eso los llevó a romper con su operativo más exitoso: Osama bin Laden, quien se convirtió, presuntamente, en un líder terrorista renegado.

El 11 de septiembre de 2001, a veinte años, ha dejado muchas interrogantes... ¿Qué tanto no estuvimos ante un golpe de Estado dirigido desde Riyahd y que concluyó con la subordinación completa de EUA  a los intereses de los Saud? La mayor parte de los presuntos atacantes eran sauditas, vino posteriormente la invasión a Afganistán y la aparente derrota de los Talibán, seguida de la invasión a Irak, misma que hoy en día es cuestionada, como los son los nexos de negocios entre la familia Bush y los Saud, ya que aún no se sabe cuáles fueron los objetivos de derrocar a un Saddam Hussein que ya no representaba riesgo alguno en la región, y tampoco su derribo representó un beneficio a Israel; por el contrario, la caída del régimen laico en Bagdad benefició a Irán, que convirtió a la antigua Mesopotamia de nueva cuenta en un satélite, como lo ha tendido a ser desde el siglo VI a.C., a través de la empoderada minoría Chiíta del país, y a Arabia, que pudo continuar fomentando el surgimiento de grupos radicales impulsados por el Wahabismo/Salafismo, lo que desembocaría en la formación del ISIS.

Las Primaveras Árabes, impulsadas por EUA, fueron en beneficio de Arabia, que así buscó derribar regímenes laicos y derrocar aliados de su rival regional más poderoso: Irán, aupando a grupos radicales de inspiración wahabita. La región se sumió en un caos y se provocó la crisis de los refugiados que no dejan de inundar Europa... lo que también parece beneficiar al reino saudita, con la expansión de sus doctrinas religiosas oficiales al norte del Mediterráneo. Entre tanto, Arabia y sus satélites de la península se han venido a adueñar de empresas no solo petroleras, sino también de aerolíneas, equipos de fútbol, medios de comunicación y otros rubros. 

La llegada de Biden al poder ha llevado a que EUA echó marcha atrás a las políticas impulsadas por Trump que tendían a brindarle a su país independencia energética: el fracking y el oleoducto acordado con Canadá, que fueron los primeros proyectos que fueron cancelados, el primer día en el Despacho Oval del anciano político mediante órdenes ejecutivas. Esto llevó a la reactivación de las ventas a Arabia, quien vió así resucitar su economía, deprimida tras el descenso en el consumo de hidrocarburos por la Pandemia... incluso, las políticas ambientales de energías limpias, parecen beneficiar también a los Saud: dichas energías, como la solar o la eólica son ineficientes y no generan lo suficiente como para alimentar a un parque vehicular de autos eléctricos similar al actual ni a todas las necesidades energéticas de los países desarrollados occidentales, porque, en específico, los automóviles eléctricos no es que no consuman hidrocarburos, simplemente no lo hacen directamente, sino de manera indirecta; la electricidad que recarga las baterías de los coches Tesla o se genera en su mayoría en centrales térmicas con consumo de hidrocarburos, o en centrales nucleares, y si estas están siendo paradas y desmanteladas, como en Alemania, esto llevará en realidad a un mayor beneficio de las potencias productoras de petróleo y gas, como la propia Arabia, o Rusia.

Entre tanto, en Arabia las mujeres ven restringidos sus derechos y nadie dice nada, antes bien, la Izquierda parece enarbolar un puritanismo que bajo el pretexto de la no-sexualización de la mujer en Occidente, encamina su discurso a sonar muy parecido al de la Shari'a, el príncipe heredero Mohamhed bin Salman ibn Saud eliminó al periodista crítico Yamal Khashoggi, como ya en su momento lo narré aquí, sin que nadie moviera un dedo, ni sancionara al príncipe y ministro de defensa de su padre, y nadie exige a la monarquía Saudí que respete la libertad religiosa y de conciencia.

Todo lo anterior, nos lleva a interrogarnos si no hemos estado tan distraídos ante el innegable ascenso de China que no hemos contemplado el ascenso de la verdadera gran potencia del futuro, que no es otra que Arabia Saudita, o más bien, de un Califato Islámico de tendencia Sunnita-Wahabita, que sumirá a buena parte del mundo en la oscuridad y el despotismo, y lo hará porque nuestros líderes en Occidente, se han dejado comprar y cegar por los jugosos sobornos que la Corte Saudita sabe proporcionar a sus más fieles dihmmi. Y mucho me temo que pronto veremos, y sufriremos, la plena realización de sus ambiciones.