Ante la práctica muerte de Hollywood y de la cultura popular occidental palpable en TV, cine y cómics, me he volcado, cuando quiero ver algo de mero entretenimiento, hacia el anime o animación japonesa, y últimamente, he podido ver en Youtube a algunas producciones televisivas rusas actuales, de las cuales hablaré más adelante, para mi sorpresa, en la Rusia de Putin continúan más o menos en las misma tendencia de la TV soviética, de la cual, siendo niño, tuve oportunidad de ver algunas miniseries que eran pasadas en México por Imevisión, televisora pública que ahora es TV Azteca, y que, contrario a lo que pudiera parecerse, buscaban ser instructivas sobre la historia rusa, antes que adoctrinar en el Marxismo, y lo conseguían, con una enorme calidad, además. En cambio, las series televisivas norteamericanas actuales son realmente insoportables, cargadas de la ideología de la Escuela de Frankfurt y globalismo, como, por ejemplo, Batwoman, serial que destaca por su carga ideológica feminista, LGBTQ, racial, y también por su pésimo guión, espantosas actuaciones y bajísimo presupuesto que sólo la lleva a ser una verdadera autoparodia y a generar el pitorreo y las burlas de varios críticos en Youtube, mientras que tiene una audiencia paupérrima de apenas 500,000 espectadores por episodio en promedio, en una población de 300 millones de personas, (compárese con los 89.4 millones de espectadores por episodio que tenía la mítica y excelente telenovela Dallas, con el gran Larry Hagman en 1985, gracias a un potente guión que mezclaba el melodrama amoroso con una aguda crítica al capitalismo salvaje y la falta de escrúpulos de los grandes consorcios petroleros estadounidenses) la decisión de prolongarla, pese a que tras la primera temporada, la titular del rol protagónico, la actriz australiana Ruby Rose, alegando, ciertamente, que sufrió un accidente en la filmación debido a la falta de medidas de seguridad y que la colocó en situación grave, abandonó el programa, aunque probablemente pensó también en salvar su carrera y no ser identificada con un show que será visto siempre como un fracaso, sólo se explica por el fanatismo ideológico de sus creadores y la esperanza de que la Administración Biden, como todo gobierno de Izquierda, comience a subvencionar a los medios del espectáculo convertidos en propagandistas y se tejan redes de corrupción y aprovechamiento de recursos públicos, que permitan hacer proyectos carentes de audiencia pero que justifiquen los millones de dólares regalados para la manutención de un gremio decadente y holgazán, carente de creatividad y calidad para hacer algo que capture al público.
Entre las series de animación japonesas más interesantes en la actualidad, destaca Shingieki no Kojin, título traducido al inglés como Attack on Titan, y al español como Ataque a los Titanes, aunque su más correcta traducción sería El Gigante de Ataque, recordando que el concepto de "titán" es propio de la mitología grecorromana, completamente ajena a la tradición japonesa. Es una obra maestra, tanto en la calidad de su animación como en su argumento.
Lo que sorprende de los japoneses es la capacidad creativa que tienen para imaginar mundos distópicos perfectamente lógicos, sin contradicciones internas ni huecos, y que son comprensibles para los espectadores. En ese sentido, continúan con la idea de la "subcreación" de la que hablaba J.R.R. Tolkien. En este caso, el serial, creado por el mangaka Hajime Isayama, primero en el formato de manga o cómic nipón, y luego llevado a la pantalla chica, nos regala una fábula inquietante sobre la Historia, la manipulación de masas y la ingeniería social que pega directamente a un Occidente que cada vez se muestra más hostil contra la creatividad nipona, ajena a la corrección política y que rechaza audiencias pasivas, a las que proporciona material para pensar y cuestionar la realidad que vivimos hoy y que se encuentra reflejada muchas veces en historias en apariencia meramente fantásticas, como en este caso. No es de dudarse porqué Estados dominados por el progresismo como Australia o bajo un régimen autoritario como Rusia, busquen censurar o prohibir las animaciones llegadas del Imperio del Sol.
Pero sobre todo, Shingieki no Kojin es una historia que gira alrededor del odio. Quizá eso la haga tan original, que no es una historia de amor, sino una historia de odio, las primeras, han sido contadas en innumerables ocasiones, pero las historias de odio son escasas e incómodas (otras que puedan considerarse como tales son Oldboy, en su versión coreana, Irreversible de Gaspar Noé, o El Tigre Blanco, película rusa sobre el enfrentamiento entre tanques a fines de la Segunda Guerra Mundial), quizá porque son mucho más reales. En este serial, no hay romances, Mikasa puede sentir algo por Eren Jaeger, el protagonista, pero es sólo su condicionamiento, propio de su familia, los Ackerman, a ser esclavos y protectores de quienes poseen el poder titánico; está la extraña fijación lésbica entre Historia (el nombre de este personaje no es gratuito) e Ymir, a la que Isayama no deja de presentar como algo patológico, producto de la necesidad de atención de la primera y de los remordimientos de la segunda, pero fuera de eso, no hay amor que valga en esta narración.
Ojo: Spoilers.
Es una espiral de odio que comienza, en un distante futuro distópico de nuestro mundo, cuando la reina de Eldia, Ymir Fritz, consigue de los dioses el poder de transformarse ella y los miembros de su pueblo en seres gigantescos y deformes, con una fuerza extraordinaria, y algunos con otro tipo de poderes, llamados titanes, con los que se lanzan a la conquista de un imperio mundial. El Imperio de Eldia subsiste por 2,000 años hasta que es derrotado por una alianza liderada por su principal rival, la dictadura militar del país de Marley.
Los Eldianos se convierten desde entonces en parias, su entonces rey, Fritz y parte de su pueblo son enviados al exilio en la isla de Paradis, correspondiente al actual Madagascar, donde son además encerrados en una zona circuncidada por tres enormes murallas, por ser un peligro para el mundo, rodeados además, constantemente por titanes que les devoran, a la población se le manipula y se le hace creer que son los últimos sobrevivientes de la humanidad, que ha sido víctima de un cataclismo provocado por los propios titanes. En realidad, lo que pasa es que la isla es un gueto, y los titanes que les atacan son eldianos castigados por los marleyenses, convertidos en titanes y enviados como mecanismo de control para evitar que la población principal de los eldianos y sus reyes regresen a sus andadas imperiales.
Porque en el seno de Marley (mismo que se ubicaría en África, pese a contar con una población blanca) continúan viviendo muchos eldianos, segregados en campos de concentración y guetos... --en un gesto irónico o sarcástico, los personajes eldianos, que son segregados y discriminados por Marley, en el que existe un régimen muy similar al nacionalsocialista o fascista, ostentan apariencias, nombres y apellidos germánicos en su gran mayoría-- a los que únicamente se les da una salida para ser incluidos en la sociedad y ganar cierto respeto: sirviendo como carne de cañón en las fuerzas armadas marleyenses o convirtiéndose en titanes subordinados al alto mando en sus aventuras expansionistas.
A los Marleyenses se les induce desde niños el odio hacia los Eldianos como demonios temibles, dispuestos a cada momento a rebelarse y atacarles con sus poderes diabólicos de titanes, a éstos a su vez, se les adoctrina para considerar que se merecen el castigo y que la culpa de todo la tienen los "Eldianos malos" de la isla, a los que hay que acabar para asegurar que al fin se ganen un lugar en la sociedad marleyense. Aunque, como se puede ver en la última temporada, actualmente en emisión, puede surgir cierta amistad entre militares marleyenses y jóvenes cadetes eldianos, entre los que surge inevitablemente la simpatía y el respeto, como ocurriera en Sudáfrica al enfrentarse en conjunto a las aventuras imperialistas bélicas cubanas en Angola, entre negros y blancos, algo que contribuyó mucho más que las prédicas de Mandela al fin del Apartheid. Es ahí cuando encuentra explicación el comportamiento de Gabi, personaje que se ha ganado el odio de la audiencia, pero que no es más que una niña, por un lado adoctrinada al odio hacia la isla y que, por otro , se encuentra más identificada y cercana con sus compañeros de armas marleyenses, de quienes además sólo ha recibido muestras de afecto y reconocimiento, que con sus hermanos de raza venidos del mar.
Pero cuando una operación para recuperar a favor de Marley los poderes principales de los titanes de la isla sale mal, surge la figura de Eren Jaeger, quien encarna al Titán de Ataque que da título a la obra, que rompe por completo con los planes y la vida de eldianos, marleyenses y del mundo en general.
La expansión de Eldia provocó el odio de Marley en su contra, los Eldianos de la isla, al darse cuenta de la realidad, reaccionan con odio contra los marleyenses, aunque algunos descubren que estos no son monstruos, y viceversa; pero eso no pasa con Eren, él no busca la liberación de los eldianos y la reconstrucción del Imperio, él solo busca venganza por la muerte de su madre y la destrucción que presenció siendo niño. El odio lo impulsa y lo mueve, es su motivo y su objetivo, sin escatimar pérdidas o muertes. Eren solo vive para satisfacer su odio, solo quiere muerte.
Shingieki no Kojin nos lleva a reflexionar acerca de la espiral de manipulación y odio en la que nos encontramos cada vez más inmersos, lo hemos visto a lo largo de este año; la Pandemia ha generado un clima en que el odio se ha convertido en el principal factor de división. En EUA, las celebridades claman por el odio contra quienes apoyaron a Trump o no se pliegan a las ideas progresistas, del otro campo, lo vimos con las tesis conspirativas difundidas por Q-Anon, cunden las demonizaciones y el odio hacia figuras del ámbito político, cinematográfico o empresarial; en México, el actual Presidente llegó al poder impulsando el odio del pobre contra el rico, el resentimiento y la envidia.
El odio es la herramienta de los políticos y poderosos para manipularnos, el odio al pasado, a la realidad, al igual que los reyes eldianos, pretenden falsificar la Historia y presentarnos una Ana Bolena negra, una jugadora de ajedrez que derrotó a un campeón del mundo soviético, en vez de la heteropatriarcal y real historia de Bobby Fisher, una precuela de la Isla del Tesoro, clásico de Robert Louis Stevenson, con piratas del siglo XVIII que actuaban impulsados por defender su homosexualidad, y otro montón de hechos y contextos imposibles o inexistentes, para generar odio contra quienes no crean estas versiones.
El odio nos rodea, nos envuelve y se respira, cada vez más intenso, justo como ha ido incrementándose temporada tras temporada en el anime; aún faltan algunos episodios para que termine la cuarta y última temporada, así como todavía faltan 1 o 2 tomos en el manga, me parece que el desenlace no será un final feliz, muy posiblemente Eren desate una especie de armagedón: el Retumbar de la Tierra, y lleve su odio contra contra todos a un estallido máximo... esperemos que, en la realidad, no ocurra algo similar.
En conclusión, Shingieki no Kojin nos deja abierta una inquietante pregunta: ¿es el odio, y no el amor, el motor de la vida humana?
Véanla, es muy recomendable y no los dejará indiferentes.
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Pueden ver otras críticas y análisis de la trama de este serial, hechos por el crítico Kristoff Raczynski y por uno de los Youtubers pensantes más sensatos de México: Esquizofrenia Natural.