Como parte de la crisis generalizada que se ha desatado como consecuencia de la Pandemia del Coronavirus COVID-19 tenemos el derumbe de la denominada cultura popular, o no sé si sería más correcto denominarla "cultura comercial", la mayor parte de la cual ha surgido en Estados Unidos, como potencia dominante desde, por lo menos, después de la Segunda Guerra Mundial.
En este post, me centraré en dos de los medios de la "Cultura Pop" que más me interesan, como son el cine y los cómics, en particular el cómic de Superhéroes, un género de origen netamente norteamericano y que creo también, son las que con mayor crudeza manifiestan la crisis actual de la Civilización Occidental. En mi opinión, el cine se encuentra al borde de una revolución profunda, y en el caso del cómic, creo que se trata de un medio en una crisis terminal con un triste pronóstico.
Cabe señalar que actualmente mi sobrino mayor se encuentra estudiando la Licenciatura en Cine, él se encuentra totalmente envuelto en este medio y el conocimiento de la situación actual de la industria del entretenimiento, y con él tuve una interesante conversación, motivada por el contraste entre las producciones y todo lo que se cuenta en este hemisferio, en comparación a lo que acontece con el mundo del Manga y el Anime japoneses, y en general, orientales.
1.- El Cine:
El Cine, como industria, se encuentra en medio de una tormenta perfecta, no hablemos del cine mexicano, que se encuentra totalmente destruido, financiado con subvenciones públicas, que ahora se esfuman --en esto sí es un acierto de la Administración de AMLO, no puede ser que los impuestos de los mexicanos se utilicen para financiar las porquerías que hacen sujetos como Omar Chaparro, Martha Higareda o los miembros de la familia Derbez, aunque realmente no lo haga por quitarle la manutención a estos vividores o charlatanes del celuloide, sino para desviar recursos a sus programas electoreros.-- y perdido en una avalancha de comedias románticas menos que mediocres o películas con ínfulas de arte que se la pasan incidiendo en los aspectos más negativos de nuestra sociedad e historias infumables incapaces de atraer al público.
Pero volviendo al cine de Hollywood, que es el referente indudable del Séptimo Arte a nivel mundial, no cabe duda que el mismo se está derrumbando en forma acelerada; la Pandemia del Coronavirus COVID-19 ha sido un catalizador que está poniendo al cine contra las cuerdas: actores, productores y los grandes estudios se encuentran precipitándose como los lemminges de los acantilados de Escandinavia en pos de una agenda ideológica y política a la que han subordinado toda su actividad.
Mas la ideología no es la única causa; la falta de creatividad y originalidad ya había hecho que la temática de las películas se redujera, al menos desde el año 2008; las carteleras empezaron a llenarse de filmes inspirados en los cómics de superhéroes, considerándose que esto comenzó con la primera entrega de la saga de Spider-Man, protagonizada por Tobey Maguire y dirigida por Sam Raimi; más o menos en ese entonces, comenzó la saga de los X-Men adaptada por la hoy difunta 20th Century Fox, absorbida por Disney, lo que en las décadas de los 80 y 90 habían sido filmes aislados, como la saga de Superman protagonizada por Christopher Reeve, o los filmes sobre Batman de Tim Burton con Michael Keaton, después arruinados por Joel Schumacher, quien intentó aproximarse al sentido del humor de la serie de TV de los sesenta y disgustó a la audiencia, pero que ahora parecen convertirse en los temas principales a tratar en el cine norteamericano.
Y cuando no es eso, se trata de remakes, secuelas, precuelas, reboots, la imaginación ha huido de los escritorios de guionistas, productores o directores, cuando no, la misma se encuentra ahora encorsetada, encadenada ante la corrección política y la inclusión, ante un nuevo puritanismo que espera y exige inclusiones de grupos raciales, de preferencias sexuales o no atreverse a narrar historias de amor y seducción por temor a ser señalados de misóginos y machistas si se presentan modelos masculinos de heroísmo; sin embargo, la gente se está cansando de todo esto, y de ahí que en el público norteamericano se haya difundido recientemente la frase "go woke, get broke", es decir, "despiértate y quiebra", dado que la Izquierda pretende hacer creer que al asumirse posturas "progresistas", las personas despiertan, pero de inmediato, las audiencias son ahuyentadas, hartas de escuchar tantos sermones político-ideológicos cuando lo que buscan es sólo un poco de entretenimiento, diversión o contemplación del arte o del deporte. Resulta incluso una amenaza a la libertad la llamada "cultura de la cancelación" que implica la eliminación y la prohibición de todo aquello que no encaja con los dogmas ideológicos hoy imperantes, sean contenidos o sean personas; lo acontecido con el clásico Lo que el Viento se Llevó, resulta para temblar, es decir, que se decidiese dejar de proyectarlo en las plataformas por su supuesto contenido racista, es un primer aviso de que ya sean grandes obras cinematográficas, literarias o musicales, podrán ser prohibidas, o reescritas si no se amoldan a lo que no resulte ofensivo para alguien.
Pero además, la Pandemia del Coronavirus ha colocado al Cine en una encrucijada y en una posible renovación en la manera en que el mismo es visto, y sin duda esto repercutirá en la manera en que es producido y filmado: como nunca antes, y como se ha venido predicando desde los años 80 con la aparición de los videocasetes en su formatos VHS o Beta, se ha puesto en serio riesgo a la existencia de las salas de proyección, mientras las plataformas o servicios de streaming se encuentran en bonanza, con cintas que son estrenadas directamente en ellas. Sin embargo, el experimento hecho por Disney con su versión live action de Mulan, ha resultado un desastre: pedir una cantidad extra, -y no precisamente reducida- como si fuese el ya viejo formato del pago por evento de la TV por cable, aparte de la suscripción mensual para ver un estreno, motivó que el público prefiriese no verla, más cuando se trató de una obra mediocre y que no llenó las expectativas del público, que esperaba algo similar a la versión animada de 1998, (El caso de Disney y esta fallida cinta merece tratarse en un post aparte, mismo que será el próximo), sin olvidar la siniestra alianza entre la casa del ratón y el Partido Comunista Chino.
Pero además, la propia plataforma Netflix, se ha metido en problemas: la película francesa Cuties ha sido catalogada, de manera prácticamente unánime, por la crítica y el público, como un descarado y asqueroso, instrumento para la promoción de la pedofilia. Las cancelaciones de suscripciones por gran número de personas al parecer han golpeado a la pionera del streaming... la promoción del progresismo queda coincidente con las cada vez mayores denuncias y hasta teorías de la conspiración que se encuentran sustentadas en la evidente porquería y corrupción que cunde en Hollywood y que empezó a destaparse tras los escándalos de Harvey Weinstein, Kevin Spacey y de Jeffrey Epstein, y que incluso parece ser impulsado por los propios gobiernos del Partido Demócrata, como el de California, que ha reformado la legislación penal para disminuir las penas contra los pedófilos. Es curioso, esos mismos "progres" que tanto lanzan el dedo acusador contra los sacerdotes católicos responsables de abusos --y que por supuesto son del todo execrables-- parecen ser capaces de después ponerlos en el altar de los "adelantados a su época" y enfrentados al oscurantismo del Vaticano.
Así, es claro que el cine occidental, en general, no solo el de EUA, se encuentra atravesando una crisis sumamente grave: la muerte de la imaginación, la amenaza a la libertad de creación y expresión, la corrupción del medio y la subordinación a intereses políticos de estudios y productores, están matando al Séptimo Arte... ¿podrá salvarse? Creo que el Cine es un barómetro o espejo en el que se refleja la situación de la sociedad, y ésta evidentemente, se encuentra enferma, casi de manera terminal... el Cine revivirá si nuestra sociedad sana; de lo contrario, morirá con ella.
2.- Los Cómics:
El arte del cómic norteamericano, y en específico, el género de los superhéroes, a mi parecer, se encuentra enfermo en etapa terminal, es posible ver, como en la fotografía con la que abro este apartado, que tomé hace algunas semanas en un supermercado, los estantes dedicados a las historietas lucen permanentemente llenos, nadie los compra, para atraer a los viejos fans, y a alguno que otro neófito, tomos recopilatorios de historias clásicas, que tampoco se venden; por un lado, lo mismo que el cine, se encuentra atrapado por la "corrección política", lo que ahuyenta de leer las nuevas historias a los aficionados de siempre, como yo, pero también, el sobrado éxito de las versiones fílmicas de los personajes hace que los más jóvenes se interesen únicamente por éstas, mientras desconocen por completo el contenido y las tramas de las páginas ilustradas.
En realidad, al igual que en el caso del cine, la crisis del cómic de superhéroes tiene raíces más profundas, no se puede atribuir todo a la entrada de las ideologías izquierdistas y la conversión de un medio destinado originalmente al entretenimiento, y también, a la expresión artística, en un medio de difusión de propaganda o adoctrinamiento de la Nueva Izquierda Globalista.También podemos identificar otros factores que han llevado al derrumbe del llamado "Octavo Arte", mismo que empezó a mostrar signos de decadencia en la década de los 90, curiosamente, pese a haber sido una década caracterizada por eventos de alto impacto, como la Muerte de Superman, o La Caída del Murciélago, mismos que quizá, fueron lanzados, en este caso por DC Comics, en un intento de hacer frente a esas incipientes señales de agotamiento de los cómics del género.
Su contraparte, Marvel Comics, antes de ser comprada por Disney todavía nos brindó historias profundas y bien desarrolladas en la primera década del siglo XXI: Onslaught, House of M, Civil War o Planet Hulk así lo fueron, orladas con crítica social ácida e intrigas psicológicas,
De entrada, los cómics de superhéroes tienen un pecado de origen: no constituyen personajes que le pertenezcan a sus creadores y que sean vehículo de su expresión artística. Es decir, pensemos en historias del pasado: Miguel de Cervantes creó a Don Quijote y con él, creó las bases de la novela moderna, y como tal, su historia, dividida en dos partes, la primera publicada en 1603, la segunda, en 1614, consta de inicio, desarrollo y descenlace. Pero finalmente, aún en aquella época, a Cervantes le pertenecía el personaje de Alonso Quijano, y todos los demás que le rodean en el entorno detallado de la novela, y lo mismo ocurrió con el italiano Emilio Salgari y su Sandokan, o con Sir Arthur Conan Doyle y Sherlock Holmes... en principio.
El problema que ha ocurrido con personajes como Bruce Wayne-Batman, o Kal El-Clark Kent-Superman, o Peter Parker-Spiderman, es que ninguno de ellos perteneció a sus creadores ni a sus herederos. Bob Kane nunca tuvo realmente derechos sobre el detective vestido de murciélago, ni el dúo de Siegel y Schuster los tuvieron sobre el alienígena vestido de azul, ni siquiera Stan Lee lo tuvo sobre el joven de vida mediocre enfundado en mallas de redes. Ellos crearon estos personajes para sus patrones, las editoriales DC Comics y Marvel Comics Group. De este modo, sus personajes dejaron de serlos para convertirse en productos, en marcas y en iconos que pertenecían a dichas corporaciones.
Al principio, estos creativos tuvieron el control sobre sus creaciones, dibujaron y escribieron guiones tal y como ellos mismos habían concebido a sus personajes hasta que llegó el momento en que debieron pasar la estafeta a otros que continuaron las historias por los derroteros que ellos consideraron, tomando como base lo ideado por los originales, o en la línea editorial que les marcaron los directivos de la empresa, probablemente muy ajenos a las ideas que originalmente tenían sus creadores. Finalmente, no son de su propiedad, sino de la corporación, por ello, y pese a que Stan Lee llegase a dirigir a Marvel, no intervenía en la dirección de la historia de sus personajes.
De esta forma, los personajes se convierten ya no en una creación literaria o gráfica, sino que se vuelven un producto a ser explotado, y entre más tiempo, mejor, por lo que la historia, si bien tiene un inicio, no tiene visos de tener un final: Batman y Superman, llevan ochenta años de publicación, Spiderman, ya casi llega a los sesenta años... sin embargo, a pesar de que estos personajes pueden ser aprovechados por diferentes guionistas y artistas para hacer un gran número de historias alternativas, su continuidad principal se encuentra ya agotada... ¡vamos! en el caso del arácnido, creo que empezó a mostrar síntomas de ese agotamiento en 1994, cuando los entonces creativos de Marvel decidieron realizar el desastre de la Saga de los Clones... lo que pasó fue que los autores de "la Casa de las Ideas" en realidad, comenzaron a meter reversa al desarrollo del personaje: lo que hacía especial a Peter Parker no era el ser un súper héroe, sino el mostrar la vida y los avatares de la existencia de un adolescente común, enfrentado a sus problemas económicos, escolares, laborales y personales, a los que sumaba el enfrentarse a estrafalarios y poderosos enemigos, ésa fue la clave del éxito de Stan Lee, y algunos de sus colaboradores como Sal Buscema o John Romita, que nos mostraron a un personaje que crecía en edad, maduraba, obtenía responsabilidades, se casaba, tenía problemas, éxitos y fracasos, pero sus continuadores decidieron, a partir de la Saga de los Clones, echar para atrás cada vez que el mismo entraba en una nueva etapa de su vida, como una persona normal, siguiendo la línea trazada por Lee, para mantenerlo siempre como el adolescente eterno y capturado en un bucle, la cosa es no dejar que la historia de Spidey, o del Kriptoniano, --al que han matado y revivido una y otra vez-- o del millonario psicópata --quien abandona la capa y luego la retoma incesantemente--, tenga un final, como todas las historias deben tenerlo.
Esto, en pocas palabras, ha llevado al público a cansarse.
La sobreexplotación de estos personajes en la última y desesperada carta que tenía Hollywood para llenar las butacas o sumar ratings positivos, sea en el cine o en la TV, va también a cobrar su cuota en las audiencias ya saturadas de verlos. El cómic se ha devaluado y se ha convertido en un accesorio de los filmes, medio por el cual las nuevas generaciones han conocido estos personajes y no por las páginas ilustradas de los tebeos. En definitiva, la propia conversión de estas obras en productos de consumo comercial, les ha debilitado y empobrecido; esto igualmente ha ocurrido con algunas sagas literarias, como con Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle y con la obra de J.R.R. Tolkien, o el Drácula de Bram Stoker, lo que ha devaluado su valor artístico, para convertirse en meras franquicias, manipulables por personas incluso ajenas y hasta contrarias a la mentalidad o intenciones del autor. --Tenemos el caso del detective londinense, "profanado" por una listilla que, aprovechando que ya son personajes de dominio público, le inventó a los ya maduros y estirados Mycroft y Sherlock Holmes una hermana adolescente de 14 años... (sin tener hermanos intermedios, resulta que mediarían casi treinta años entre el mayor de los hermanos y la menor, y más veinte entre el detective y la niña) que también tiene dotes deductivas y a la que le impuso el nombre de Enola... siendo así, hoy en día, un Quijote de Avellaneda sería reverenciado y publicitado, y hasta serie de TV se le haría, como ha sido el caso de Enola Holmes... perdónenme, no la veré por misógino o machista, sino porque me parece intolerable el destrozar clásicos literarios por un afán meramente comercial... y al que le han sumado la intención ideológica, por supuesto, de corregir una obra hecha en tiempos victorianos y acomodarla a lo "políticamente correcto" en la actualidad...
Es tendencia natural de los seres humanos el escuchar una buena historia, sea real o ficticia, desde la época de las reuniones en torno a las hogueras, la literatura de ficción, el cine, el teatro, y el cómic, cumplen en nuestros días con esa función lúdica que yo considero, es fundamental y parte de lo que nos hace humanos. El escuchar, leer o ver una buena historia mediante estas artes la satisfacían y contribuyen a enriquecer nuestro panorama cultural; la Política, igualmente es connatural al ser humano, sin embargo, cuando ésta se convierte en Demagogia e ideología, tiene el poder de Midas a la inversa: todo lo que toca lo convierte en mierda, y a lo que nos está conduciendo, es a la destrucción de una herencia cultural que ha sido un legado de siglos, y de los cuales, incluso estos productos populares, muchas veces infravalorados, o devaluados ya por su excesiva comercialización, forman parte.