Este es un post que quizá debió haber sido publicado el pasado 02 de noviembre, pero por diversas circunstancias no lo pude escribir entonces, mas ahora, ante el discurso del director de cine Guillermo del Toro tras recibir el premio Globo de Oro por su filme La Forma del Agua, o más bien la respuesta que da a un cuestionamiento que le hace una periodista china, respecto a la relación o gusto que tiene por poner en sus películas a monstruos, en que señala que por ser mexicano, tiene una especial relación con la muerte, como cierto gusto, porque los mexicanos --al parecer,-- vivimos en un perpetuo estado de memento mori, pero que no tiene que ver con la recomendación que hacían los Padres y Doctores de la Iglesia desde antiguo para tener siempre la conciencia tranquila, sino que es algo que nos lleva a disfrutar la vida y a apreciar la oscuridad como necesaria para que haya luz.
Primero que nada, quiero señalar que Guillermo del Toro, en mi opinión, es el mejor Director de cine actualmente en México, y que además se mantiene alejado de entrar en polémicas políticas y expresarse con la típica hipocresía marxistoide de Cuarón, Iñarritú o Damián Alcazar y los hermanos Bichir que hacen profesión de fe socialista, de Izquierda o "progresista" mientras son millonarios y buscan desesperadamente entrar, ser reconocidos y ser parte del mundo de Hollywood al que, si fueran congruentes, despreciarían como instrumento del Imperialismo Yankee, pero no importa, después de todo, el estamento de la farándula anclado en California es un reducto de la Izquierda Progresista más incongruente y más vociferante de todas, que tiene en sus entregas de premios su liturgia y su púlpito, para, cómo no, despotricar contra Donald Trump y ahora fingir estar dolientes por las víctimas de abuso sexual, cuando hasta hace un año Oprah Winfrey --a quien incluso "destaparon" ahora como precandidata a las elecciones presidenciales del año 2020-- y Meryl Streep eran incondicionales de Harvey Weinstein, si no es que hasta fungieron como sus "madamas" consiguiéndole presas.
Del Toro, hasta eso, se ha mantenido ajeno a todo eso, salvo la visión falsa, pero popular, de los Republicanos Españoles como defensores de la Democracia y la Libertad, y de los Nacionalistas Franquistas como malvados esbirros de la oscuridad que muestra en sus filmes El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno.
Sin embargo, esta declaración de Del Toro, es por un lado evidentemente chauvinista y hecha para quedar bien con la audiencia mexicana, que como siempre, siente que el triunfo individual del cineasta es de todo el pueblo, el típico "¡ganamos!" cuando alguien de entre nosotros obtiene una victoria y el típico "¡perdieron!" cuando viene la derrota, algo siempre presente en los avatares de la selección nacional de fútbol en los torneos internacionales. Pero por el otro, muestra la tendencia que de un tiempo para acá se ha extendido en Hollywood y otros medios de presentar al mexicano como obsesionado con la muerte.
En cuanto a lo primero, los monstruos y las películas de Del Toro no tienen nada que ver con México, es como la trilogía de Batman de Christopher Nolan, el hecho de que el cineasta sea británico, y que en la misma cinta aparezcan Christian Bale y Gary Oldman, de la misma nacionalidad, no hace de la película una producción británica, y así, las películas de Guillermo del Toro, Iñarritú o Cuarón, aunque estos realizadores sean mexicanos, las películas que han hecho son producciones hollywoodenses, y por ende, estadounidenses, lo mismo que sus contenidos, que muy poca o ninguna relación han tenido con nuestro país. Así, salvo su ópera prima: Cronos, la acción de los filmes del cineasta tapatío no se sitúa en México, sino en España (Laberinto del Fauno), Europa Oriental (Blade II) o Estados Unidos (Pacific Rim, Hellboy I y II, que también sitúa parte de su acción en Europa y ahora The Shape of Water), los contenidos no tienen relación con el folklore mexicano: ni se trata de alebrijes, nahuales, ni su más reciente y galardonado filme presenta algún ser marino propio de la mitología prehispánica mesoamericana, fuera el ahuizotl o el cipactli, sino muestra un ser muy similar al personaje de Abe Sapien del cómic y filmes de Hellboy, el cual está inspirado ni más ni menos que en H.P. Lovecraft y los profundos, o las criaturas mitad humanas, mitad alienígenas (por la hibridación con los Profundos) de su relato La Sombra de Innsmouth:
Mientras que los monstruos que plasma en Pacific Rim están inspirados en el Manga y el Anime japoneses, así que no venga con nacionalismos, porque en ninguna parte de su obra, ni en sus escenarios, ni en sus contenidos, ni en la forma en que trata las historias se refleja ni un ápice del folklore mexicano real o inventado. Mejor haría el Director en reconocerse como alguien que participa de la cultura popular global, su admiración por el gran autor de Providence y por la animación nipona, y dejar a un lado la bandera, como digo, es tan tonto como que Nolan atribuya sus éxitos cinematográficos a su flema inglesa, o a su veneración por la "pompa y circunstancia" de las celebraciones monárquicas.
En segundo lugar, me llama la atención esa intención de ligar a México con la muerte: desde la última entrega de James Bond: Spectre con Daniel Craig, en que la secuencia inicial ocurre en la Ciudad de México con un supuestamente tradicional desfile o una especie de carnaval con motivo del Día de Muertos, en Batman Vs. Superman igualmente se plasma que el kriptoniano rescata a unas personas en un incendio en México y la gente está disfrazada de esqueletos por ser Día de Muertos, y no se diga del reciente éxito de Coco y hace pocos años del filme El Libro de la Vida, en todas ellas, se centran en que el Día de Muertos y el culto a los difuntos es parte central de la mexicanidad, lo cual NO ES CIERTO.
Primero, y para todos aquellos que se quejaban de que el Día de Muertos se veía suplantado por el Halloween, parece que ahora tanto la festividad mexicana como la anglosajona se están equiparando y entremezclando: el Día de Muertos no implicaba disfrazarse como lo hace James Bond, ni había desfile, esa fue idea del Director Sam Mendes, que luego, cómo no, el Jefe de Gobierno de la capital: Miguel Ángel Mancera adoptó con miras a atraer al turismo; segundo lugar, todo parte de algo artificial, no se empezó a hacer tanto festejo por la original fiesta católica "De los Fieles Difuntos" sino a partir de la obra del caricaturista José Guadalupe Posada, quien en sus críticas a la política de fines del Porfiriato fue el primero en hacer las "calaveras" o versos sarcásticos relativos a un personaje público al que hacía por muerto y fue además, el creador de "La Catrina" que es tan artificial como el Santa Claus de su colega y casi contemporáneo el ilustrador norteamericano Sundblom creado para una campaña publicitaria de Coca-Cola.
Por otro lado, la festividad se aleja de sus raíces cristianas para paganizarla y comercializarla al igual que con el Halloween, señalando que se concreta al simple recuerdo de los muertos...
La realidad es que el mexicano no se ríe de la muerte ni tiene especial relación con ella, no rendimos culto a los antepasados como sí lo hacen pueblos orientales como Chinos y Japoneses a los que no se señala como cultistas de la muerte. El mexicano le teme a ese episodio lo mismo que un ruso, un norteamericano o un africano, lo demás pueden ser actos de temeridad, imprudencia o estupidez que son universales y no un "retar a la muerte", propios de personas con baja educación y peor sentido común, condiciones de trabajo inhumanas o mera falta de cuidado. El festejo del Día de Muertos aparte, es diferente en las distintas zonas del país; los altares, velas y vigilias en cementerios son más comunes en zonas indígenas y rurales del centro y sur del país, más que en el occidente y norte y en las ciudades, donde se vive una cultura mucho más global y en las que ha pegado la fiesta por el ámbito comercial o por meterse como calzador porque es "una de nuestras tradiciones"por parte de las autoridades educativas.
Lo preocupante es porqué se quiere fijar una relación entre el mexicano y la muerte... ¿Acaso no es parte del incremento de la "cultura del narco" que se ha extendido e impuesto en todo el país y en todas las clases sociales, que implica el culto a la Santa Muerte? Acaso hay la línea de imponer el estereotipo del México rural, conformista y pobre (como en Coco, donde la familia del protagonista se dedica a hacer zapatos, y siguen haciéndolo como en el siglo XIX y son pobres, cuando la industria del calzado en México, pese a los embates del zapato chino o brasileño es de las más importantes del país, y por supuesto está más que mecanizada) y además obsesionado con la muerte, lo que explicaría, a ojos del extranjero, los carteles y sicarios, las matanzas y la violencia.
Así que es una lástima que Guillermo del Toro salga con que le gustan los monstruos por ser mexicano y tener una relación especial de la muerte; se une al coro mediático de difundir estereotipos equivocados respecto a nuestro país y nuestra cultura; como también es patético que se haga tanto jolgorio por que un Director de Cine Mexicano, que no hace películas mexicanas, gane un premio: es la plena conciencia de que nuestra industria fílmica sea tan mediocre o tan mala que sea extraordinario que algún cineasta o actor de nuestra nacionalidad triunfe. México tuvo una cinematografía de clase mundial, los monopolios, como el de Televisa o el de los pocos que hicieron del cine su coto político-ideológico, dieron al traste con ella y acabaron con la calidad alcanzada en los años 30 a 60 en la llamada Epoca de Oro. Por otro lado, en el decadente Hollywood actual, quién sabe si recibir un premio sea más un vituperio que un reconocimiento, o al menos, queda como el tuerto sobre el reino de los ciegos. Como sea, ojalá Guillermo del Toro se olvide de politiquerías y patrioterismos y siga haciendo cine a secas, tiene un potencial enorme y creo yo, todavía le hace falta para llegar a hacer una obra maestra.
Primero, y para todos aquellos que se quejaban de que el Día de Muertos se veía suplantado por el Halloween, parece que ahora tanto la festividad mexicana como la anglosajona se están equiparando y entremezclando: el Día de Muertos no implicaba disfrazarse como lo hace James Bond, ni había desfile, esa fue idea del Director Sam Mendes, que luego, cómo no, el Jefe de Gobierno de la capital: Miguel Ángel Mancera adoptó con miras a atraer al turismo; segundo lugar, todo parte de algo artificial, no se empezó a hacer tanto festejo por la original fiesta católica "De los Fieles Difuntos" sino a partir de la obra del caricaturista José Guadalupe Posada, quien en sus críticas a la política de fines del Porfiriato fue el primero en hacer las "calaveras" o versos sarcásticos relativos a un personaje público al que hacía por muerto y fue además, el creador de "La Catrina" que es tan artificial como el Santa Claus de su colega y casi contemporáneo el ilustrador norteamericano Sundblom creado para una campaña publicitaria de Coca-Cola.
Por otro lado, la festividad se aleja de sus raíces cristianas para paganizarla y comercializarla al igual que con el Halloween, señalando que se concreta al simple recuerdo de los muertos...
La realidad es que el mexicano no se ríe de la muerte ni tiene especial relación con ella, no rendimos culto a los antepasados como sí lo hacen pueblos orientales como Chinos y Japoneses a los que no se señala como cultistas de la muerte. El mexicano le teme a ese episodio lo mismo que un ruso, un norteamericano o un africano, lo demás pueden ser actos de temeridad, imprudencia o estupidez que son universales y no un "retar a la muerte", propios de personas con baja educación y peor sentido común, condiciones de trabajo inhumanas o mera falta de cuidado. El festejo del Día de Muertos aparte, es diferente en las distintas zonas del país; los altares, velas y vigilias en cementerios son más comunes en zonas indígenas y rurales del centro y sur del país, más que en el occidente y norte y en las ciudades, donde se vive una cultura mucho más global y en las que ha pegado la fiesta por el ámbito comercial o por meterse como calzador porque es "una de nuestras tradiciones"por parte de las autoridades educativas.
Lo preocupante es porqué se quiere fijar una relación entre el mexicano y la muerte... ¿Acaso no es parte del incremento de la "cultura del narco" que se ha extendido e impuesto en todo el país y en todas las clases sociales, que implica el culto a la Santa Muerte? Acaso hay la línea de imponer el estereotipo del México rural, conformista y pobre (como en Coco, donde la familia del protagonista se dedica a hacer zapatos, y siguen haciéndolo como en el siglo XIX y son pobres, cuando la industria del calzado en México, pese a los embates del zapato chino o brasileño es de las más importantes del país, y por supuesto está más que mecanizada) y además obsesionado con la muerte, lo que explicaría, a ojos del extranjero, los carteles y sicarios, las matanzas y la violencia.
Así que es una lástima que Guillermo del Toro salga con que le gustan los monstruos por ser mexicano y tener una relación especial de la muerte; se une al coro mediático de difundir estereotipos equivocados respecto a nuestro país y nuestra cultura; como también es patético que se haga tanto jolgorio por que un Director de Cine Mexicano, que no hace películas mexicanas, gane un premio: es la plena conciencia de que nuestra industria fílmica sea tan mediocre o tan mala que sea extraordinario que algún cineasta o actor de nuestra nacionalidad triunfe. México tuvo una cinematografía de clase mundial, los monopolios, como el de Televisa o el de los pocos que hicieron del cine su coto político-ideológico, dieron al traste con ella y acabaron con la calidad alcanzada en los años 30 a 60 en la llamada Epoca de Oro. Por otro lado, en el decadente Hollywood actual, quién sabe si recibir un premio sea más un vituperio que un reconocimiento, o al menos, queda como el tuerto sobre el reino de los ciegos. Como sea, ojalá Guillermo del Toro se olvide de politiquerías y patrioterismos y siga haciendo cine a secas, tiene un potencial enorme y creo yo, todavía le hace falta para llegar a hacer una obra maestra.