Mucho se habla que la época actual de decadencia de nuestra Civilización Occidental tiene muchos símiles con la decadencia de la Civilización Romana, y esto en mucho es cierto: las desigualdades con unas élites que fueron incapaces de entender a las clases trabajadoras y se distanciaron de ellas propiciaron, por ejemplo, el fin de la República, y hay quien hace una comparación entre dichos fenómenos vividos en la Roma posterior a las Guerras Púnicas con la situación actual, por ejemplo, de EUA, con el surgimiento de un líder antisistema como Trump que recordaría a lo intentado por los hermanos Tiberio y Cayo Graco, los Escipiones, Mario y Sila, Craso o Pompeyo y así hasta llegar a César: todos líderes surgidos de la élite de los Patricios pero que se volvieron en contra de ésta para impulsar un cambio en el sistema favorable al pueblo llano y que capitalizaron en su favor el descontento social para hacerse con el poder.
La reducción de la natalidad, la promiscuidad sexual, la fragilidad de los vínculos matrimoniales, son muy similares a la época actual, y hace unos días, en mi clase de Derecho Romano en la universidad, una alumna hizo una muy interesante observación: entre los romanos, la familia no descansaba sobre su base natural de vínculos biológicos, sino sobre una constitución legal de la misma; lo que hoy en día, está sobre la palestra en el caso de Occidente, en que la familia es redefinida por los legisladores, como en la reciente iniciativa de Peña Nieto que fue rechazada por los diputados en comisiones, en mucho debido al efecto Trump que pone a tambalear al actual "progresismo" a nivel mundial.
Fustel de Coulanges en su obra La Ciudad Antigua nos señala que la familia, en efecto, como en toda sociedad humana, es la base de la cual derivarán todas las instituciones hasta llegar al Estado, pero él nos señala cómo en el caso de los Romanos, vinculados a su ancestral origen en los pueblos indoeuropeos, tenían un muy especial concepto de familia, que descansaba no sobre la natural relación biológica entre ascendientes, descendientes y hermanos, sino en el ejercicio del poder, la potestas y la manus, del líder del núcleo familiar, el Pater Familias, sobre un grupo de personas que podían tener o no un vínculo biológico con él.
La filiación en Roma no descansaba sobre la generación biológica de los hijos por los padres, sino por la sujección al poder del Padre, de ahí que la adopción fuese una figura muy importante entre los romanos para la perpetuación de las estirpes, y la continuación del ejercicio del poder del Padre sobre su grupo, y también, sobre el patrimonio. Esta situación, por supuesto, tuvo repercusiones, incluso cuando se dio la restauración monárquica con el Imperio a partir de Octavio Augusto, las dinastías que ostentarían la corona desde los Julio-Claudios hasta los Paleólogo se mantendrían muchas veces vía adopción, siendo el caso más extremo el de los Antoninos, que terminaría en desastre con la designación de Cómodo como sucesor de Marco Aurelio, siendo el único caso en que hubo un hijo biológico, lo cual, por supuesto provocaría muchas veces sendas rivalidades y asesinatos de los hijos adoptados contra los biológicos, lo que sucedía desde Nerón asesinando a Británico, el hijo de Claudio, por ejemplo, o las acusaciones que desde el principio se dirigieron a Livia de asesinar a los descendientes biológicos de Augusto a través del matrimonio de su hija Julia con Agripa; en mucho y ante la falta de claridad por la organización familiar romana y la falta de criterios fijos para normar la sucesión en el trono imperial, se propiciaría el fracaso de la Tetrarquía cuando Constantino exigió se le reconociese como heredero de su padre Constancio Cloro, y llegaría aún más allá al Imperio Romano Oriental durante la Edad Media, siendo el caso más patético el de los Comneno y su división en ramas: Ducas, Angelo, Comneno directos, Láscaris, por cuestión de matrimonios y adopciones, cuyas luchas por el trono facilitaron el saqueo cruzado de 1204, y sobre todo, las rivalidades entre los Paleólogo y los Cantacuzeno (familia adrogada o absorbida por la que ostentaba los laureles del César) cuando el Imperio se desmoronaba ante el empuje del Islam otomano.
La baja natalidad, los matrimonios por conveniencia y los constantes divorcios fueron característica de la sociedad romana, y en mucho, era provocado por la constitución de la familia, en la que se aplicaba un criterio legal para definirla, --ciertamente de un Derecho nacido o sustentado en la costumbre-- en vez del criterio biológico y natural para conformarla; ante esto, habría que preguntarnos qué clase de caos se provocará cuando nuestros legisladores pretenden modificar vía Derecho Positivo, la misma institución familiar, misma que es anterior a toda costumbre y a toda Ley humana pues surge de la naturaleza biológica humana, y hasta como el antropólogo Desmond Morris lo plantea: de la evolución, y que tiene que ver con la reproducción, no con gustos o preferencias para la simple obtención de placer, como la constitución de la familia romana se orientaba por la cuestión patrimonial y de poder.
Finalmente, creo que la observación hecha por mi alumna en clase fue más que atinada y sin duda, se presta a hacer muchas reflexiones y símiles con lo que vivimos hoy en día.
La reducción de la natalidad, la promiscuidad sexual, la fragilidad de los vínculos matrimoniales, son muy similares a la época actual, y hace unos días, en mi clase de Derecho Romano en la universidad, una alumna hizo una muy interesante observación: entre los romanos, la familia no descansaba sobre su base natural de vínculos biológicos, sino sobre una constitución legal de la misma; lo que hoy en día, está sobre la palestra en el caso de Occidente, en que la familia es redefinida por los legisladores, como en la reciente iniciativa de Peña Nieto que fue rechazada por los diputados en comisiones, en mucho debido al efecto Trump que pone a tambalear al actual "progresismo" a nivel mundial.
Fustel de Coulanges en su obra La Ciudad Antigua nos señala que la familia, en efecto, como en toda sociedad humana, es la base de la cual derivarán todas las instituciones hasta llegar al Estado, pero él nos señala cómo en el caso de los Romanos, vinculados a su ancestral origen en los pueblos indoeuropeos, tenían un muy especial concepto de familia, que descansaba no sobre la natural relación biológica entre ascendientes, descendientes y hermanos, sino en el ejercicio del poder, la potestas y la manus, del líder del núcleo familiar, el Pater Familias, sobre un grupo de personas que podían tener o no un vínculo biológico con él.
La filiación en Roma no descansaba sobre la generación biológica de los hijos por los padres, sino por la sujección al poder del Padre, de ahí que la adopción fuese una figura muy importante entre los romanos para la perpetuación de las estirpes, y la continuación del ejercicio del poder del Padre sobre su grupo, y también, sobre el patrimonio. Esta situación, por supuesto, tuvo repercusiones, incluso cuando se dio la restauración monárquica con el Imperio a partir de Octavio Augusto, las dinastías que ostentarían la corona desde los Julio-Claudios hasta los Paleólogo se mantendrían muchas veces vía adopción, siendo el caso más extremo el de los Antoninos, que terminaría en desastre con la designación de Cómodo como sucesor de Marco Aurelio, siendo el único caso en que hubo un hijo biológico, lo cual, por supuesto provocaría muchas veces sendas rivalidades y asesinatos de los hijos adoptados contra los biológicos, lo que sucedía desde Nerón asesinando a Británico, el hijo de Claudio, por ejemplo, o las acusaciones que desde el principio se dirigieron a Livia de asesinar a los descendientes biológicos de Augusto a través del matrimonio de su hija Julia con Agripa; en mucho y ante la falta de claridad por la organización familiar romana y la falta de criterios fijos para normar la sucesión en el trono imperial, se propiciaría el fracaso de la Tetrarquía cuando Constantino exigió se le reconociese como heredero de su padre Constancio Cloro, y llegaría aún más allá al Imperio Romano Oriental durante la Edad Media, siendo el caso más patético el de los Comneno y su división en ramas: Ducas, Angelo, Comneno directos, Láscaris, por cuestión de matrimonios y adopciones, cuyas luchas por el trono facilitaron el saqueo cruzado de 1204, y sobre todo, las rivalidades entre los Paleólogo y los Cantacuzeno (familia adrogada o absorbida por la que ostentaba los laureles del César) cuando el Imperio se desmoronaba ante el empuje del Islam otomano.
La baja natalidad, los matrimonios por conveniencia y los constantes divorcios fueron característica de la sociedad romana, y en mucho, era provocado por la constitución de la familia, en la que se aplicaba un criterio legal para definirla, --ciertamente de un Derecho nacido o sustentado en la costumbre-- en vez del criterio biológico y natural para conformarla; ante esto, habría que preguntarnos qué clase de caos se provocará cuando nuestros legisladores pretenden modificar vía Derecho Positivo, la misma institución familiar, misma que es anterior a toda costumbre y a toda Ley humana pues surge de la naturaleza biológica humana, y hasta como el antropólogo Desmond Morris lo plantea: de la evolución, y que tiene que ver con la reproducción, no con gustos o preferencias para la simple obtención de placer, como la constitución de la familia romana se orientaba por la cuestión patrimonial y de poder.
Finalmente, creo que la observación hecha por mi alumna en clase fue más que atinada y sin duda, se presta a hacer muchas reflexiones y símiles con lo que vivimos hoy en día.