Libia se encuentra entre los dos focos de la inestabilidad que se presenta actualmente en el Mundo Musulmán: al Oeste, Túnez, al Este: Egipto, su vecino con el que siempre ha vivido una permanente relación de amor-odio, desde los tiempos faraónicos. Los Libios hicieron su aparición en la Historia como uno de los llamados "Pueblos del Mar", que hacia los años 1200-1150 a.C. asolaron el Mediterráneo Oriental y cuya procedencia sigue siendo desconocida (aunque hay teorías que refiere que fueron los despojos del imperio cretense destruido por los Griegos de la era micénica, o pueblos desplazados del Asia Menor por estos mismos en las luchas que más tarde serían recordadas como la Guerra de Troya y de ahí vendrían los hechos que más tarde inspirarían a los Romanos y a Virgilio en particular la liga entre los refugiados troyanos lidereados por Eneas y su asentamiento en Italia como los primeros pasos hacia la fundación de la Ciudad Eterna): entre ellos se encontraban también los Filisteos, ancestros de los Palestinos y los Etruscos, ese tenebroso y extraño pueblo que se asentó en el centro de Italia y precedió a los Romanos. En el caso de los Libios, se asentaron en el territorio que ahora lleva su nombre y de inmediato se enfrentaron al Egipto del Imperio Nuevo en pleno apogeo, siendo contenidos por Ramsés II, su hijo Merneptah y después por Ramsés III.
Sin embargo, con la decadencia del Egipto ramésida, los pueblos periféricos llegaron a sentir una gran atracción por dominar al imperio faraónico, los Nubios, pueblo netamente africano y negro que tomó mucha influencia de los semitas egipcios y que habían fundado al reino de los "Faraones Negros" llegaron también a apoderarse del trono de Horus, lo mismo que los Libios durante el tormentoso y decadente "Tercer Periódo Intermedio"; así, la Biblia recuerda a Sisac, que pronunciado correctamente en Copto es Shoshenq, quien logró hacer que una familia de monarcas libios llegara a sentarse sobre el trono del Faraón y trasladó la capital de Tebas a Sais en el Delta del Nilo. A fuer de ser justos, Sisac y sus inmediatos sucesores no lo hicieron tan mal y recuperaron parte del prestigio perdido por el país del Nilo tras la caída de los Ramésidas, aunque esto fue efímero hasta la llegada de nuevos desórdenes y la conquista Asiria y después Persa.
Después, los Griegos fundaron algunas colonias como Cirene y la propia capital actual: Trípoli, los Libios, así como habían adoptado la cultura egipcia, pues la propia era bastante rústica, seminómada y parecida a la de los beduinos que vivían desierto adentro, aunque con una mayor vocación marinera, se helenizaron gustosos. Tras las conquistas de Alejandro Magno, Libia, al menos en la región de Cirene o Cireniaca fue incorporada nuevamente a Egipto, pero bajo los Ptolomeos, hasta que tras la derrota de Cleopatra y Marco Antonio, Libia, juto a todos los dominios de los Faraones griegos fueron incorporados al Imperio Romano. Los Libios se integraron al Imperio, dedicándose a sus actividades como mercaderes, pues lejanos estaban sus tiempos de temibles piratas o asaltantes de los oasis, de esa época es el que sea quizá el libio más famoso: Simón de Cirene, que tal vez fue un caravanero, mercader o aún un cargador y que por su corpulencia le pareció idóneo a los Romanos para que cargara la cruz de Cristo rumbo al Calvario.
Tras los romanos, llegó la expansión del Islam, y al igual que sus vecinos Egipcios y Cartagineses-Tunecinos, los Libios adoptaron la lengua y la identidad árabes; pero como puede verse, Libia nunca ha sido un protagonista de la Historia, sino siempre ha sido un país segudón bajo las sombras de sus más importantes vecinos. Tras el derrumbe de los imperios musulmanes, tras la Primera Guerra Mundial y la desaparición del Califato Otomano, Libia pasó a ser un mandato de la Sociedad de Naciones bajo el control de Italia, y tras la derrota de este país en la Segunda Guerra Mundial, Libia obtuvo la Independencia en 1951 con una gris monarquía en manos del rey Idris, un jefe religioso y opositor al dominio italiano, premiado por su ayuda a los aliados.
Pero entonces, apareció un joven coronel del ejército libio, de 27 años, liderando un golpe de Estado en 1969 que destronó al rey Idris: Muammar Gaddafi.
¿Qué distancia separa a este joven coronel de porte marcial y austero (se puede adivinar cierta imitación al general norteamericano Douglas McArthur) del extravagante fanático del botox, discurso megalómano y ropajes vistosos que vemos hoy? La respuesta es: 42 años ininterrumpidos en el poder; quizá Gaddafi sea el mayor ejemplo de lo cierto que es la frase de Voltaire: "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente", junto con Fidel Castro; al igual que el cubano, se trata de un líder que llegó al poder en la flor de su juventud y que desde entonces ha ejercido el mando sin cortapisas ni límites, y que trastocó su idealismo sincero inicial en ansias de dominio total sobre sus gobernados y el sentimiento de ser necesarios, iluminados, poseedores de una misión salvadora para sus pueblos.
Gaddafi, junto con otros jóvenes oficiales libios se declararon abiertos admiradores de Gamal Abdel Nasser, incluso desde la infancia y adolescencia. El mayor triunfo del egipcio: la nacionalización del Canal de Suez, fue visto como el despertar de los pueblos musulmanes, y en particular árabes contra el colonialismo occidental. Los ejemplos de su régimen: laico, modernizador (pro-occidentalización, siguiendo el modelo iniciado por Atatürk en Turquía), nacionalista y a la vez pan-arabista, y en lo económico socialdemócrata, cundieron en diversas partes de Medio Oriente. Gaddafi y sus seguidores entonces decidieron implantar un sistema similar en su país. Una vez hecho el golpe, el joven coronel libio prácticamente ofreció al presidente egipcio la unión de sus países como parte del proyecto de lograr una "República Arabe Unida", sin embargo, la súbita y prematura muerte de Nasser en 1970 lo impidió.
Ante el giro que Sadat le dió a la política egipcia, contemporizadora primero con EUA y después con Israel, Gaddafi abandonó el panarabismo, pero adoptó un discurso beligerante en contra de la presencia del Estado Judío y la intervención de EUA y Europa en los países islámicos, lo que lo llevó a pretender presentarse como el campeón del Tercer Mundo contra el Imperialismo, dando a conocer que en aras de la defensa de la independencia de Libia y apoyando a pueblos hermanos como el Palestino, no dudaría en adoptar cualquier medio, incluyendo al terrorismo.Y lo cumplió: durante los años 70 y 80, Libia se convirtió en una verdadera escuela y refugio para los grupos terroristas más variopintos: desde la OLP, Hamas y Hezbollá que luchaban por la independencia Palestiona, resultando tristemente célebre el papel de protector, y la negociación vergonzosa que hizo el Gobierno de la entonces Alemania Occidental con Gaddafi, de los terroristas responsables de los sangrientos sucesos de las Olimpiadas de Munich en 1972, hasta la ETA, las FARC, el ERI, Sendero Luminoso y Túpac Amaru, todos gozaron de la hospitalidad del gobierno de Gaddafi.
El colmo de esto ocurrió en 1988 con el bombazo en el avión de Panam, sobre el pueblo escocés de Lockerbie. Ya antes, en 1986, el Gobierno de Ronald Reagan intentó eliminar a Gaddafi atacando Trípoli; pero el libio fue inteligente y astuto, compró armamento a rusos y chinos, que le veían como un aliado de su bloque contra los norteamericanos y si bien en el bombardeo murió una de sus hijas, las defensas libias casi hunden al portaaviones que dirigía la operación, por lo que la fuerza invasora tuvo que retirarse.
Pero tras Lockerbie comenzó a cambiar la política de su gobierno. Internamente, Gaddafi había aplicado una interpretación no del Comunismo Marxista, pero al igual que Nasser, de ideas socialistas moderadas, tomadas del propio Marx, pero también, al igual que la Izquierda Europea (que ahora esconde la cabeza trasde haber sido por años el principal abogado del libio, es hasta cómico que hace apenas unos meses el presidente español Zapatero se refiriera y visitara a Gaddafi como su amigo y ahora sus ministras planteen la participación española en una guerra con mandato de la ONU, por supuesto), con ideas de Ferdinand La Salle y Keynes. De hecho, el propio Gaddafi escribió un pequeño ensayo, imitando a Mao Tse Tung, donde plasmaba los principales puntos del ideario político y económico del régimen: si Mao escribió el "libro rojo", Gaddafi escribió el "libro verde", el verde es el color del Islam, por haber sido el color del estandarte de la Tribu árabe de los Qoriaschíes, descendiente directa del Patriarca Abraham y a la que pertenecía Mahoma.
Pero a partir de los 90 Libia empezó a cambiar. Gaddafi cerró los campos de entrenamiento y cerró también las puertas a los terroristas, interiormente inició una política de liberalización económica, permitiendo la entrada de inversión extranjera a la explotación petrolera y del gas natural, y también se registró un fomento sin precedente a la agricultura, aumentando las tierras fértiles, desalinizando agua de mar y creando nuevos oasis de explotación agrícola intensiva. Al iniciar el siglo XXI, Libia había logrado algo que nadie preveía: se había convertido en el país más rico de Africa en todos los rubros: el producto Interno Bruto más alto del continente, el Ingreso per Cápita más alto también, e incluso, el índice de Desarrollo Humano más alto, superando incluso a Sudáfrica, que tradicionalmente se consideraba el país más desarrollado del continente negro, pero eso más bien era por el maquillaje extendido por la elite blanca durante los años del apartheid que ocultaron los serios problemas de infraestructura, desigualdad, corrupción y educación que el año pasado pudimos atestiguar con la celebración de la Copa del Mundo de Fútbol, aunque también pudimos ver el esfuerzo de los sudafricanos de toda raza y condición por superarlos.
Más que al Coronel, tales logros se han debido a su hábil e inteligente hijo mayor y presunto heredero del poder libio: Saafi Al-Islam Gaddafi, un verdadero tecnócrata educado en Inglaterra, decidido partidario de la Economía de Libre Mercado y de mentalidad empresarial, que también contribuyó a "limpiar" el negro historial de su padre y su régimen ante Occidente. Quizá el hecho de que éste resista tanto en caer y no se desmorone como los gobiernos de Mubarak (que sólo cayó su persona, el régimen militar, vigente desde Naguib y Nasser en 1952 sigue vigente, y yo creo que hasta fortalecido por EUA ante la exhibición de fuerza de La Hermandad Musulmana) o el de Ben Alí en Túnez, se deba a los nexos económicos y comerciales tejidos en la última década por el joven e inteligente Saafi con Occidente: los Europeos comen ensaladas hechas con verduras libias, la mayor parte del aguacate que comen en España o Alemania es cultivado en Libia, lo mismo que los jitomates.Saafi mismo ha logrado que varios equipos de fútbol en Italia e Inglaterra tengan parte de sus acciones en manos particulares de su familia o del Estado Libio; incluso, ha logrado asociarse en negocios privados con el mismísimo príncipe Carlos y no digamos la importancia del petróleo y del gas libios, vitales si los Europeos quieren disminuir su dependencia de los Rusos en la materia.
Por su parte, Gaddafi, siempre ávido de la atención y de su imagen de ser algo así como el "Fidel Castro de Africa", ha logrado un carisma enorme en ese continente, si en su juventud fue partidario del panarabismo de Nasser, hoy lo es del Africocentrismo, pretendiendo mostrar a Africa como la cuna de la civilización y defendiendo una identidad única para todo el continente, cuando en realidad, estamos ante una región dividida en dos: Africa del Norte es netamente Mediterránea, poblada por pueblos blancos de diverso origen a los subsaharianos: semitas como los Egipcios o los Tunecinos, estos además de origen Fenicio o libanés, Mediterráneos como los Libios, según lo hemos dicho al inicio de este post, Bereberes o Númidas en Argelia, Marruecos y Mauritania y con nexos muy fuertes con Medio Oriente: hay mucho mayor semejanza entre un Marroquí y un Persa de Irán que entre el primero y un Bantú de Nigeria. Sin embargo, el Afrocentrismo ha estado teniendo eco, ahora más desde que Obama ganó la presidencia de EUA, y así, han salido libros como el de "Atenea Negra" en el que se propone que los negros africanos inspiraron a las civilizaciones Egipcia y Griega, o se habla de un futuro proyecto fílmico sobre el general cartaginés Aníbal con Denzel Washington como protagonista, pese a que el enemigo de Roma era un Fenicio no muy diferente a los actuales habitantes de Túnez, herederos directos de Cartago, que no tienen relación con los pueblos negros.
Gaddafi ahora pregona las raíces africanas de los Libios, mientras ha reducido su retórica antiisraelí y antioccidental, pese a que, como hemos dicho, su origen étnico probablemente los liga a las islas del Egeo y tienen una cultura adoptada de Medio Oriente, es decir, Asia. Sin embargo, este discurso demagógico le ha servido para gozar del apoyo de muchos gobernantes y personas en Africa y no es de extrañarse que hayan acudido cerca de 150,000 hombres, provenientes de todo el continente a defenderlo.
El pronóstico es reservado, una intervención Occidental en contra de Gaddafi, que ha mostrado de nueva cuenta su cara más oscura y su ferocidad contra su propio pueblo, pues no quiere dejar el poder absoluto del que ha gozado desde 1969, Libia se sume en una Guerra Civil y seguramente esto echará a perder todos los logros obtenidos (ciertamente, sigue existiendo una gran pobreza y desigualdad en Libia, pese a los avances conseguidos respecto al resto de Africa) y todo por la necedad y la megalomanía de Gaddafi por un lado, pero también lo creo, por los intereses ocultos que están detrás del alzamiento, porque aunque sí creo que los habitantes de estos países tienen razones para el descontento, esto no es provocado nomás por que 3 monos enojados chatearon en el twitter o en el face. De ¿quiénes? ¿Islamistas radicales que ahora acusan a Gaddafi de traición a su causa por buscar acercarse a Occidente? ¿Al-Qaeda que desea el surgimiento de movimientos y partidos fundamentalistas en toda la región? ¿EUA que, por el contrario quiere asegurar que ninguna potencia emergente lo desbanque eliminando las crecientes influencias de China e Irán en el Mundo Islámico?
Lo que sí es seguro, es que una intervención Occidental con mandato de la ONU o sin él, sería desastroza y provocaría un conflicto de grandes proporciones; aparte de que es una cuestión ilusa; pretender que los Musulmanes deben democratizarse y occidentalizarse llevará necesariamente a regímenes tan autoritarios o más que los actuales, pues sólo se puede transformar el carácter de un pueblo (y nunca totamente)mediante la fuerza y la fuerza más brutal: así ocurrió en el Japón de Meiji en el siglo XIX, así lo intentó Mao en China en los años 60 con su "Revolución Cultural", así lo hizo Pedro el Grande en Rusia y Atatürk en Turquía, y los regímenes que están cayendo en Medio Oriente han sido los que más han intentado imitar a Occidente, precisamente.
Veremos que sucede, estemos atentos sobre si Libia al fin sale de la antesala de la Historia y se vuelve protagonista, pero hay que temer respecto al tipo de protagonismo que pueda obtener.
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La Ministra de Relaciones Exteriores francesa ha renunciado, pagando los platos rotos por la corrupción del Gobierno de Sarkozy y sus sucios nexos con Ben Alí en Túnez y el apoyo descarado a la secuestradora Florence Cassez; por fortuna, en Francia hay sensatez y la gente y las elites culturales del país se han mostrado en contra del vergonzoso apoyo dado por el frívolo mandatario galo a una delincuente y de la campaña anti mexicana desatada por el mismo con fines electoreros y de ocultar sus porquerías, pero las mismas están quedando al descubierto.
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En Túnez se ha abierto la puerta a la formación de partidos políticos islamistas... al parecer, se está revelando el verdadero cariz de la "Revolución del Jazmín", quizá muchos se llevarán un chasco cuando todo esto termine como el que se llevó Jimmy Carter ante la caída del Shá en Irán y el ascenso del Ayatollá Khomeini.
Gaddafi, junto con otros jóvenes oficiales libios se declararon abiertos admiradores de Gamal Abdel Nasser, incluso desde la infancia y adolescencia. El mayor triunfo del egipcio: la nacionalización del Canal de Suez, fue visto como el despertar de los pueblos musulmanes, y en particular árabes contra el colonialismo occidental. Los ejemplos de su régimen: laico, modernizador (pro-occidentalización, siguiendo el modelo iniciado por Atatürk en Turquía), nacionalista y a la vez pan-arabista, y en lo económico socialdemócrata, cundieron en diversas partes de Medio Oriente. Gaddafi y sus seguidores entonces decidieron implantar un sistema similar en su país. Una vez hecho el golpe, el joven coronel libio prácticamente ofreció al presidente egipcio la unión de sus países como parte del proyecto de lograr una "República Arabe Unida", sin embargo, la súbita y prematura muerte de Nasser en 1970 lo impidió.
Ante el giro que Sadat le dió a la política egipcia, contemporizadora primero con EUA y después con Israel, Gaddafi abandonó el panarabismo, pero adoptó un discurso beligerante en contra de la presencia del Estado Judío y la intervención de EUA y Europa en los países islámicos, lo que lo llevó a pretender presentarse como el campeón del Tercer Mundo contra el Imperialismo, dando a conocer que en aras de la defensa de la independencia de Libia y apoyando a pueblos hermanos como el Palestino, no dudaría en adoptar cualquier medio, incluyendo al terrorismo.Y lo cumplió: durante los años 70 y 80, Libia se convirtió en una verdadera escuela y refugio para los grupos terroristas más variopintos: desde la OLP, Hamas y Hezbollá que luchaban por la independencia Palestiona, resultando tristemente célebre el papel de protector, y la negociación vergonzosa que hizo el Gobierno de la entonces Alemania Occidental con Gaddafi, de los terroristas responsables de los sangrientos sucesos de las Olimpiadas de Munich en 1972, hasta la ETA, las FARC, el ERI, Sendero Luminoso y Túpac Amaru, todos gozaron de la hospitalidad del gobierno de Gaddafi.
El colmo de esto ocurrió en 1988 con el bombazo en el avión de Panam, sobre el pueblo escocés de Lockerbie. Ya antes, en 1986, el Gobierno de Ronald Reagan intentó eliminar a Gaddafi atacando Trípoli; pero el libio fue inteligente y astuto, compró armamento a rusos y chinos, que le veían como un aliado de su bloque contra los norteamericanos y si bien en el bombardeo murió una de sus hijas, las defensas libias casi hunden al portaaviones que dirigía la operación, por lo que la fuerza invasora tuvo que retirarse.
Pero tras Lockerbie comenzó a cambiar la política de su gobierno. Internamente, Gaddafi había aplicado una interpretación no del Comunismo Marxista, pero al igual que Nasser, de ideas socialistas moderadas, tomadas del propio Marx, pero también, al igual que la Izquierda Europea (que ahora esconde la cabeza trasde haber sido por años el principal abogado del libio, es hasta cómico que hace apenas unos meses el presidente español Zapatero se refiriera y visitara a Gaddafi como su amigo y ahora sus ministras planteen la participación española en una guerra con mandato de la ONU, por supuesto), con ideas de Ferdinand La Salle y Keynes. De hecho, el propio Gaddafi escribió un pequeño ensayo, imitando a Mao Tse Tung, donde plasmaba los principales puntos del ideario político y económico del régimen: si Mao escribió el "libro rojo", Gaddafi escribió el "libro verde", el verde es el color del Islam, por haber sido el color del estandarte de la Tribu árabe de los Qoriaschíes, descendiente directa del Patriarca Abraham y a la que pertenecía Mahoma.
Pero a partir de los 90 Libia empezó a cambiar. Gaddafi cerró los campos de entrenamiento y cerró también las puertas a los terroristas, interiormente inició una política de liberalización económica, permitiendo la entrada de inversión extranjera a la explotación petrolera y del gas natural, y también se registró un fomento sin precedente a la agricultura, aumentando las tierras fértiles, desalinizando agua de mar y creando nuevos oasis de explotación agrícola intensiva. Al iniciar el siglo XXI, Libia había logrado algo que nadie preveía: se había convertido en el país más rico de Africa en todos los rubros: el producto Interno Bruto más alto del continente, el Ingreso per Cápita más alto también, e incluso, el índice de Desarrollo Humano más alto, superando incluso a Sudáfrica, que tradicionalmente se consideraba el país más desarrollado del continente negro, pero eso más bien era por el maquillaje extendido por la elite blanca durante los años del apartheid que ocultaron los serios problemas de infraestructura, desigualdad, corrupción y educación que el año pasado pudimos atestiguar con la celebración de la Copa del Mundo de Fútbol, aunque también pudimos ver el esfuerzo de los sudafricanos de toda raza y condición por superarlos.
Más que al Coronel, tales logros se han debido a su hábil e inteligente hijo mayor y presunto heredero del poder libio: Saafi Al-Islam Gaddafi, un verdadero tecnócrata educado en Inglaterra, decidido partidario de la Economía de Libre Mercado y de mentalidad empresarial, que también contribuyó a "limpiar" el negro historial de su padre y su régimen ante Occidente. Quizá el hecho de que éste resista tanto en caer y no se desmorone como los gobiernos de Mubarak (que sólo cayó su persona, el régimen militar, vigente desde Naguib y Nasser en 1952 sigue vigente, y yo creo que hasta fortalecido por EUA ante la exhibición de fuerza de La Hermandad Musulmana) o el de Ben Alí en Túnez, se deba a los nexos económicos y comerciales tejidos en la última década por el joven e inteligente Saafi con Occidente: los Europeos comen ensaladas hechas con verduras libias, la mayor parte del aguacate que comen en España o Alemania es cultivado en Libia, lo mismo que los jitomates.Saafi mismo ha logrado que varios equipos de fútbol en Italia e Inglaterra tengan parte de sus acciones en manos particulares de su familia o del Estado Libio; incluso, ha logrado asociarse en negocios privados con el mismísimo príncipe Carlos y no digamos la importancia del petróleo y del gas libios, vitales si los Europeos quieren disminuir su dependencia de los Rusos en la materia.
Por su parte, Gaddafi, siempre ávido de la atención y de su imagen de ser algo así como el "Fidel Castro de Africa", ha logrado un carisma enorme en ese continente, si en su juventud fue partidario del panarabismo de Nasser, hoy lo es del Africocentrismo, pretendiendo mostrar a Africa como la cuna de la civilización y defendiendo una identidad única para todo el continente, cuando en realidad, estamos ante una región dividida en dos: Africa del Norte es netamente Mediterránea, poblada por pueblos blancos de diverso origen a los subsaharianos: semitas como los Egipcios o los Tunecinos, estos además de origen Fenicio o libanés, Mediterráneos como los Libios, según lo hemos dicho al inicio de este post, Bereberes o Númidas en Argelia, Marruecos y Mauritania y con nexos muy fuertes con Medio Oriente: hay mucho mayor semejanza entre un Marroquí y un Persa de Irán que entre el primero y un Bantú de Nigeria. Sin embargo, el Afrocentrismo ha estado teniendo eco, ahora más desde que Obama ganó la presidencia de EUA, y así, han salido libros como el de "Atenea Negra" en el que se propone que los negros africanos inspiraron a las civilizaciones Egipcia y Griega, o se habla de un futuro proyecto fílmico sobre el general cartaginés Aníbal con Denzel Washington como protagonista, pese a que el enemigo de Roma era un Fenicio no muy diferente a los actuales habitantes de Túnez, herederos directos de Cartago, que no tienen relación con los pueblos negros.
Gaddafi ahora pregona las raíces africanas de los Libios, mientras ha reducido su retórica antiisraelí y antioccidental, pese a que, como hemos dicho, su origen étnico probablemente los liga a las islas del Egeo y tienen una cultura adoptada de Medio Oriente, es decir, Asia. Sin embargo, este discurso demagógico le ha servido para gozar del apoyo de muchos gobernantes y personas en Africa y no es de extrañarse que hayan acudido cerca de 150,000 hombres, provenientes de todo el continente a defenderlo.
El pronóstico es reservado, una intervención Occidental en contra de Gaddafi, que ha mostrado de nueva cuenta su cara más oscura y su ferocidad contra su propio pueblo, pues no quiere dejar el poder absoluto del que ha gozado desde 1969, Libia se sume en una Guerra Civil y seguramente esto echará a perder todos los logros obtenidos (ciertamente, sigue existiendo una gran pobreza y desigualdad en Libia, pese a los avances conseguidos respecto al resto de Africa) y todo por la necedad y la megalomanía de Gaddafi por un lado, pero también lo creo, por los intereses ocultos que están detrás del alzamiento, porque aunque sí creo que los habitantes de estos países tienen razones para el descontento, esto no es provocado nomás por que 3 monos enojados chatearon en el twitter o en el face. De ¿quiénes? ¿Islamistas radicales que ahora acusan a Gaddafi de traición a su causa por buscar acercarse a Occidente? ¿Al-Qaeda que desea el surgimiento de movimientos y partidos fundamentalistas en toda la región? ¿EUA que, por el contrario quiere asegurar que ninguna potencia emergente lo desbanque eliminando las crecientes influencias de China e Irán en el Mundo Islámico?
Lo que sí es seguro, es que una intervención Occidental con mandato de la ONU o sin él, sería desastroza y provocaría un conflicto de grandes proporciones; aparte de que es una cuestión ilusa; pretender que los Musulmanes deben democratizarse y occidentalizarse llevará necesariamente a regímenes tan autoritarios o más que los actuales, pues sólo se puede transformar el carácter de un pueblo (y nunca totamente)mediante la fuerza y la fuerza más brutal: así ocurrió en el Japón de Meiji en el siglo XIX, así lo intentó Mao en China en los años 60 con su "Revolución Cultural", así lo hizo Pedro el Grande en Rusia y Atatürk en Turquía, y los regímenes que están cayendo en Medio Oriente han sido los que más han intentado imitar a Occidente, precisamente.
Veremos que sucede, estemos atentos sobre si Libia al fin sale de la antesala de la Historia y se vuelve protagonista, pero hay que temer respecto al tipo de protagonismo que pueda obtener.
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La Ministra de Relaciones Exteriores francesa ha renunciado, pagando los platos rotos por la corrupción del Gobierno de Sarkozy y sus sucios nexos con Ben Alí en Túnez y el apoyo descarado a la secuestradora Florence Cassez; por fortuna, en Francia hay sensatez y la gente y las elites culturales del país se han mostrado en contra del vergonzoso apoyo dado por el frívolo mandatario galo a una delincuente y de la campaña anti mexicana desatada por el mismo con fines electoreros y de ocultar sus porquerías, pero las mismas están quedando al descubierto.
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En Túnez se ha abierto la puerta a la formación de partidos políticos islamistas... al parecer, se está revelando el verdadero cariz de la "Revolución del Jazmín", quizá muchos se llevarán un chasco cuando todo esto termine como el que se llevó Jimmy Carter ante la caída del Shá en Irán y el ascenso del Ayatollá Khomeini.
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